Ramón Iván Suárez Caamal

Visitaciones

1

Algo como campos de caña.
Algo como viento en las cimeras
o plumero sobre luna suave a los ojos.
Algo como ánimas en el viento
que llegan a decirnos
la extraña tiranía
de sentir su presencia.
Algo de mar donde no lo haya.
Algo del poco que no tuve.
Algo
como tocar los huesos con la luz…

2

Miraré con los ojos de las sardinas
el sueño de los guijarros del fondo.
Moraré con los ojos de las sardinas
entre las cabelleras de la tribu.
Morderé las migajas que arrojan los niños
hasta saciar el hambre del cardumen.
Moriré con los ojos de las sardinas
en la transparencia de los frascos
mientras exploro donde acaba el mundo
y porque sus espejos me retienen.

3

Vino la poesía,
vino la giba de la tarántula
que me aleló con alhelíes
en el mar de las páginas en blanco.

4

Árboles bajo lluvia,
manada de elefantes.
No son grises, el cielo sí;
ellos, de verdes trompas,
beben a grandes sorbos
en cuencos de nubes.
¡Estampida! O truenos
que anteceden al chubasco.
Los árboles se calman,
doblan las patas delanteras,
comparten sus frutos con nosotros.

5

Llegan los pájaros
con mariposas muertas.
¿Debo cantar?

6

Tus manos eran liquen
en mis huesos sin certeza.
Miré los clavos vivos,
hice raíz y pude darme
al elemento que conmueve
el mineral asombro.
Una mano, la otra:
cinco peces siniestros
y otros cinco en la huesa
del fondo enarenado
de mi muerte.

7

La vi sentada en el sofá, su piel,
a rayas, con la misma tela suave
de cebra o tigre que pintaba el mueble
porque objeto y visita eran uno.
Me levanté de madrugada.
Eso puede explicar mi confusión.
Pero la vi. Por un instante
donde nadie estaba, ella había.
Los fantasmas son elusivos.
¿Qué podría decirle?
Hace buen clima en la habitación
a pesar de lo gélido de su presencia.
Esta rosa cumple tres días en su vaso.
Cuando regrese, ¿tocará a la puerta?
Usted me da escalofríos…
No sería cortés.

8

A esas sombras no quiero preguntarles
la razón de su extravío.
Podrían responderme ajenas
a las tribulaciones de este mundo
o ignorarme.
Algunas veces las veo:
flechas,
aspas,
momentáneos descuidos
en la costumbre de saberse invisibles.
Vienen o se marchan.
Las siento en el olor a limo de los peces sonámbulos.
Vayan en paz.
Cada quién viva su sueño

(Poemas publicados en TROPO 10, nueva época).

Otra vez el
remordimiento
Ramón Iván Suárez Caamal
Una idea obsesiva me corroe,
obsesiva como la tumba y sus gusanos,
recurrente como la lluvia en los poemas,
circular como la acémila en la noria.
Una y otra vez,
una y otra voz:
ola hola aloh,
tercamente terca su semilla amarga.
¿La eludo? ¿La elido?
Su helado témpano
hace crujir mis dientes,
hiela el alma.
Quién es el que de modo así pone sus ejércitos
orilla de las murallas de mi incertidumbre
y con silencio más fuerte que el fragor
anuncia el holocausto personal.
O nadie vive en sus yermos
y es la túnica del polvo la que ondea
en lo más hondo de mi enflaquecido valor.
Valor, amigo; ánimo, hoja de hierba,
ojo de ciervo, ajo en las manos y ventanas
para espantar oficio de tinieblas.
No se pudre la razón aunque se hayan
secado sus raíces. Húndela en el lodo,
pon piedras encima de su cadáver,
bebe sus cenizas, ata mariposas a sus huesos,
estruja sus chancros. O ámala de pie,
de rodillas, desnudo, abrigado,
imperturbable, con jadeo.
Ya van doscientas muescas en las sienes,
una por cada visita de las moscas.
La obsesión mide su territorio,
clava estacas en el cráneo
para alzar el circo donde cumple su ritual.
El paraíso de los obsesos no es jardín,
gotea de la llave herrumbrosa la misma idea
sin que a trasluz del raciocinio
haya semejanza entre reflexión y llanto.
El ácido corroe los metales
y yo soy de yeso;
bastaría la llama de un cerillo para derrumbarme.
Urdo desgracias en la noria:
con hojarasca acuno mi sueño.
No es verdad este río moroso,
no lo son los alfileres que me sujetan a la página;
la rosa que sostengo en mi izquierda
desvanece su perfume
y aun mi mano se diluye en las sombras.
Dios no tiene alas,
somos viejos arropados en la capa del murciélago,
gotean nuestras obsesiones
y nos creemos lúcidos.
Obsesiones:
Engaños de la luz,
silogismos de las formas vanas,
velas que avivan su temblor
mientras consumen nuestro albedrío.

(Poema publicado en TROPO 6, nueva época).

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Vasta memoria

Vasta memoria, virgen geografía,
te recorro, país de lo vivido;
en cada puerta puerto he conocido;
porque me perteneces no eres mía.

No quiero entrar a tus espejos, guía
al lugar más secreto mi latido;
no dejes que me gane el sinsentido
de perseguir lo que me perseguía.

En pretérito busco litorales
que no existen, dilapido la rosa
de los vientos si trizo tus cristales.

Boga en tu mar mi corazón más hosco
o la felicidad más quejumbrosa.
Te desconozco porque te conozco.

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Aquella piedra sabe

Aquella piedra que nos mira sabe,
extrañamente sabe nuestros miedos.
¿Será que pueda haber en los remedos
de su sonrisa donde todo cabe,

una rosa de sal? Y cuando acabe
mi búsqueda, ¿la tocarán mis dedos
hasta que sangren? Dios, que tus enredos
sin solución ni paz jamás alabe.

Cuarenta justos no hallaremos. Arde
a la luz de tus ángeles mi lodo
y no miro hacia atrás pues soy cobarde.

Tienen grietas mis labios, el salitre
los carcome cruelmente igual que un buitre.
Atrás dejé la vida, dejé todo.

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El viento en las ventanas

El viento en las ventanas parecía
un iracundo huésped, extraviada
la llave para entrar. Recio llovía
en lo oscuro, brazada tras brazada,

como si un náufrago mirase lejos
la salvación. Los gajos de las frondas
temblaban bajo el peso de las hondas
angustias de Luzbel y los espejos

del relámpago eran nuestras preces:
Ah, noche inmensa y húmeda que a veces
das con nosotros. Madre, tengo frío

y miedo de la otra noche, del río
de aguas cerradas donde flotan peces
muertos y es un fantasma el albedrío.

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Es tan real el presente

Es tan real el presente que lo tomo
como prueba que existo, que las cosas
son como son y están, maravillosas
señales que contemplo con aplomo.

Aun el sueño es verdad, el sueño como
empedrado sendero en las lodosas
aguas. Las pesadillas más monstruosas
resultan de la vida un palíndromo.

Es verdad el espejo donde miro
cómo son estos rostros a que aspiro.
Toco el instante, su presencia beso.

En estas fantasías estoy preso,
en las formas que amo. Las respiro
aunque la vida caiga por su peso.

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(Poemas publicados en TROPO 1, nueva época).

Ramón Iván Suárez Caamal (Calkiní, Campeche, 1950). Poeta, profesor y promotor cultural. Ha obtenido más de treinta reconocimientos, entre los que destacan el Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines y el Premio Nacional Olga Arias, ambos en 1991; en 2010 obtuvo el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños, y en 2011, el IV Premio Internacional de Poesía para Niños Ciudad Orihuela, de España. Es el poeta más prolífico de Quintana Roo, con más de veinte poemarios publicados, y autor de dos manuales para talleres (Poesía en acción, 2007, y Resortera para las palabras). Una selección de sus poemas se encuentra en Poesía Reunida (2006). El Premio Nacional de Poesía de Calkiní lleva su nombre. Es autor del Himno a Quintana Roo. Un árbol florece sueños, Cuna la media luna y Te canto un cuento (los tres del 2014) son sus más recientes poemarios.

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