Nuevos poetas en Cancún

Miguel Ángel MezaDe entre los nuevos poetas que viven en Cancún, hemos reunido en la presente muestra a once que se han expuesto de manera más visible en talleres literarios, que han aparecido en publicaciones (revistas, plaquettes propias o antologías) y han evidenciado de alguna forma un compromiso con el hecho poético y el lenguaje, si bien este compromiso resulta vago en algunos casos, endeble, desdeñoso e incluso utilitario en otros, interrumpido además por principios de realidad que les alejan de la escritura, y en muchos casos con motivaciones ajenas o complementarias al acto creativo del poema en sí (la música y la incipiente causa social, por ejemplo).
La siguiente selección no intenta, de ninguna manera, señalar una tendencia (¿da Cancún ya para algo semejante?) y ni siquiera busca destacar una figura sobresaliente. Si bien hay dos voces, entre las once reunidas aquí, que resaltan por la madurez formal con que abordan sus temas y la seguridad lírica con que lo enuncian, la mayoría muestra ciertas vacilaciones en el rigor estructural de su escritura poética que les impide clarificar sus exploraciones de la realidad, sobre todo de aquella en la que se asumen como objeto de su propia expresión, y se vuelven un tanto crípticos o barrocos (o poco legibles). Condición ésta que solo el tiempo permitirá descubrir como propia de un cultivo específico de una poética de la imagen o del leguaje, o resultado simplemente de una indefinición en la voz lírica que asumen, o insuficiencia en el manejo de una técnica para la coherencia formal del poema.
El presente trabajo tampoco pretende celebrar la existencia de una generación, aunque hay cuatro coincidencias que permiten alimentar esta idea: 1) la edad —la mayoría oscila entre los veinte y los treinta años—; 2) la reciente estancia en la ciudad —entre diez años y ¡dos o tres! de residencia (solo hay una nacida aquí y está ansiosa por irse, congruente con la creencia, o realidad, de que la ciudad, culturalmente, no ofrece oportunidades o no propicia el arraigo)—; 3) el naciente contacto con el hecho poético (algunos apenas tienen tres años de escribir poemas y, salvo una o dos excepciones, la producción de la mayoría es muy escasa), y, finalmente, 4) la singular poética que enuncian.
Vale la pena detenerse en este punto. La mayoría de los autores no solo revela la exposición de un discurso poético aún muy nutrido en sus lecturas (donde se aprecian influencias y referencias no asimiladas aún e incluso, a veces, el peso de una sombra literaria declarada que parece absorberlos). También evidencia que la filiación a determinado discurso poético muchas veces se fusiona con la actitud del sujeto lírico: preocupación existencialista e intimismo referencial (en David Guerrero, José Antonio Íñiguez y Germán Solórzano), tono conversacional claroscuro con creacionismo metafórico (en Jhon Mcliberty) y búsqueda interior de una verdad filosófica intelectual, “oscura, cruda, pintoresca y rebelde” desde el misticismo y el surrealismo (en Caissa Nekoi).
Destaca, no obstante, la conciencia reflexiva de algunos jóvenes sobre la función del poema (como artefacto verbal en sí) y sus efectos en la realidad (como vehículo de emociones, de ciertos temas y de cierta musicalidad). Por ejemplo, en Laura Angulo, para quien el objetivo del poema es emocionar (con “metáfora fuerte, que deja sin aliento”) y la sinceridad es la actitud lírica primordial.
Llama la atención, asimismo, la reflexión de algunos poetas en cuanto al objetivo de la poesía como canal de descubrimiento de la realidad, como el caso de Lizbeth Peña, quien aborda sus poemas como “preguntas e investigación: mapas, muchos con intertextos. Nombro las cosas que quiero que me sean reveladas.” O de René Vera Contreras, para quien la poesía es “una iluminación”, la posibilidad de “nombrar de nuevo las cosas (…) para que otros puedan nombrar.”
Destaca, finalmente, la seguridad con que Sinae Dasein afirma haber encontrado la forma de estructurar un discurso poético: “Mi voluntad está dirigida hacia la región de las sombras (que también es la de la muerte); iluminar mediante lo Negro, que es el iluminar mediante la ausencia: la real forma-informe de su esencia”. Lo cual contrasta con las palabras ocurrentes, ciertamente anti solemnes y desparpajadas de J. Alejandro Hernández, quien define su discurso poético como “un chicloso medio ácido sabor naranja”.
Como quiera que sea —y a riesgo de parecer ingenuos o generalizadores— la presente muestra de once nuevos poetas en Cancún, se ofrece al lector (sobre todo al que no acostumbra leer poesía, o al que la lee, pero no conoce la que se produce en su entorno) como un floreciente paisaje que re-configura la geografía cultural de nuestra ciudad. (Publicada en septiembre de 2013).———————————————

Caissa Nekoi

No estaré a medianoche

Para Alfonsina, Alejandra y Virginia

Mar de plata, cuatro dimensiones
y piedrecillas en los bolsillos.

Una ondina sobre una onda inquieta,
el ocaso tornasol.

No me visites esta noche
ángel fémina, cuerpo de uva,
manecilla rota con el ala herida.

A oscuras el tiempo esparce
polilla, limpiemos el polvo
de sus hermosos huesos.

Las sirenas y las ninfas
adornan sus cabellos enredados,
telarañas oblicuas tejen lágrimas
ausentes sobre sus pechos.

Tres fantasmas a los bordes
de mi cama sueñan letras
y colores tenues, marchitos.
Caminan sobre mi corazón
descalzas, yo las abrazo
y escribo versos de amor.

No me llamen a medianoche,
la página está vacía,
sonrío y beso sus pálidas mejillas.

Caissa Nekoi (1987). Activa participante en eventos que fomentan la cultura en Cancún. Ha difundido la estética y el pensamiento de los “poetas malditos” por distintos medios. Ha publicado dos libros de poemas “Poesía maldita” (2007) y “Para mi sangre” (2011), ambos en ediciones de autor.

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Germán Solórzano

Amaneciendo en silencio

Despierto en silencio,
el rencor agrio me envenena el sueño
y en medio de la mañana
los días sutiles abortan groserías.

Después del tiempo de la luna,
sin ganas de cargar al sol con mi rostro,
el eufórico vacío de los nervios
se bebe el dolor, a sorbos dormidos.

No sólo es silencio.
Es todo un complot
que vierte ansiedad
sobre la taza embriagada
y soborna la negra gota
que derrama el cigarro.

A pesar de toda aberración
en el estrecho de los párpados,
el castigo insaciable
hiere el fluido instante de un minuto.

Tallo en mis lágrimas
una palabra que acaba con este insomnio.

Germán Solórzano (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1976). Profesor de primaria en una escuela pública. Sus poemas han sido publicados en varias antologías: “En la puerta del Cielo”, en “Voces del Agua”, del taller literario “Sian Ka´an de Bacalar, y en “Dispersión”, del grupo literario “Colectivo Colectivo”. Reside en Cancún desde hace 11 años.

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Jorge Yam

Fondo azul

Sentado sobre la arena del tiempo
describo el murmullo de las olas
que tocan mi sombra.

Peces se comen el sargazo de mis dudas,
bailan al vaivén de los segundos.

Adormeciendo el presente,
la brisa besa mi copa
y convierte el vino en hojas dispersas

A lo lejos gaviotas nadan
en la obscuridad de mi trago:
nos embriagamos de vuelo necesario.

Salud por estas letras
que titilan en el reflejo del aire.
Salud por los minutos inmóviles.

Me levanto y zarpo
en el barco de la poesía.

Sobre el mundo, mi ausencia
brindará con los segundos
que le quedan a este reloj
hasta perdernos
en el tic-tac de mis palabras.

Ahora solo quedan fragmentos
de ese mundo y su rompecabezas.

El tiempo, al pasar frente a mi infancia,
busca mi nombre entre epitafios.

Ya ebrio, no quiero despertar:
solo fingir que existo.

Jorge Yam (Bacalar, Quintana Roo, 1980). Reside en Cancún. Fue miembro del Taller Literario Sian Ka´an. Aparece en varias antologías locales.

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J. Alejandro Hernández

Soberbia a la mano

Un solo movimiento
Pensamiento llevado a la acción
Y la liberación del instinto
ideal
Burbujear,
raspar,
cortar.
Un solo movimiento y poder convertirse en dios
Un solo movimiento y caer al infierno total.

J. Alejandro Hernández (Huamantla, Tlaxcala, 1988). Ha participado en talleres literarios en Ciudad de México y Tijuana, donde han sido publicados sus textos en revistas. Actualmente radica en Cancún donde forma parte del grupo Colectivo-Colectivo. Promotor cultural y coeditor de la editorial independiente “Cartonera Hortera”.

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Antonio Vera

Delirio en X zone
(fragmento *)

Cae recia la noche y cimbra mi espalda de cartón
ya sin caravanas de celestes dibujados por tus lápices de colores
no hay sol
sólo cae carcajada musa espeluznante
chupando mi nuca donde antes estuvieron tus brazos de cuatro años
cae pedrada oscura sobre mi abandono
el dolor ya es un dialecto arcaico para mí
y para acabarla religiosamente de joder
ni un poco de blues que desgarren las gargantas
ni un bajo de cuerdas vocales eléctricas para que me dejen callado
ya ni corazón cascabel para que haga ruido el tambor latido de la vida
cae la noche ocote de mis noches bien amargas
en el laberinto de mis oídos lejanos coyotes jadean mi cansancio

La ciudad ha mutado su idioma
hay plazas que apenas pueden pararse con sus patas de columpios
borrachos detrás de las bancas
orinan sobre el amor de las parejas nocturnas han bebido hasta saciarse
porque la alegría de los niños es sólo una cartografía de óxido
que carcome los botes de la basura
ni una ranchera pues para acordarme de ti, Joaquín
no hay nada, hijo

Bueno, aquí está la soledad
con su cañón de revólver humeante
mirándome con su cara de ingenuo entre las cejas:
cae la noche:
silabeo de ciempiés ya baja por mis rodillas

NOTA:
El fragmento que se publica en esta página pertenece a un poema muy extenso que el joven poeta escribió en Cancún, y refleja sus primeras impresiones y nostalgias al vivir en su nueva ciudad.

Antonio Vera (1979), Tierra Blanca, Chiapas. Narrador, poeta y orfebre. Recién llegado a Cancún, donde prevé radicar por cuestiones de trabajo. Es autor del poemario Horario flexible (Col. Nuevos Autores, Dirección Municipal de Cultura y Educación de Guanajuato, 2012).

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José Antonio Íñiguez

Engranaje

Ella es una ola tímida,
coronada del fervor de otro océano,
apenas silenciosa cuando
advierte el instante de su redención.

Él, desde el comienzo de todo,
es un peñasco a orillas del Atlántico,
condenado a abrazar las aguas
que intentan reducirlo.

Ella sabe de la luz más antigua,
de la espuma rojísima que fue
antes de tributar al horizonte.

Él sólo entiende del vértigo
de la quietud, del horrible silencio
con que desafía al sol y lo reinventa.

Los dos, sin embargo,
creen que su oficio es el mar
reviviendo aquello que intenta
un engañado silencio.

Ignoran que al reencontrarse
son ya los eternos esclavos
de un engranaje infinito.

José Antonio Iñiguez. Poeta y editor (D. F., 1991). Radica en Cancún desde 2006. Ha asistido a los talleres literarios de Miguel Meza y Ramón Suárez Caamal. Sus poemas han sido publicados en las revistas Almiar (Barcelona, España), Revista Ombligo (Tijuana) y El Humo (Querétaro). Actualmente colabora para la revista Internacional Microcuentista y dirige la revista electrónica de literatura Salvo el crepúsculo.

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Jhon Mcliberty

Poema eléctrico

Al escribir me electrocuto:
son cables de alta tensión mis venas
mi sangre bombea kilowatts
mi lengua es una anguila
y mi corazón una bombilla.

Se recargan mis glóbulos blancos
mis células, mis neuronas.

Podría explotar como supernova
o hacer corto circuito
si alguien me interrumpe

Al escribir me electrocuto:
mis huesos están empapados.

Jhon Mcliberty (Chetumal, 1987). Licenciado en Educación. Pertenece al grupo colaborativo “Colectivo-Colectivo” de poesía de Cancún, ciudad donde reside.

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David Guerrero

Escucho tu nombre

Impaciencia cuando no te veo:
hormigas recorren en mi columna
y desencajan tu nombre.

Deseo materializarte
como un futuro cierto.

La celotipia es un rebusque
de resonancia que palpita.

Quisiera absorber el tiempo
saber que en la grieta de no verte
te escapas siendo tú
y no tan mía.

Obsesiva forma de convalecer:
como fantasma que se mira a sí mismo.

Cuando los demonios
me susurran al oído
solo se escucha tu nombre
a flor de grito.

David Guerrero (México, 1982). Radica en Cancún. Integrante del Colectivo Colectivo y fundador de la editorial independiente Cartonera Hortera.

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Sinae Dasein

El hábito del silencio

El hábito del silencio es arder, crear el espacio para de-velar el origen de su fundación.

La noche brilla entre las comisuras de los muertos, la noche resplandece como una roca extraída del mar, la siempre enlutada arpa de la oscuridad penetrando hasta la médula del sueño. Toda la noche una corriente de astros inflamó la palabra para indicarme el lugar donde mi madre espera tendida, extraviada, encapsulada entre las uñas de una hierba azul y fulgurante.

Así lo que resplandece se me adhiere a los huesos y su lenguaje me invita a la tarea de corroer y traspasar el lugar de su fundación. Caerse de la noche hacia la noche, morderle el polvo a sus muertos y en dulce procesión el frío azul de sus metales nos lleve al interior de su sombra. Irse de gota en gota a fin de suscitar la erección entre los jardines.

Ella canta tendida sobre las aguas, ella está animando el ritmo de las aguas, ambos ardemos dentro del ritmo de las aguas.

El hábito del ser es fisurarse hasta que la muerte escurra de entre las grietas.

Sinae Dasein (México, D.F.) Ha asistido a diferentes talleres de poesía y de creatividad literaria. Colaborador de la revista “Salvo el crepúsculo”, y del movimiento “Red de la palabra Áurea” realizando lecturas de poesía y esténsiles. Reside actualmente en la ciudad de Cancún, Quintana Roo. Prepara su primer volumen de poesía.

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Laura Angulo

Sustraendo

Morimos nuestra muerte en los
bosques de eucaliptos gigantes
acariciando encalladuras
de paquebotes absurdos

Aimé Cesaire

Los padres de mis padres,
monstruos sinuosos,
poseedores de gallardía sintética,
eructan colores,
manchan las sábanas,
desuellan adjetivos risibles…

Tal como yo,
desean que el silencio se ahogue,
esperan, amilanados,
algún epitafio,
algo digno de ser guardado…

Esfinges escondidas entre laberintos,
caminan descalzos,
mueren cuando se habla de ellos
en segunda persona

Energúmenos,
bestias enmascaradas,
empero,
hay que escuchar…
sus jeremiadas,
aullidos con voz de soprano

Duermen en un sueño
de gárgola medrosa,
son canguelos enmarañados
en las venas,
empolvados,
vetustos,

Sangran sus ojos
de orquídea,
instintos voyeristas,
degüellan manglares,
exorcizan arcángeles,
ultrajan la parodia de existir.

Laura Angulo (Cancún, 1984). Ha publicado dos poemarios: la plaquette “Visiones reciclables” (edición de autor, 2010) y el libro “Colección de mandrágoras” (Instituto para la Cultura y las Artes, 2012).

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René Vera

La luz nueva

No soy el humo
que aroma el cuarto vacío
ni la huella de las hojas secas
en las fiestas de San Juan.
Apenas puedo descubrirme en un rezo.

Destruyo la luz de esa verdad
como si apagara un cirio con los dedos
para dejar en mis manos
un poco de fortuna .

Entre apariciones de santos
comencé a darle paso a los rostros,
golpe dentro de otro golpe
enterrado en el silencio.

René Vera (Mérida, Yucatán, 1982). Se establece en Cancún en 2005, tras sucesivas residencias no consecutivas durante 20 años. Ha tomado el taller literario de Joaquín Bestard Vázquez, el de Narrativa de Miguel Ángel Meza, y los de poesía de Ramón Iván Suárez Caamal.

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(Poemas publicados en TROPO 2, nueva época). 2013

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