El hijo
Mi padre camina, habla, se viste
Mi padre fue solar, es nocturno
Vive en un psiquiátrico
Pago la clínica
sin árboles ni pájaros que le canten
Mi padre camina, habla, se viste
con ropa sin cierre, sin botones,
repitiéndose hasta la náusea
Lo veo salir de un sueño:
Habíamos conversado en una lengua
que sólo él y yo entendíamos
Tronaba su lengua ante un espejo:
Odia sus gestos
¡Gesticula!
Odia su cara
Mírate hablar y ¡articula!
Luego se abría el ventanal
a un paisaje que todo lo abarcaba
en sus plantaciones de arroz,
su extensión de caña,
sus picos de hielo navegando
el mar oscuro
y se sucedían las bellezas del mundo,
las creaciones del hombre
que lo engalanaban y lentamente
lo destruían
Yo te hablaba
y tú extendías vocales
cortándolas con machete:
¡zas! ¡zas!
caña… cañ… caa… cavera… caaveeeraa
Te gritaba: ¡Cañaveral! ¡Ya dilo de una vez!
Y tú respondías mirando al piso, avergonzado
Luego cambiaba la luz del día
y a lo lejos veíamos formas cilíndricas,
flechas negras,
espirales en movimiento de los pájaros
que migran
Tu cara crecía en su imagen
junto a mi inutilidad de regresar el tiempo
o de sacar con la mano de tu boca
las palabras necesarias, bien dichas,
para que el mundo volviera a escucharte
y tú pudieras hacerle preguntas como antes
Poema del libro inédito Dementia.
(Publicado en TROPO 4, nueva época).