Agustín Cadena

La que pensaba en su esposo

No se preguntó nada. No dudó.
Simplemente subió al coche del hombre.
No era su amigo ni lo conocía.
Pero él la miró de otro modo: amable.
La trató con respeto y frases limpias,
con todo que ella aceptó así nomás.
Iba nerviosa, pensaba en su esposo.
Se dejó llevar a un hotel, no dijo nada.
Subió dócil, aceptó un cigarrillo.
Pero apartó los labios de repente
cuando él iba a besarla. “No”, le dijo.
“En la boca no.” Ésa era de su esposo.,
Pensaba en él al quitarse las medias,
cuando se bajó el cierre del vestido.
El hombre se le entró despacio, suave,
como a algo que puede sufrir, romperse,
y no insistió más en eso de los labios.
Y ella no se aguantó para gritar.
Al cabo era un desconocido;
no volvería a verlo, no habría otra vez.
No le dio dirección ni teléfono.,
Ni prometió nada ni aceptó nada.
Se dio prisa en regresar a la calle.
Pensaba en su esposo.

Criadas

Vienen de provincia,
de pueblos perdidos quién sabe dónde.
Conservan su acento de milpas y chachalacas.
Sus ojos ven como si vieran lejos.
Por las noches se cuentan chismes en la azotea
mientras oyen la Tropi Q.
Se comen a escondidas el jamón de la casa,
las galletas, usan el champú de la señora.
Son como los gatos: lo saben todo.
La vida de los otros es una telenovela
donde salen amantes y villanos.
Lavan menstruaciones y sábanas con semen;
se llevan lejos la basura de la casa.
Lloran solas en su cama, porque extrañan.
Se duermen con una medalla sobre los labios.
Piden permiso para ir a su tierra
en Navidad y en Todos los Santos.
Van y llevan flores a las tumbas.
Cuentan maravillas de la casa donde viven.

(Poemas publicados en TROPO 7, nueva época).

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