Por Edith García
Ella camina. La armonía en su andar es música pautada por el compás de las hojas secas que, a su paso, dibujan la nostalgia de los días vividos, la infancia olvidada, la juventud negada, el adiós a lo que ha sido y nunca volverá a ser. Esa tarde, Elisa se ha despedido de su cuerpo de mujer.
Ese cuerpo, contorno que delinea la suavidad de una promesa en vilo, de los besos ocultos, de lágrimas contenidas, de misterio encarnado. Ese cuerpo dejará de ser. Esa tarde de otoño es testigo del último andar dentro de esa funda de piel, cárcel encarnada, prisión de anhelos, condena no merecida.
Esa tarde, cada paso la acerca a lo que está destinada a ser, aquella en donde el viento fue cómplice, la tierra testigo; las lágrimas, agua salada que germina vida. Las hojas secas del otoño son los tambores iniciáticos que conspiran para dar la bienvenida al alma prisionera.
Aquella tarde de otoño Elisa coloca firma y huella digital aceptando cambiar su destino.
Corre la sangre por tejidos conocidos y ajenos. Mismos tejidos, diferente mensaje. La sinfonía ha cambiado, el ritmo es otro. La música invita a la danza entre cuerpo, alma y mente en sintonía.
Duele, duele cada pliegue, cada herida. El bisturí ha dibujado nuevos contornos que dan nacimiento a este nuevo ser de mediana edad.
Él se mira en el espejo y sonríe.
—¡Hola, Elías! Bienvenido, tanto tiempo esperando verte. ¿Te sientes solo? Lo entiendo, no siempre se comienza la vida a los treinta años. Pero aquí estamos. Te esperé, te sentí. Hemos estado juntos desde hace mucho tiempo, perdona haber tardado tanto. Tuve que amar, entender y acompañar a Elisa para podernos despedir de ella. Ahora ella vive en alguno que otro recuerdo. Ven, que te enseñaré algunas cosas; la vida nos está esperando.
Elías es ahora hormonas, canto y fuego. Habita dentro de tres capas de otro signo. Ropa, piel y uno que otro vello que a fuerza de tratamientos florece con ralo follaje en su pecho y rostro.
Del bolso a la cartera, de la blusa a la camisa, de la humedad y sangre al desierto fecundo de cactus erecto en el confín de la imaginación.
Elías crea y se recrea cada día, a partir de hoy hasta el último de sus días.
Han pasado treinta años desde que renació como Elías. Hoy festeja su cumpleaños número sesenta. Repasa las imágenes que cuentan el paso por la vida: amores, desamores, diversión, todo lo que integra una vida plena.
Las hojas de otoño ya no crujen a su paso. Pronto se jubilará. Ha planeado visitar Turquía. Desde siempre le ha cautivado esa tierra legendaria. Se ve como un sultán sobre corcel divisando el horizonte mediterráneo. Ahora recuerda aquel sueño recurrente; él es ese sultán sobre corcel que al amanecer observa al grandioso Gün Ana, que cambia de color, desde el naranja, rojizo, hasta el amarillo deslumbrante.
No habrá negro corcel ni es sultán. Pero pronto viajará a Capadoccia y se deleitará con esos amaneceres. Subirá a un globo aerostático y, de cara al sol, sonreirá y agradecerá por los sueños cumplidos. Se deleitará con delicioso cordero, beberá raki ahí donde Europa y Asia convergen, como en su vida pasado y presente unidos por un solo espíritu.
Aunque una sola, mi alma es mujer y hombre, máscara son. Con la muerte, mi cuerpo, ceniza será. Al final, mi alma libre andará, piensa Elías mientras imagina los días venideros y lugares a recorrer.
Seguirá una década màs por vivir, antes que la muerte le arrebate la carne y los huesos que circundan su cuerpo andrógino liberando a su espíritu, a su mente integrada y a la totalidad de su alma.
En el cielo, reconocerán su sonrisa plena que no es de hombre ni de mujer. Tropo
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Edith Beatriz García Martínez (1967). Psicóloga clínica. Radica en Cancún desde 1992. Ha publicado el libro de narrativa autobiográfica novelada “Con sabor a pan” (Editorial Ponle Acento, 2022). Ha participado en cuatro ediciones del maratón internacional de escritura promovido por Ediciones Endora, y recientemente cursó el diplomado en literatura en Literaria. Centro Mexicano de Escritores.
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Imagen. Autor: Alberto Angel el Cuervo. Título:”La Hojarasca”. Técnica: Óleo sobre masonite 85 x 100 cm., realizada a la espátula. Tomada sin permiso de la página de FB: Obra Pictórica De Alberto Angel el Cuervo.