Alaíde Ventura Medina. La reminiscencia de las cicatrices

 

Habib Sánchez

 

Una fotografía es un esqueje que al entrar en nuestra memoria florece con el perfume de recuerdos agradables o, por el contrario, con espinas que hacen ahínco en el dolor. En esta novela, pasa lo segundo.

Un puñado de fotografías que su hermano guardaba dará el empujón a un rompecabezas que la protagonista ha evitado a toda costa armar, su vida familiar. Las piezas son navajas y cristales, hieren y son frágiles: violencia doméstica, abandono, pérdida de la inocencia. El terreno es estéril para la infancia, pero no para una depresión silenciosa. Hay pocas victorias en el cuadro de esa batalla, y es que no pareciera que existan héroes, ni siquiera bandos.

Pero cómo hablar de una guerra de la que no sabes si ha terminado, donde incluso te aceptas como villano. Sí, nuestra protagonista podría estarnos mintiendo. Ella se reconoce como una manipuladora, porque las circunstancias la llevaron a ello, para pertenecer a una patria sanguínea y ganar el amor de un padre que odiaba. Un hombre que corrompió, humilló e intentó destruir todo rastro de la pureza de su familia. Lo que alimenta la duda, ante tan horribles memorias, ¿por qué entonces su hermano Julián había guardado esas fotografías?, una pregunta que también nos haremos nosotros los lectores.

Julián es quizá la otra cara de la moneda. Testigo silencioso del deterioro familiar, exiliado en sí mismo, su mudez psicológica contribuye con las panorámicas que escenifican la obra. Sus acciones, que son incomprendidas y le provocan recriminaciones por parte de su hermana, se vuelven evidentes gritos de auxilio para la sensibilidad del lector. Paseos furtivos a medianoche, total desapego por la higiene y nula interacción social lo muestran adolecido con su propia existencia.

Entre los rotos (Random House, 2019, 256 pp.) nos lleva por escenarios que van desde los campos taciturnos de Veracruz hasta los oxidados barrios de la Ciudad de México, por parques y escuelas públicas tan olvidados en nuestra adultez, pero muy presentes en nuestra infancia. Nos lleva por espíritus aislados en situaciones oscuras que incluso la profundidad se convierte en un vacío, donde la búsqueda de significado es tan presente que se vuelve algo mecánico y poco natural.

En esta obra, Alaíde Ventura —la más reciente ganadora del premio Mauricio Achar—, hace un retrato excepcional de algo que, desgraciadamente, es muy común, la violencia intrafamiliar y sus secuelas. Desde sus primeros trazos, nos advierte que el final no va a ser feliz, que nos golpeará. Un impacto que hiere, no porque nos sorprenda, sino porque es un manifiesto de algo que ocurre en la cotidianidad y quisiéramos, como sus protagonistas, evadirlo.

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Habib Sánchez. (Mérida, Yucatán. 1993). Ha tomado distintos talleres, incluyendo el de Creación literaria y Laboratorio de poesía del CCL. Participó en la coordinación del Festival de Cultura del Caribe 2017, zona norte. Becado del Festival Interfaz-ISSSTE, 2017. Librero de Gandhi Cancún.

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Reseña publicada en Tropo 23, Nueva Época, 2020.

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