Removal

 

Mariel Turrent

 

Removal es un término que en español significa: separación, extracción, supresión, eliminación, extirpación. Y es el término que se utiliza, hoy en día, para referirse a las deportaciones de inmigrantes “ilegales” o “aliens”. Palabras usadas a la ligera y sin responsabilidad, que se transforman en algo tóxico, venenoso.

Los niños perdidos de Valeria Luiselli (Sexto piso, 2016, 112 pp.) llegó a mis manos como propuesta para realizar esta reseña. De no haber sido así, jamás habría elegido este libro, pues no sé lidiar con el magno problema que trata —la migración infantil, algo que tengo muy cerca y que prefiero asumir de manera distante—. ¿Qué hacer con tantos niños vulnerables y vulnerados que cruzan la frontera día con día en busca de una mejor realidad? ¿Qué puedo hacer yo, desde mi trinchera, para ayudarlos? Esa es mi eterna pregunta ante estas tragedias. Como no encuentro una respuesta, como no veo la solución, prefiero no saber más: elijo que no disturben mi sueño, que no me lleven al insomnio, a la angustia al pensarlos trepados en La Bestia.

Prefiero imaginar que no existe esa criatura que va sola, a bordo de una camioneta atiborrada de desconocidos, reservando en cada respiro el escaso oxígeno que la mantiene viva; ese niño aterrado, sediento en pleno desierto, aguantando el último suspiro y deseando que la migra lo encuentre aún con vida —aunque eso implique el inicio de cientos de abusos y agresiones. No quiero enterarme de esa adolescente virgen a quien su abuela prepara con anticonceptivos, a sabiendas de que, el mínimo precio que pagará por llegar al otro lado, será el de ser violada. Por eso jamás hubiera elegido este libro. Y a pesar de todo, y del prejuicio con el que empecé a leer a Luiselli, desde la primera frase quedé cautivada.

“¿Por qué viniste a los Estados Unidos?” El ensayo inicia con esa pregunta, la primera de cuarenta que tiene el cuestionario de admisión para los niños indocumentados que cruzan la frontera solos. La autora debe traducir este cuestionario a los niños y obtener de sus bocas partidas y chimuelas el material que necesita para redactar una respuesta que conlleve a un proceso migratorio favorable. Pero los niños no saben eso, no saben qué deben decir y qué no. Son desconfiados, tienen el miedo soterrado y la humillación a flor de piel. El reto es convertir sus “historias rotas, revueltas, llenas de interferencia y tartamudeos”, en términos legales claros y coherentes que les permitan quedarse en Estados Unidos.

Solemos pensar que todo el que emigra a Estados Unidos lo hace buscando el sueño americano, y hasta nos cuestionamos cómo los padres dejan ir a los niños solos. Los niños viajan solos porque en su mayoría no cuentan con padres presentes y “buscan despertar de la pesadilla en la que nacieron”; cualquier destino les parece mejor que su realidad: las gangs, el crimen organizado y el narcotráfico que los persigue en sus países.

Luiselli nos va adentrando en el entorno y las historias migratorias de estos menores, mientras ella y su familia van por carretera de Manhattan hasta Cochise, en el sureste de Arizona, muy cerca de la frontera entre México y Estados Unidos.  A lo largo de este recorrido, en el que pretenden conocer el país del que están próximos a convertirse en ciudadanos, ella compara el proceso migratorio de estos niños con el suyo propio:

“El cuestionario de la Green Card tiene la inocencia de lo retro, la obsolescencia de ideologías pasadas, y recuerda la calidad granulosa que tenían las películas sobre la Guerra Fría que veíamos en formato beta. El cuestionario de admisión para los niños indocumentados, en cambio, es frío y pragmático. Está escrito como en alta resolución y es imposible leerlo sin sentir la creciente certidumbre de que el mundo se ha vuelto un lugar mucho más jodido.”

Straight to Hell”, de The Clash, es el leitmotiv de su viaje, y de este viaje narrativo en el que la acompañamos y nos platica desde la calma que le produce el saber que va por el camino correcto.

Narrado en primera persona, este ensayo nos lleva no solo a través de la odisea de los niños migrantes de una manera inteligente y ligera —en cuanto a su forma de narrar—, sino del mismo proceso que vive la autora, sus cuestionamientos, sus preocupaciones, la angustia y las dificultades que tuvo durante los tres años que vivió con su familia en Nueva York como indocumentada.

 “…chillan las ruedas metálicas y constantes de La Bestia —como si en su ascenso al norte mallugaran racimos de pesadillas—.”

Con un lenguaje metafórico escalofriante, Luiselli nos llena de imágenes para internarnos en el mundo que rodea a los indocumentados, pero al explicar los trámites de rutina, las políticas migratorias, las leyes, es sumamente clara y su construcción es sencilla. Así el lector fluye en este pequeño libro que transita de manera veloz, pero intensa, llevándonos a conocer el ICE —mejor conocido como la hielera—, The Door, la Border Patrol, a los civiles “dueños de ranchos privados que salen literalmente a cazar indocumentados”, y todo lo que van viviendo los niños ilegales en su proceso para convertirse en ciudadanos americanos.

La autora no pretende utilizar estas historias para provocar escándalos, su estilo dista mucho de ser sensacionalista. Por el contrario, es un análisis que instruye y permea en los lectores, haciendo que el sentido llegue a las profundidades de la razón y no se quede en el alboroto del sentimiento, sino que lo penetre, lo abarque y lo trascienda. Sin estigmatizar, sin dramatizar, con una sutileza narrativa que va soltando leves dosis de datos que nos hacen entender la magnitud del problema y sus dimensiones sin violentarnos.

Valeria Luiselli nació en México, y a los dos años, siendo su padre un diplomático mexicano, abandonó su país natal para ir a Corea del Sur, India y Sudáfrica donde conoció a Nelson Mandela, quien influyó en ella y en sus ideas.

Su familia siempre estuvo activamente involucrada en la política. Además, es la heredera del temple de mujeres activistas —su abuela se dedicó a ayudar a las comunidades indígenas mexicanas y su madre se mudó a Chiapas por unos años para unirse a los zapatistas—, por lo que a los diecinueve años decidió regresar a México para estudiar la licenciatura en Filosofía en la UNAM. Fue en ese tiempo que empezó a escribir, pero confiesa que nunca tuvo el apoyo de sus coterráneos.  “El ecosistema literario en México sigue estando dominado por un montón de viejitos y chavorucos que piensan que cada que se muere un tótem llega otro totemsito a ocupar un lugar. Y por supuesto, nunca hay lugar para una totemsita”.

En 2008 se traslada a la ciudad de Nueva York para estudiar un doctorado en literatura comparativa en la Universidad de Columbia. Luiselli lamenta la discriminación que aún existe en nuestro país frente a las mujeres en el ámbito de las letras, y que haya tenido que emigrar para ser tomada en cuenta. Fuera de México, ha encontrado más oportunidades.  Actualmente, es profesora en Hofstra University, da talleres y conferencias en Estados Unidos, México y otros países además de colaborar en diferentes medios, entre ellos una columna semanal en el diario El País, en España, donde aborda temas migratorios y de los movimientos sociales que se han generado desde que el presidente estadounidense, Donald Trump, tomó la presidencia.

Ha publicado los ensayos Papeles Falsos y dos novelas: Los ingrávidos, Sexto Piso, 2011 (que trata de una mujer y Gilberto Owen, que están desapareciendo y comparten nostálgicamente su pasado en Nueva York), ganadora del Los Ángeles Book Prize para primera ficción, y por la cual fue elegida por la National Book Foundation como una de los cinco mejores escritores de ficción menores de 35 años; y La historia de mis dientes, Sexto Piso, 2013 (escrita por encargo de la Fundación Jumex, que narra la historia del vigilante de la fábrica de jugos que para arreglarse los dientes decide incursionar en el mundo de las subastas de arte) incluida por The New York Times entre los 100 mejores libros de 2015, y finalista del prestigioso National Book Critics Circle (solo dos autores de ficción con obras originalmente en otro idioma han sido nominados en el pasado: Roberto Bolaño y W. G. Sebald).

A pesar de la gran aceptación que ha tenido su obra en Estados Unidos, le llama la atención que la mayoría de las respuestas que recibe vienen de México y a veces de Argentina. Lo único bueno de dedicarse a escribir es la libertad absoluta de pensar, de inventar, de vivir muchas vidas cada que te sientas frente a un manuscrito”, dice Valeria.

Los niños perdidos fue traducida al inglés bajo el título de “Tell me How it Ends An Essay in Forty Questions” y ha recibido varios premios y nominaciones, entre ellos: Los Angeles Times Book y American Book Award. Y a pesar de ser el testimonio de una realidad desesperanzadora, el ensayo me parece hermoso. Y cuando digo hermoso, no lo uso como lugar común sino en toda la extensión de la palabra: no solo por su forma, sino porque en el fondo quiere darnos la esperanza de que el mundo no está tan jodido como aparenta, que, dentro de todo, cuando los humanos entienden el problema, pueden sentir empatía y unirse para ayudar y hacer un cambio. De hecho, Valeria es fundadora, junto con sus alumnos, de la Teenage Immigrant Integration Association, donde apoyan a los niños y adolescentes inmigrantes para su integración a Estados Unidos.

Este libro también es la respuesta a mi pregunta de qué hacer desde nuestra trinchera: quien lo lea encontrará en él la evidencia de que la educación y la información pueden hacer una diferencia. Es también un llamado a la concientización, una pequeña obra maestra que deja en sus lectores un gran impacto.

 

Mariel Turrent Eggleton (México, D. F., 1967). Ha publicado los libros “Desde adentro” (aforismos) y “Cajón de muertes y amores” (cuentos), y “La jornada del viento” y “Desnudeces de agua” (poemas). Obtuvo el primer lugar en el segundo Concurso de Cuento Juan Domingo Argüelles (1999). Es autora de la novela Hasta el último vuelo (Malix editores, 2018). Correo-e marielturrent@gmail.com

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Reseña publicada en Tropo 22, Nueva Época, 2020.

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