Angélica Mercado
Describir es destruir,
sugerir es crear.
Robert Doisneau
La fotografía se ha transformado en un rito social: todos hacemos fotografías. A medida que se afirma la necesidad de representarse a sí mismo y lo que nos rodea, aparecen nuevas formas y técnicas que facilitan el acceso a una cámara y el uso de ella. Ya sea culto a la individualidad, experiencia capturada o conmemoración de logros, la fotografía es de uso popular; de hecho, hoy en día es más probable que tomes una foto y la envíes, a que escribas un mensaje o hables por teléfono. Tan acostumbrados estamos a ella que al verla es frecuente olvidar que no se trata de lo fotografiado sino de ella misma: fotografía.
Hacer conciencia de esta naturaleza, comprenderla en su valor estructural, es parte de la cultura fotográfica, común al fotógrafo y al espectador. Dado que la fotografía requiere, para su evolución, como cualquier otro lenguaje, de la constante evolución del emisor y del receptor, se hace evidente la importancia de comprender su lenguaje, tan complejo como maravilloso.
En el lenguaje visual como en el escrito se construyen mensajes a partir de la organización de un cuerpo de datos. Así como las palabras forman textos, los elementos visuales forman significados. Cuando vemos una fotografía dependemos de nuestro contexto cultural, formación académica y experiencia personal para traducir la imagen en signos y símbolos que reconocemos como constantes. Por ejemplo, la fotografía de esta página de Fred Lyon para Vogue. Sabemos que es la imagen de una escalera, la reconocemos de inmediato, pero, a la vez, la ignoramos, pues evoca otra cosa: son formas compuestas de tal manera que el espectador interpreta una sensación de ritmo y estabilidad a la vez; por lo tanto, agrada y la reconocemos como bella.
La composición es un juego de complejidad y sutileza que no son obvias a primera vista. Proporción y armonía refieren belleza desde que los antiguos griegos definieron matemáticamente la perfección. De ellos arranca la fijación de conceptos y principios que fundamentan el arte. El acto de crear belleza consiste desde entonces en lograr la armonía de las partes dentro de un todo. Al componer una imagen, el fotógrafo determina el significado de la misma, ordena los elementos visuales dentro de un cuadro para crear un lenguaje en el que los planos y ángulos de toma contribuyen a intensificar su concepto visual. Lyon compuso esta fotografía de tal forma que nuestra mirada recorre una espiral creando la ilusión de equilibrio armónico, la gama de grises balancea el peso visual de forma proporcional reafirmando la sensación de estabilidad e insinúa profundidad.
La fotografía, por estar contenida en una superficie bidimensional tendrá siempre que engañar a nuestra vista fingiendo una tridimensionalidad físicamente imposible en un soporte plano. Sabiendo que la perspectiva no existe en el espacio real y solo en el cerebro del espectador. El fotógrafo debe valerse de su mirada atenta a la luz para recrear la sensación de volumen y de su conocimiento sobre los efectos perceptivos del punto y la línea para simular profundidad. Al ver la fotografía de Lyon percibimos la sensación de un espacio tridimensional por la disposición de líneas que convergen en un punto de fuga representado por el círculo blanco que, por su tamaño relativo, refiere distancia.
Resulta obvio pensar que Lyon dependió de una escalera para realizar su composición, lo que nos lleva a considerar el contenido de una imagen; es decir, el contexto o entorno sugiere la composición y esta ayuda a exponer el mensaje. Entre el contenido de una imagen y su composición hay una relación dinámica que se puede aprovechar en un sentido creativo, como en el caso de la fotografía de Lyon: su fuerza reside en la composición. Sin embargo, una fotografía como “la niña afgana” de Steve McCurry impacta de inmediato por su contenido; lo que la hace especial es que McCurry no solo representa el acontecimiento sino también nos invita a comprenderlo; lejos de marcar distancia, la anula. Composición y contenido actuando como fuerzas complementarias.
Una fotografía creada a conciencia es el resultado de un proceso complejo que no solo implica la aplicación del conocimiento referido, sino también sensibilidad e intuición. Afortunadamente, saber ver no es una cualidad exclusiva del fotógrafo experimentado; aprender a ver moldea nuestra forma de concebir el mundo, transforma nuestras ideas y permite expresarnos, lo que hace de este aprendizaje una necesidad fehaciente para establecer una comunicación más clara y comprensible, o bien, para ver una fotografía y reconocer su valor. Después de todo, la belleza de una fotografía depende también del ojo de su espectador.
Angélica Mercado. Fotógrafa independiente, egresada de la Escuela Activa de Fotografía y docente de historia del arte, fotografía y técnicas de laboratorio blanco y negro. Colabora para Luces (del Siglo) de grupo Reforma.
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Ensayo publicado en Tropo 10, Nueva Época, 2016