Vanesa González-Rizzo Krasniansky
América Latina se encuentra en un momento crucial de su historia en materia de derechos ciudadanos. En varios países del continente se discute con mucha fuerza la posibilidad de que las mujeres y las personas gestantes que no se autodefinen como mujeres[1], decidan si continúan un embarazo o lo interrumpen. Uno de estos países es Argentina, donde nació en 2015 el movimiento Marea Verde, que se distingue por sus emblemáticos pañuelos verdes y porque ha cobrado enorme fuerza. La importancia de este movimiento feminista —y de otros surgidos en nuestra región— es que pone de nuevo al frente preguntas centrales. ¿Quién decide sobre mi cuerpo, por qué se decide, para qué?
Ya Michel Foucault reflexionó ampliamente sobre el poder ejercido en los cuerpos, al plantearnos la idea de un cuerpo que nace dividido: no sólo separado de otros, sino también dividido en su sí mismo. Un cuerpo que sufre los embates de los “órdenes de poder”[2] que es la forma en la que los seres son controlados, sujetados a un orden no sólo de leyes, sino también de costumbres, el orden que toda sociedad impone a sus miembros para indicarles por dónde habrán de caminar o para saber a qué podrán resistirse. Cada momento histórico produce diferentes dispositivos que implican control.
Foucault también aportó grandes ideas en torno a la sexualidad y el dominio que de ella se ha intentado realizar a partir del siglo XVI, cuando se comienza a regular el contacto entre los adultos y los infantes, por ejemplo. Los cuerpos importan, pero —como nos interpela Judith Butler— ¿qué cuerpos importan? Acaso ¿todos importan de la misma manera? Es evidente que no. La discriminación sobre algunos cuerpos es una constante. De ahí, la maravillosa consigna de las y los activistas, quienes afirman: “todos los derechos para todas las personas”, y que aún es una utopía.
Mantener el control sobre los seres de una sociedad es y ha sido nodal para sostener los sistemas desde los que los seres humanos se relacionan. Los cuerpos de las mujeres han recibido en este trayecto especial control. Son los cuerpos gestantes, los cuerpos que reproducirán a la especie los que tienen un interés primordial. Allí hay un valor inmenso desde varios ángulos para el sistema capitalista y patriarcal en el que nos encontramos. Si hacemos un breve recorrido histórico será fácil descubrir cómo son los hombres quienes deciden los lugares que deberán ocupar las mujeres. Son ellos los que opinan si ellas pueden o no aprender a leer, si les es permitido votar, si merecen ganar lo mismo que ellos o hay que colocarlas en un lugar inferior en toda la cadena de representaciones simbólicas y reales que conforman una sociedad. Es allí donde el movimiento feminista se gesta, en el reclamo por derechos básicos para al menos la mitad de la población. Un movimiento que en su época moderna tiene más de 300 años y que con grandes esfuerzos va consiguiendo derechos que estaban destinados sólo a los varones. Tan sólo en México las mujeres lograron votar apenas en 1953, lo que ejemplifica las dificultades que se han enfrentado para la adquisición de derechos elementales. Se escribe fácil pero piensen que sucedió hace tan sólo 65 años.
Son hombres los que deciden si ellas pueden contar con derechos fundamentales. Son ellos quienes toman nuestros cuerpos como objetos y deciden si les será permitido pasearse como trofeo, enarbolarlos como divinidades, purificarlos o eliminarlos. México es el escenario en el que suceden al menos 50% de todos los feminicidios en América Latina, hay siete feminicidios cada día, y el nivel de impunidad supera 95% de los casos[3].
La violencia sistemática hacia el cuerpo de las mujeres es una constante, principalmente en el territorio de la sexualidad. Los acosos, vejaciones, violaciones y otras expresiones violentas —lo que se conoce como violencia feminicida— tiene como campo de batalla el cuerpo de las mujeres. ¿Cómo no buscar escudarse, organizarse, revelarse frente a la magnitud de estos hechos? ¿Cómo quedarse calladas si nos están matando?
Disfrutar de nuestro cuerpo con libertad es un ejercicio emancipatorio en el mundo de hoy. Tomar las riendas de nuestra sexualidad y decidir con quién, cuándo, cómo y dónde vivirá ese cuerpo sus disfrutes, es revolucionario en un mundo que insiste en ordenarlo. En materia de salud sexual y reproductiva tenemos mucho por hacer. Las mujeres de América Latina, y específicamente de México, hemos de librar varias batallas para poder llegar al ejercicio libre y respetuoso tan anhelado.
Es después de la Segunda Guerra Mundial cuando se redactó la Declaración Universal de los Derechos Humanos y es hasta la segunda mitad del siglo XX cuando se elaboraron documentos básicos de derechos humanos como la Convención de los Derechos de la Infancia (1990) o la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, 1971). En el terreno de la reproducción hubo avances significativos como la plataforma de acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (El Cairo, 1994) y la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijin, 1995). Esos documentos obligan a los gobiernos que los suscribieron (entre ellos México) a asegurar el derecho a la salud reproductiva de sus poblaciones. En ellos la persona deja de ser considerada como mero vehículo para la supervivencia de la especie y aparece como individuo autónomo con derecho a ejercer o no la reproducción y a que sus decisiones en este ámbito sean respetadas y protegidas. De ese modo, ofrecen, entre otras cosas, una base para defender legalmente la separación entre la sexualidad y la reproducción.
El concepto de salud reproductiva se refiere principalmente a la sexualidad genital en el contexto de las relaciones heterosexuales y deja de lado otras formas de ejercicio de la sexualidad. Por ello, las y los activistas desde finales del siglo pasado han empujado la categoría de derechos sexuales para que cobre aceptación jurídica. En este debate se han ido definiendo aspectos del ejercicio de la sexualidad, cuya protección legal no puede negociarse. Hoy sabemos que no debemos renunciar al derecho a que las personas podamos disfrutar de nuestra sexualidad sin violencia, sin discriminación, sin coacción, cuando y con quien lo deseemos, sin estar atadas a la posibilidad de reproducción, en condiciones de seguridad para nuestra salud, con información y mediando el acceso a servicios de salud de la más alta calidad posible.
En otras palabras, es preciso defender jurídicamente el concepto de derechos sexuales, puesto que da cobertura a la diversidad y la pluralidad de los cuerpos, los deseos y las circunstancias de todas las personas. Se trata de defender el ejercicio de la sexualidad en un mundo plural, siempre y cuando no dañe la dignidad de las personas[4].
En este marco se incluye el derecho a interrumpir voluntariamente un embarazo; y también el que las personas a favor del derecho a decidir sobre los cuerpos planteen que legalizar el aborto no obliga a nadie a hacerlo. El tener leyes que garanticen este ejercicio posibilita que cada persona tome el camino que le resulte mejor para su vida, de acuerdo con su contexto, sus creencias y sus necesidades en el momento enfrentan la decisión. La posibilidad que se brinda al legalizar el aborto implica que las mujeres no sean criminalizadas por practicarlo y reciban atención a su salud con calidad y dignidad si se encuentran en esta situación.
De acuerdo con un estudio realizado por el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) en el año 2013, las muertes maternas por abortos inseguros representó la cuarta causa de muerte materna por grandes grupos de causas.[5] Tenemos que salvaguardar la vida de las mujeres, permitir que las personas sean dueñas de sus cuerpos, que cada quien tenga autonomía y libre decisión sobre lo que sucede en su territorio más íntimo. Evitar la muerte materna es una obligación de los gobiernos.
¿Por qué es tan difícil hablar del aborto voluntario cuando es una práctica que acompaña a la humanidad? ¿Por qué es tan difícil que las mujeres en México se enteren de que el aborto es legal en todo el país, si el embarazo es producto de una violación? ¿Por qué resulta tan complicado ejercer este derecho? ¿Acaso la falta de información, la tergiversación y la dilación son otras formas de control sobre nuestros cuerpos?
¿Por qué en Quintana Roo las mujeres no saben que hay cuatro causales legales para practicarse un aborto, que son:
I. Cuando sea resultado de una conducta involuntaria o accidental (a ello le dicen culposa) de la mujer embarazada.
II. Cuando el embarazo sea resultado de una violación.
III. Cuando a juicio de cuando menos dos médicos exista razón suficiente para suponer que el producto padece alteraciones genéticas o congénitas, que den por resultado el nacimiento de un ser con trastornos físicos o mentales graves, o
IV .Cuando a juicio del médico que atienda a la mujer embarazada, sea necesario el aborto para evitar un grave peligro para su vida.
¿Por qué en nuestro estado las leyes locales no se homologan con las leyes federales para evitar las confusiones de las y los servidores públicos? De esta manera sería más sencillo implementar la NOM 046, que hace ya dos años se modificó y que eliminó los requisitos en los casos de violación, de presentar una denuncia y obtener una autorización por parte de una autoridad competente para acceder al aborto; también se eliminó el requisito del consentimiento de padre, madre o tutor, para menores, a partir de los 12 años.
Es urgente re-pensar las políticas públicas en materia de derechos sexuales. Es urgente que a las mujeres se les permita conocer sobre sus derechos y que se realice un ejercicio ciudadano de información científica y laica sobre el aborto impulsado por las autoridades correspondientes. Tener una ciudadanía educada que aboga y ejerce sus derechos es fundamental para cualquier estado y país. Dar a conocer estos derechos es una obligación.
Hoy la #MareaVerde está en México, está en Quintana Roo y el movimiento feminista se encarga de sostenerla como una lucha por el derecho a la libertad. No intentemos tapar los oídos y desvirtuar las exigencias. Afrontemos este oleaje con la madurez de una sociedad que cada día quiere mejores condiciones para su gente. Dejemos de pensar en las mujeres como ciudadanas de segunda y abramos el debate, la conversación, el intercambio de ideas. Hagamos de este ejercicio una forma de vida. Demos entonces espacio para que el aborto deje de ser estigmatizado y pueda ser nombrado como lo que es, una decisión responsable.
[1] El término que se propone de personas gestantes o personas embarazadas permite la inclusión de personas intersexuales y personas trans que no se autonombran necesariamente mujeres.
[2] Véase la serie de conferencias reunidas en Foucault y el poder. García Canal, María Inés. UAM Xochimilco, México, 2005.
[3] Véase La Violencia Feminicida en México aproximaciones y tendencias 1985-2016, realizado por ONU Mujeres y el Instituto Nacional de las Mujeres, presentado en marzo del 2018.
[4] Parte de las ideas enunciadas aquí sobre los derechos sexuales fueron tomadas de: “Los derechos sexuales son derechos humanos”, texto de Bernal, Gloria Elena, en Sexualidad y Derechos, Cartas de navegación ILSB, México, 2004.
[5] Véase informe 2015. La muerte materna en México. GIRE, revisado 20 de agosto en http://informe2015.gire.org.mx/#/muerte-materna-mexico
Vanesa González-Rizzo Krasniansky. Psicoanalista con más de 18 años de experiencia clínica en el tratamiento de bebés, niños, adolescentes y adultos. Fundadora en 2005 del Espacio de Desarrollo Infantil e Intervención Temprana (EDIIT) en la Ciudad de México. Miembro activo de la Asociación Mexicana para el Estudio del Retardo y la Psicosis Infantil (AMERPI), integrante de la Asociación Mundial para la Observación de Lactantes. Ha sido docente en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, la Universidad La Salle Cancún, y la Universidad Marista de Mérida, entre otras instituciones.
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Ensayo publicado en Tropo 18, Nueva Época, 2019.