Cristian Poot
El haikú es un pequeño óleo de la naturaleza, un nido en el desierto de sílabas en tres escalones, señala el poeta peruano Miguel Ángel Zapata. El haikú, además del oficio inherente al uso de la métrica (5-7-5), es una experiencia sensitiva y anti-intelectual. Es una sabiduría que pasa por la fisicidad del poema. En palabras de Takayama: “nos enseña a ver la inestabilidad de las cosas y de la vida humana”. Los estudiosos del haikú enumeran una serie de temáticas que éste aborda. Sin embargo, Basho, creador del género, considera que al haikú hay que buscarlo en las cosas que a uno le rodean.
En este contexto, el libro Nueva tierra de José Antonio Íñiguez (Edidiones O, Mérida, Yucatán, 2017, 75 pp.) propone una conversación estrecha con la tradición japonesa del haikú. A lo largo de la manufactura de estos versos, el poeta gana con creces el título de haijín, como se le nombra al poeta del haikú. Lo anterior debido a que demuestra un amplio dominio de la métrica necesaria para la escritura de este género poético, pero además porque es capaz de compenetrarse con los elementos del entorno, dejando a éstos hablar por sí mismos.
En un análisis escueto se puede comentar lo siguiente. El epígrafe del libro anuncia la temática cíclica, situando al lector en el inicio de la cuenta. Pero también inicia el diálogo con la tradición japonesa del haikú, ya que el haikú utilizado por Antonio como epígrafe, pertenece a Shiki Masaoka (1902), creador del término haikú que se empezó a emplear a partir del siglo XIX, cuyo antecedente es el término haikai, utilizado desde el siglo XVI. Cito el epígrafe:
Cada año nuevo
cielo y tierra en armonía
el primer día.
Por otro lado, este libro se configura en tres apartados: “Tiempo de lluvia”, “Solares” y “Nueva tierra”. En el primer apartado “Tiempo de lluvia”, el primer haikú empata con lo anunciado en el epígrafe. El haikú que hace alusión a copos de nieve deja asomar el desenfado, propio de la voz poética del autor. El ánimo del haikú se asemeja a Kobayashi en la medida que parte de lo natural, pero toma en cuenta que lo natural ha sido modificado por el hombre, donde la realidad es moderna y existen términos como “glamour” que forman parte del ideario moderno:
Copos de nieve
en las ramas de un pino.
Eso es glamour.
Otra de las herramientas que utiliza el haijín es la transfiguración, que también Buson solía utilizar en algunos de sus textos. En el siguiente haikú de Antonio Íñiguez ocurre lo apenas mencionado:
Bajo la lluvia
dos paraguas abiertos,
como dos lirios.
Al menos dos de los haikús de este apartado comparten elementos del escenario que el propio Basho utiliza. A continuación, uno de los poemas más conocidos de Basho:
Un viejo estanque:
Salta una rana ¡zas!
Chapalateo.
El siguiente poema de Antonio Íñiguez hace referencia directa al haikú anterior, haciendo una especie de homenaje a Basho. Remarcando el diálogo de este libro con la tradición japonesa del haikú:
Quieta la rana
al borde del estanque.
¿Espera a Basho?
En el apartado dos, “Solares”, hay una agudeza del haijín para conectarse con los elementos del mundo. Una suerte de actitud acorde a la expresión del arte zen, una compenetración del hablante lírico con cuanto lo rodea, dejando que las cosas hablen por sí mismas. Cito los siguientes poemas:
(1)
Silencio en casa.
(El viento en las cortinas
me contradice).
(2)
No sabe el árbol
si cantar o dar frutos.
Tarde de marzo.
En este segundo apartado, uno de los haikús es dicho desde una voz acorde al tipo de haikú llamado “existencialista y social” con fuertes influencias de la II Segunda Guerra Mundial. En el caso de Íñiguez, esto significa una postura curiosa e inquisitiva por comprender el entramado de la realidad social, pero ejerciendo a la vez un acto de amor y compasión por su realidad inmediata:
Si no al sol,
¿a quién le canta el gallo?
Cuéntame, obrero.
En el apartado final, “Nueva tierra”, aparentemente hay una ruptura con la voz del haijín de los apartados anteriores, en el sentido de que ahora aparecen elementos retirados del verdor, de la hojarasca, del estanque y todos aquellos elementos naturales. O bien, se hace visible la problemática ambiental de la era moderna. Como ejemplo, los siguientes poemas:
(1)
Deshuesadero:
en una llanta grazna un pájaro
¿de otro mundo?
(2)
Por pura estética
un hombre corta un árbol
en la avenida.
Sin embargo, elementos de la era moderna como el televisor, o escenarios como un deshuesadero, que justamente se hacen presentes en este último apartado, aún continúan con el diálogo propuesto con la tradición japonesa desde el principio del libro. Prueba de ello, Issaa Kobayashi, uno de los haijines más sobresalientes precursores de la tradición japonesa del haikú, presenta poemas que conversan también con la problemática moderna:
(1)
Se han abierto las flores:
no las merece
el mundo.
(2)
Brisa de otoño,
según mi brújula
mi choza está detrás del monte.
Para finalizar y tomando en cuenta lo anteriormente expuesto. El libro Nueva tierra de José Antonio Íñiguez es una oportunidad para acercarse a la agudeza del haikú, ya que es un libro que deja hablar a los elementos del mundo, expresando el punto de intersección de lo momentáneo con lo constante y eterno.
Cristian Poot (Felipe Carrillo Puerto, 1992). Autor de los poemarios Nostalgia de pájaros, 2015; e Infancia remota, de próxima publicación. Compilador de la revista literaria Literachere, 2015. Antologado en Desde los siete azules, 2016; Contramarea: breve antología de poesía joven de Quintana Roo, 2018; entre otros. Mención honorífica del Premio Nacional de Cuento Breve del Tecnológico Nacional de México; becario del encuentro peninsular de escritores Festival Cultural Interfaz-ISSSTE, “Los Signos en Rotación” realizado en Yucatán; y mención honorífica del Premio Estatal de la Juventud de Quintana Roo, categoría Expresiones Artísticas y Artes Populares.
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Reseña publicada en Tropo 19, Nueva Época, 2019.