David Miklos. El celo de las bestias

 

Mariel Turrent

 

“La casa estaba aislada en el pequeño cerro.

Nadie acusó los gritos ni los golpes,

los bramidos acallados por la distancia.”

 

Brama nace del humo: de una columna de humo imaginada por la frustración del autor al sopesar sus últimas cuartillas escritas y su deseo de echarlas al asador y encender la leña. A partir de esa idea de una columna de humo como señal de una consumación (descrita en el primer episodio de Brama) surge un turbulento rio en el que de pronto, dice Miklos, se vio navegando con soltura y emoción.

Así, con soltura y emoción empecé a leer Brama (Tusquets, 2012, 121 pp), sin saber nada de Miklos, más intrigada por lo que había desaparecido en aquella pira de fuego. Apenas pisé las primeras líneas, me fui adentrando en una casa vacía, cuyo misterio me fue envolviendo. Sus personajes poco a poco se fueron pronunciando y comprendí que brama no era otra cosa que el celo de las bestias que habían habitado los muros de la elocuente casa. Ya era muy tarde para huir, el relato me había atrapado.

Siete personajes, siete narradores en primera persona, siete capítulos: La Casa: abre con puntual intriga sus puertas y nos atrapa; András: la bestia menor lastimada y vengativa; Béla, la bestia primogénita, de insoportable virilidad transgresora, “hambriento de sangre”; Milena: la elegida y la antorcha que prende el incendio; Marina, la obsesión y la venganza. Y los progenitores, “mezclados en sendas urnas sobre el hogar de la casa”: Tibor, el padre aburrido “de miembro colosal” y Moira la madre, “de apetito insaciable, de hembra en brama”. A través de ellos, se van develando los hechos y, como un rompecabezas, se va articulando la historia de una familia arrastrada por el constante celo de Béla. Una narración que cuenta los hechos brutales desatados por la ira y el incontrolable apetito carnal de una forma tan rápida y vertiginosa que uno logra salir de ahí casi ileso.

Con un lenguaje intrigante y misterioso, David Miklos nos adentra en un mundo silencioso, frío, que tras la tensión va descubriendo incógnitas. Un holocausto íntimo invita a que el lector participe, descifre, busque señas, siga pistas. Sus siete narradores nos involucran, nos hablan, nos cuestionan y nos ocultan para después mostrar de manera descarnada e impúdica “Una fuente pudibunda, pienso, como el pezón oculto de una teta”

Con precisión obsesiva el autor describe el ambiente y nos envuelve con su vocabulario meticulosamente elegido para perturbar. El propio Miklos  (San Antonio, Texas en 1970) afirma: “Me interesan las historias de familia, pero sobre todo cómo algún miembro está desvinculado del resto por distintas circunstancias y busca reintegrarse al flujo del tiempo.”

No diré más. Brama es sin duda una novela genial, de esas que me encanta recomendar. Una novela que no se pueden contar, se tiene que leer. Porque leer a Miklos es una experiencia perversa, íntima e individual.

 

Mariel Turrent Eggleton (México, D. F., 1967). Ha publicado los libros “Desde adentro” (aforismos) y “Cajón de muertes y amores” (cuentos), y “La jornada del viento” y “Desnudeces de agua” (poemas). Obtuvo el primer lugar en el segundo Concurso de Cuento Juan Domingo Argüelles (1999). Correo electrónico: marielturrent@gmail.com

 

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Reseña publicada en Tropo 17, Nueva Época, 2018.

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