L.M. Oliveira. Maldito seas, por todo lo que me hiciste

 

Miguel Miranda

 

¿Ha tenido usted alguna vez deseos de venganza?, ¿las ganas de cobrar revancha por algo que alguien profirió contra usted?, ¿algún méndigo fulanito se burló de usted llevándose algo íntimo e inmaterial que le trastornó la vida? Muy probablemente quedó usted tan enchilado que ha emprendido extremas medidas vengativas, las cuales pueden ser configuradas de la siguiente manera: la reactiva (en caliente ni se siente), la ofensiva (vas y chiflas a tu máuser, jijo de tu tal por cual) y la venganza fría (igualita a la del Conde de Montecristo).

Si su respuesta a las preguntas anteriores fueron afirmativas, El oficio de la venganza (Alfaguara 272 pp. 2018) es una novela para usted, y más si pertenece al subgénero de los vengativos fríos y acuciosos que inclusive se mantienen actualizados e informados con textos como los de Alexandre Dumas o películas de Quentin Tarantino.

Para ir poniendo en sintonía al lector, Luis Muñoz Oliveira (Ciudad de México, 1976) siembra una cantidad de páginas nunca antes vista con epígrafes sobre la venganza; desde el ya citado Dumas y Confucio, Melville, hasta Luis de Cáncer, un monje español que durante la conquista decidió evangelizar sin violencia a los aborígenes de La Florida. El escritor deja en claro que a pesar de que la venganza es una pasión humana que define a la especie, hay mucha tela que cortar todavía.

La historia comienza en la acción final, donde Aristóteles Lozano, el protagonista principal (y narrador de la historia) llega al bosque michoacano a cobrar la revancha final en una situación inesperada. Junior que ha perdido a sus padres muy joven y heredado una productiva fábrica de tinacos (junto con su único hermano), tiene medios económicos que le permiten una vida de holgura y comprar un departamento en la colonia Condesa. De manera rocambolesca y mediante saltos de tiempo, el protagonista, crítico literario que firma con seudónimo, también es poeta. No ha publicado un solo poema porque sin decirlo, admite que tiene una vocación menor; es un mal poeta. Aristóteles conoce a Julieta, escritora pragmática, guapa, joven y exitosa quien podría ser la “niña de oro” de la literatura mexicana contemporánea. A pesar de su timidez, el protagonista la enamora y mantiene con ella una relación seria y buena. Paralelamente, ambos establecen un vínculo con Cristóbal (estafador de poca monta, siniestro, calculador y místico) que inicia un triángulo donde sucede el detonante mayor para una venganza: la traición.

Cristóbal provecha que Julieta ve en Aristóteles una relación cómoda pero aburrida como el chorizo de soya, por lo que lo traicionan robándole todo lo material y lo más valioso: lo inmaterial. Un buen día, el falso poeta se ve sin novia casadera y sin el amigo que lo alentaba, por lo que sobreviene una transformación: de tímido e inseguro pasa al terreno de lo audaz; el virus de la venganza fría se ha inoculado en su alma.

A partir de aquí, las páginas de El oficio de la venganza cobran sentido y sumergen al lector en un road trip que el protagonista emprende por diferentes partes del mundo para ir fraguando una venganza lenta, tan lenta como un buen asado argentino.

La novela está llena de guiños a la literatura vengativa y sumergirá al lector en una divertida narración que lo transportará por lugares que van desde Guanajuato hasta Isla Mujeres, Campeche, Roma, Mendoza o Chicago; Aristóteles, el personaje, teje su venganza como un Edmundo Dantés del siglo XXI.

M. Oliveira es investigador y ensayista que también escribe novelas; se le puede considerar como un escritor de la nueva ola milenial de escritores mexicanos como Emiliano Monge o Julián Herbert. Si le gusta El oficio de la venganza, lea Resaca (Literatura Random House, 2014), y no pierda la pista de estos escritores que sin duda están generando una sólida y briosa literatura mexicana contemporánea.

 

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Reseña publicada en Tropo 17, Nueva Época, 2018.

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