Neil Gaiman. Ilustrado con magia negra

Habib Sánchez

 

Neil Gaiman es un autor británico multifacético que ha escrito novelas, cuentos, poesía, cómics y guiones para cine y televisión, siendo laureado en diversas ocasiones. Sus escritos siempre vienen acompañados de asombrosas portadas o ilustraciones internas logradas por las mentes de artistas como Dave McKean, quien colaboró con él en Sandman, una de las novelas gráficas más premiadas y considerada de culto en el medio. Otro ilustrador con el que ha hecho mancuerna es Chris Riddell, quien hizo una reinterpretación de Coraline y ha colaborado con portadas para otros libros de Gaiman.

La joven durmiente y el huso (Salamandra, 2015, 72 pp.), es un libro que a primera vista reconoces, ya que combina dos cuentos que son muy identificables. Aunque se podría considerar que el escritor hace uso del retelling para darnos una versión nueva de los mismos, la verdad es que no. Gaiman nos obsequia una historia aparte que toma como base elementos de los clásicos infantiles e hilvana una conexión entre ambos y hace una continuación del “y vivieron felices…”.

Chris Ridell por su lado encanta visualmente con su arte durante el transcurso de la narración. Las imágenes forman una perfecta simbiosis entre lo tétrico y la belleza. La entrega del artista se muestra en su obsesión por el detalle, retratando minuciosamente cada hebra capilar, cada uno de los árboles en la panorámica de un mapa o incluso las hojas en una enredadera. Los dibujos tienen un acabado estilizado en sus trazos, con líneas precisas que marcan los contornos de los personajes. La paleta de colores escasa (solo blanco, negro y dorado en ocasiones) hace una perfecta sinergia con todo el arte, aportándole un perfil de sobriedad a toda la obra, que cautiva a lectores de diferentes edades.

La obra tiene matices que buscan atraer a distintas audiencias. Tiene el enfoque de un cuento clásico, con ese toque de terror que busca asustar a los lectores jóvenes con las consecuencias de la desobediencia o la curiosidad ociosa. Por otro lado, tiene pequeñas pinceladas de feminismo con una heroína, de personalidad determinada, que pone a un lado sus arreglos prematrimoniales por asuntos que considera de mayor importancia, además de no ser ella la damisela en peligro, abandonando la imagen del caballero que llegará en algún punto a rescatarla; de hecho, hay una ausencia de protagonistas masculinos durante la narración. También abarca un poco de existencialismo, abordado en los predicamentos de la unión en un matrimonio y los cambios futuros que acarrea la decisión o la libertad de elección en la vida.

El cuento empieza en las vísperas de la boda de la gobernante de un reino que se ve amenazado por la extraña enfermedad del sueño. La reina emprende un viaje con el objetivo de salvar sus dominios y descubrir el misterio del padecimiento que azota a sus súbditos. Ella intuye que, al haber sido atacada por una maldición similar en el pasado, ningún otro hechizo de ese tipo puede afectarle, lo que no la hace dudar de su riesgosa aventura. Durante la misión, habrá pequeñas dosis de humor, impartidas por los seguidores de la joven o el propio narrador; otras de acción, como la huida de una turba de sonámbulos infectados o un paseo con lobos; y una pequeña de erotismo, escondida en la solución para disolver un maleficio.

Un libro que merece estar en la colección de cualquiera, ya que cada página es tejida por el hilo brillante de una rueca encantada en la mente de Neil Gaiman.

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Reseña publicada en Tropo 13, Nueva Época, 2017.

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