Svetlana Larrocha
Dar y recibir palabras de amor, por ingeniosas y shakesperianas que sean,
es una estratagema propuesta por poetas poco hábiles con la polla.
Si eres capaz de permitir que un hombre te dé por el culo
—y sólo debería concederse ese privilegio al amante realmente sensible—,
aprenderás no sólo a confiar en él, sino también en ti misma,
sin ejercer el menor control. Y allí donde
no hay control, está Dios.
TONI BENTLEY
La rendición (The surrender, an erotic memoir, 2004), de Toni Bentley, es la historia de una mujer que llega a Dios, ni más ni menos que a través del sexo anal. Deseado por casi todos los hombres, practicado por algunas mujeres (que nunca lo admitirán), el carácter de tabú del sexo anal proviene —como la mayoría de los tabúes sexuales— del “libro de libros”: la Biblia.
Prohibiciones bíblicas relativas al sexo han sido igualmente la homosexualidad, la masturbación (onanismo), el sexo oral y el coito interrumpido, ya que van en contra del precepto “divino” de la reproducción.
Ahora, se dice, esta forma de placer sexual se ve más como un “juego” erótico entre amantes, aunque algunos reticentes a su práctica digan que “solamente” podrían practicarlo durante la menstruación de su pareja sexual. Otras variantes son el pegging (practicado por mujeres para penetrar con un arnés y un dildo a su pareja), el rimming (conocido más como “beso negro”) y demás posibilidades.
Término derivado de Sodoma —la ciudad que, según el Génesis, fue destruida con fuego por Dios, junto a Gomorra, a causa de sus pecados—, la sodomía ha sido abordada en la literatura por autores universales como el Marqués de Sade, Boccacio y Guillaume de Apolinaire, y más recientemente por el bonaerense Marcelo Birmajer, quien —siempre en la colección “La sonrisa vertical”— ha publicado Eso no (Tusquets Editores, 2003), relatos donde esta práctica “herética” es el tema.
Otros detractores del poedicare, llamado así en la antigua Roma, aducen que el ano es “un lugar sucio”; que hacerlo por esta vía causa infecciones para quien penetra y desgarros para el (la) penetrado (a). Finalmente, lo ilícito siempre termina haciendo daño, ¿no?
Sin embargo, para muchos amantes del porno, este tipo de penetración es un atractivo visual irresistible —sólo superado por las escenas lésbicas, claro—. En el cine comercial y de arte, diversos directores han incluido escenas de este acto, también llamado “contra natura”, hetero y homosexual: Ingmar Bergman en El silencio (Tystnaden); Bertolucci en El último tango en París (Last tango in Paris), con la famosa escena de la mantequilla…; Paul Verhoeven en Basic instinct (Bajos instintos); Ang Lee en Secreto en la montaña (Brokeback mountain); y, recientemente, Lars Von Trier en Nymphomaniac.
Por otra parte, la violación anal es el antecedente de donde parten varios célebres trabajos fílmicos, entre ellos Irreversible (Irréversible), del argentino Gaspar Noé, donde se muestra la agresión al personaje interpretado por Monica Bellucci, en una sola toma de más de ocho minutos, sin cortes; Historia americana X (American History X), de Tony Kaye, donde el personaje principal es violado en prisión por varios reos; y Podré dormir hasta que muera (I’ll sleep when I’m dead), drama psicológico del inglés Mike Hodges, donde el personaje de Jonathan Rhys-Meyers es violado tan solo por ser popular y mujeriego.
Traducida a ocho idiomas (en español, por Carlos Millá e Isabel Ferre), La rendición (Tusquets Editores, Colección La sonrisa vertical No. 134, 2007, 1ª. Edición, 2004) es la historia de una mujer que narra, inicialmente, su falta de fe en Dios, quizá ésta debido a la mala relación con su padre. Se asume “atea, por herencia”.
Una característica del personaje es la búsqueda de Dios por diversas formas. Ella ansía creer, y esa falta de fe le hace estar insatisfecha consigo misma y con la vida. “Ateo que ansía creer pero que no puede”, siente envidia de la fe de los otros: “Ahora pienso que hay dos maneras distintas de creer. O te adoctrina tu familia, y la fe te acompaña toda la vida, pese a la rebeldía o a las pruebas de lo contario; o tienes una experiencia real de Dios tan poderosa como para contradecir tu adoctrinamiento inicial”.
Luego de muchas y diversas relaciones sexuales (algunas duraderas pero aburridas, frees también, menage a trois, etc.), y aunque el sexo en ocasiones la satisfaga —pero no la convenza—, y coitos y felaciones por agradecimiento, continúa su búsqueda, su ansia de Dios. Insatisfecha en esencia, decepcionada, “oscilaba entre los experimentos con el pesadillesco compromiso con el sexo modoso y la emoción del sexo impúdico sin compromiso: coge tu tantra y métetelo por el yoni”, se decía.
Incluso, cuando alguna vez realmente le gustó el sexo “normal”, el personaje de La rendición no consigue la dicha: “… no tuve el valor para amarlo”, quizá porque “carecía de fe y temía lo hermoso”.
Entonces, llega a su vida un hombre, Un Hombre, que literalmente le llena el alma y el trasero, al que se entrega —se rinde— y, finalmente, encuentra su verdad: “El culo no sabe mentir, no puede mentir: si mientes, duele físicamente. El coño, en cambio, puede mentir nada más entrar la verga en la sala; lo hace continuamente”.
Con esto, ella halla a Dios también: “lo imposible había ocurrido en mi culo. En ese momento Dios contaba con toda mi atención. Si yo hubiese empezado a caminar por encima del agua, no me habría asombrado más”. El Dios había entrado en ella por el lugar menos imaginable, o menos admitido, por la gran mayoría.
Narrada en primera persona, la autora parece elegirse a sí misma como narrataria: escribir sus memorias es una forma de recordarlas y vivirlas de nuevo cada vez: “… para mí el sexo anal es un acontecimiento literario (…) Después de mi iniciación supe que debía escribirlo todo”.
El lenguaje de la novela es directo, explícito, netamente sexual, y sin embargo no deja de ser poético, e incluso filosófico: “El coito anal es el acto que, de hecho, encarna definitivamente la máxima de Rainer Maria Rilke: ‘Vive ahora las preguntas’. La penetración anal resuelve el dilema de la dualidad que plantea y magnifica la penetración vaginal”.
También, el texto es crudo, sin artificios que adornen, cínico quizá, pero con la verdad del personaje: “Follar por el culo es el gran gesto antirromántico (…) En el mundo de atrás, no hay lugar para la poesía, las flores ni las promesas de amor eterno. La penetración por el culo implica el filo duro de la verdad (…) Al permitir a un hombre acceder a tus entrañas —tu espacio más profundo, el espacio que durante toda la vida te han enseñado a olvidar, a esconder, a mantener en secreto—, nace la conciencia”.
Toni Bentley nació en Australia. Ex bailarina del New York City Ballet, tuvo que abandonar esta actividad (como el personaje de La rendición) por una lesión. Autora de varios libros de ballet y sobre moda, es colaboradora también en diversos periódicos y revistas.
La rendición ha sido llevada al teatro en España y Estados Unidos, entre otros lugares, y ha sido bien acogida por la crítica de esta disciplina. Libro recomendado. No para hipócritas, claro.
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Reseña publicada en Tropo 6, nueva época, 2014.