El poder místico femenino y sus rituales de sanación

Miguel Ángel Meza

 

 

Inscrita sobre la base de un pensamiento heterodoxo que proviene sin duda de la filosofía underground (y, dentro de ésta, del chamanismo, de conceptos del budismo zen y del uso de la mente como energía), Al final, solo el abismo (Praxis, 2011), de Felipe Reyes Miranda, es una novela simbolista que narra un ritual de iniciación y sanación del individuo, y muestra el poder místico de la naturaleza femenina. Las mujeres de la novela, en efecto, poseen la capacidad para canalizar fuerzas y energías negativas (el abismo como un hoyo negro del yo) y transformarlas en manifestaciones positivas de la naturaleza y el espíritu (el abismo de signo trascendente como vacío de libertad, salvación y plenitud que abre las puertas a la comunión con el cosmos).

Novela de mínima trama exterior y mucha reflexión filosófica acerca del vacío interior, la muerte inevitable y el nacimiento ritual, la obra presenta dos acciones centrales, una en un bosque (otro símbolo de larga tradición en la literatura), y otra en casa de una selenita (adoradora de la Luna llena). Se trata de dos rituales paganos de adoración a la Luna, donde se busca la transformación del ser de Tomás, el personaje central, para inducirlo al abandono del abismo de signo negativo, del yo egoísta, “del cuerpo como molde primario”, y propiciar su entrega al abismo de signo positivo, “el lugar sin referencias”, con el fin de alcanzar la totalidad, la libertad, el vacío que llena. Todo esto mientras se nos transmite, mediante una combinación de tiempos pasados, su intensa relación vital y sexual con las mujeres de la novela, heroínas que han alcanzado un nivel espiritual más alto, pero que necesitan de la contraparte masculina para acceder también a la totalidad y la plenitud en el multimencionado abismo.

Entre la novelas escritas por autores que viven en Cancún, ésta resulta particularmente sobresaliente no solo por sus temas —claramente emanados de la contracultura y actualizados en su revisión posmodernista— sino por su realización formal: por un lado, el modo polifónico para encarar el tópico central —alrededor del cual cada uno de los personajes se erige como la representación de una idea, un símbolo o una forma del ser vital—; por otro, el método de conocimiento que propone para la comprensión del mundo, una vía que tiene como base la paradoja, la intuición y la energía del inconsciente colectivo.

 

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Reseña publicada en Tropo 2, nueva época, 2013.

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