Svetlana Larrocha
Un lugar donde reinan la violencia, el descontento social, el desempleo; donde abundan las carencias básicas (medicamentos, por ejemplo) … donde los gobernantes han prometido pero no cumplen. ¿Nos parece una situación conocida?
Bueno, también es la realidad del más reciente filme de Todd Phillips, Jocker (2019), una historia que no tiene iteración con ningún cómic en ninguno de sus universos conocidos. De hecho, el valor artístico de Jocker es precisamente que el espectador no necesita tener conocimientos previos de las historietas. El Jocker, o Guasón, es un personaje creado por Jerry Robinson, Bill Finger y Bob Kane, que apareció por primera vez en 1940, en el cómic Batman No. 1, y se convirtió desde ese momento en némesis del hombre murciélago.
El argumento del filme, estrenado el 31 de agosto de este año en la edición 76 del Festival de Cine de Venecia –donde obtuvo el León de Oro a la Mejor Película–, es el siguiente: en Gotham City, en 1981, Arthur Fleck es un hombre solitario y mediocre que aspira a ser reconocido como comediante. Vive con su madre, Penny, una mujer que ha llenado de abusos la vida de su hijo, en una casa de un barrio mísero, donde quizá lo único que le emociona es la presencia de su vecina Sophie. Enfermo mental, con una risa trastornada (debido a su epilepsia gelástica), le comenta a la trabajadora social a la que acude: “Todo lo que tengo son pensamientos negativos”. Víctima de la crueldad y el desprecio por parte de la gente, desde los yuppies de Wall Street hasta la mujer negra del transporte público –por sus compañeros de trabajo, incluso–, nunca sabremos qué divide realidad y fantasía, fantasía y realidad en la mente de Arthur, caldo de cultivo que desembocará en sus violentos actos
Hay mucha semejanza en la atmósfera del Jocker y la de Taxi Driver y El rey de la comedia (ambas de Martin Scorsese, 1976, 1983, respectivamente). De hecho, el director ítalo-estadounidense fue considerado antes de Phillips para ser parte del proyecto, a lo cual declinó –según dijo– por estar trabajando en The Irishman. Por eso, no es casualidad que Robert De Niro, el actor de ambos filmes, aparezca en el Jocker como presentador del programa cómico en el que Arthur Fleck sueña con estar. Admirado por Todd Phillips, sin embargo, Martin Scorsese ha tenido fuertes comentarios acerca de las películas de superhéroes (especialmente del Universo Cinematográfico Marvel): “No las veo. Lo intenté. (…) Pero eso no es cine”, señaló el director de Los infiltrados (2006).
Pero es innegable que Joaquin Phoenix es la columna vertebral de esta obra. Cuando en 2008 Heath Ledger encarnó al payaso (The Dark Night, de Christopher Nolan), los críticos afirmaron que su interpretación del personaje era la mejor hasta entonces y no podría ser superada por otro actor (no lo había podido hacer Jack Nicholson en 1989 en Batman, de Tim Burton). Sin embargo, el desempeño actoral de Phoenix supera innegablemente el trabajo de los otros actores. Sus muecas, la risa compulsiva, su esquelético cuerpo (tuvo que perder más de 20 kilos para esta interpretación), la manera en que nos muestra convincentemente su dolor y frustración, su impotencia, hacen que sea mencionado como candidato ganador en la categoría de Mejor Actor en la próxima entrega de los Oscar en 2020. Su actuación deslumbra, simplemente.
Una de las críticas negativas a Jocker señala que se trata de una película que incita a la violencia, sugiriendo que los hechos presentados en la historia pueden ser emulados por espectadores sensibles. Esto no deja de ser un tanto risible, si tomamos en cuenta que la violencia en la nación vecina obedece a muchos otros factores. De hecho, la Asociación Nacional del Rifle (en inglés RNA), con sus cinco millones de socios, defiende el uso de armas para defensa personal y/o uso recreativo.
El soundtrack del filme es excelente, aunque resulta controversial la escena en la que Arthur, ya convertido en el Jocker, baila en unas escaleras “Rock and Roll, Part 2”, como se llama el tema, un éxito de los años 70 compuesto por Gary Glitter (junto con Mike Leander), un rockero británico que cumple una condena de 16 años por abuso sexual de menores.
En el epílogo vemos a Arthur en un manicomio (¿Arkham?), riendo. Su psiquiatra le pide que le cuente el chiste; él responde que no lo entendería. Luego aparece Arthur siendo perseguido por los guardias en los pasillos, dejando detrás de él un rastro de huellas ensangrentadas…
Digan lo que digan, Todd Phillips, director de películas de comedia mediocres, logró crear una obra digna de estar entre los filmes sicológicos de todos los tiempos: en la oscura y miserable Gotham, donde los ricos llaman a los pobres “payasos”, donde a los ciudadanos no les queda más que la anarquía, el Jocker de Phillips no es un villano, no es un criminal. Quizá un antihéroe, pero ante todo un personaje digno de ser recordado en el Séptimo Arte.
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Reseña publicada en TROPO 22, Nueva Época, 2020.