Svetlana Larrocha
—Desde que comenzaste a escribir poesía, ¿de qué forma piensas que ha evolucionado tu visión del mundo?
—Desde que publiqué mi primer libro —Trama de arpegios (UNAM)— han pasado 20 años y en esas dos décadas ha sido sobre todo la tecnología la que ha transformado de manera radical la conducta del ser humano. El aislamiento, por un lado, y la inmediatez, por el otro, que inevitablemente han sido consecuencia de ese dominio tecnológico, me fascinan, pero también me perturban. Mi visión del mundo ha evolucionado en sentidos diversos, pero siempre bajo el azoro que despierta en mí este mundo que se ha vuelto más vertiginoso y más injusto que nunca en los órdenes económico y social.
—Entonces, a pesar de, y con, la tecnología, ¿qué es lo que a tu parecer no ha cambiado?
—En materia de poesía, para ceñirme a un ámbito concreto, no ha cambiado la incomodidad del poeta, su malestar y cuestionamiento del mundo que habita.
—Desde tu perspectiva, ¿qué cosas en común se pueden encontrar en tus libros de poesía?
—Los temas que reaparecen en mis libros son claros: la memoria, el viaje, la partida y el regreso, los ritos diversos que involucran “otros usos” humanos de sustancias, de plantas, de alimentos, de piedras. En los dos libros de poesía más recientes que he escrito (inéditos) y en una primera novela que apenas concluí, el tema común es la demencia. Siempre me ha interesado leer y escribir sobre las enfermedades mentales.
—Hablas de la demencia… ¿piensas que de una u otra manera, ella acompaña al ser humano de forma inherente? ¿Imposible escapar de ella? Y, en el arte, ¿cómo crees que nos ha signado?
—Claro que es posible escapar de ella. Hay quienes mueren lúcidos, hay quienes mueren satisfechos. La demencia aparece en muchas personas, pero no en todas, por fortuna. Es algo terrible y doloroso. El Alzheimer es devastador para quien lo padece.
—Me parece que la soledad permea tu obra… ¿sin soledad, se podría hacer poesía?
—Sí, la soledad —y las conductas y los pensamientos que de ella derivan— afloran de manera no buscada en mis poemas. Quizá he reflejado con especial interés la soledad del individuo que habita en las grandes ciudades (sobre todo en mi libro Perros muy azules), para subrayar que el tumulto, el bullicio, la aparente compañía, no evitan jamás la soledad, tan necesaria al hombre.
—El corazón en la mira y Porque siempre importa son dos libros de ensayo publicados por Claudia.
—El primero, editado por la UAM en 1996, analiza la obra poética de Rubén Bonifaz Nuño, en especial, Albur de amor. Se trata de un trabajo académico de corte estructuralista, una exégesis de la poesía de RBN y también un método de análisis poético que me ha sido muy útil y que sigo aplicando en mi trabajo como tallerista con otros poetas. El segundo, editado por la UACM en 2009, es una reunión de textos sobre la comida en relación con la literatura, el cine, los viajes, las costumbres. El tema de la gastronomía siempre me ha apasionado y creo que es inagotable.
—Ahora que hablamos de gastronomía, se dice que –a nivel mundial– la comida mexicana trasciende fronteras mucho más que otras. ¿Por qué piensas que es esto? Y, ¿cuál de toda nuestra variedad prefieres?
—El tema me interesa mucho y desde hace años he escrito sobre comida y literatura, sobre comida y arte, sobre comida, tradiciones y rupturas. Creo que la comida mexicana es diversa y original, arriesgada y barroca y, junto con otras cocinas, como la china, la francesa, la italiana, la india, la peruana, tiene raíces fuertes, reconocibles. Otro asunto es que hacia afuera no se haya difundido bien. La comida mexicana en el extranjero suele ser mala y pobre, y ello tiene varias causas: la interpretación que han hecho de ella en Estados Unidos, la dificultad para conseguir los ingredientes, y el temor al rechazo. Mi comida favorita es la del Sureste mexicano. Suspiro por un buen pan de cazón, por un puchero (como lo hacía mi abuela yucateca), por unos papadzules o un relleno negro.
—Periodista igualmente, la autora del poemario Lejos, muy de cerca, fue colaboradora semanal del suplemento sábado del unomásuno con Huberto Batis por cuatro años.
—A él le debo oficio y disciplina y le agradezco la libertad que me dio para escribir y publicar siendo muy joven. Fui editora de otro suplemento: El Nacional dominical, del periódico El Nacional, que era realmente plural. Aprendí mucho. En radio trabajé por años conduciendo programas culturales. Es un trabajo que pronto voy a retomar porque realmente lo extraño, sobre todo hacer entrevistas. Creo que los escritores que trabajamos en medios (somos muchos, por cierto) adquirimos velocidad y, qué bueno, el sentido de la oportunidad y la conciencia de lo efímero.
—La familia nuclear de Claudia es pequeña: Rafael, su marido, y Sofía, su hija.
—Con mi marido —quien fue diplomático y es lingüista y traductor— comparto desde hace 25 años muchas cosas, como los libros, la pasión por la lengua escrita y hablada, los viajes, el gusto por la comida. Mi hija es mi alegría. Es inteligente, hermosa y muy divertida; lo mejor que me ha pasado. El resto de mi familia es grandísima: mis amigos.
—En tu libro más reciente, México-Pekín, hay un paralelismo entre dos mundos aparentemente distintos, hay una conversación entre dos ciudades… ¿cuál sería la no conversación? ¿Cuál sería el silencio entre la historia de estas dos urbes?
—En México-Pekín (Conaculta, 2013) hago énfasis, en efecto, en el diálogo entre lo aparentemente muy distinto y hasta irreconciliable, pero es verdad que también hay una frontera de silencio dada por la barrera de la lengua y por el mutuo desconocimiento. ¿Qué sabemos realmente de los chinos, más allá de los estereotipos, y viceversa?
—Pero no sabemos mucho de otras culturas, igualmente… ¿por qué la china? ¿Qué te atrajo de ella?
—Por la sencilla razón de que tuve la oportunidad de vivir y trabajar en Pekín durante ocho meses, entre el 2005 y el 2006. Di clases de literatura hispanoamericana a alumnos en la facultad de español en dicha universidad, y fue tanto lo que me sorprendió, tanto lo que vi y aprendí, que tenía que escribirlo.
Al preguntarle acerca de sus influencias en el aspecto poético, Claudia señala que en su caso van cambiando conforme descubre nuevos autores…
—…o en la medida en que regreso, distinta, a los conocidos. Afirmar que Paul Celan es una influencia es correcto, como es cierto decir que Anselm Kiefer en su relación con Celan también lo es. Es influencia Rilke y ha dejado de serlo Olga Orozco, por ejemplo. Es influencia reciente la poeta australiana Sarah Holland-Batt, nacida en 1982 y de la que apenas he leído poemas sueltos que me impresionaron. Dar una lista invariable de solo ciertos autores sería falso e impostado.
—En cuanto a música, artes pláticas y cine, los autores desfilan desde distintas épocas…
—Mozart, Rachmaninoff, Satie, todo el blues, la música cubana. Los primitivos flamencos (sobre todo, Jan van Eyck), James Ensor, Francis Bacon, Lucian Freud, Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Willem de Kooning, Pablo Picasso. El cine de Luchino Visconti, de Wong Kar-Wai, de Zhang Yimou, de Luis Buñuel, de Ken Loach; películas como La historia oficial y El secreto de sus ojos; y actores como Daniel Day Lewis, Javier Bardem; actrices como Irene Papas, Meryl Streep, Victoria Abril…
—Retomando la poesía mexicana, las nuevas generaciones… ¿cuál es su camino, su visión, desde tu punto de vista?
—En cuanto a lo que están escribiendo los poetas jóvenes en México me parece que hay, como siempre ha habido en la poesía, una enorme diversidad de temas y de búsquedas. Muchos de ellos incorporan, eso sí, a manera de intertexto y de referencia el vocabulario, los personajes, las anécdotas de series de televisión, del Internet, del espacio cibernético en general, y eso es algo que todavía no veo claro si será un factor de suma, de resta (por tanto, facilismo) o de indiferencia. Hay muchos poetas con talento escribiendo sobre lo que les rodea o les preocupa: la violencia, el desencanto, la enfermedad, la vida que se vuelve absurda, las ciudades, la frontera del país. La poesía en voz alta y que se “proyecta” o “suena” distinta, cercana al performance, irá creciendo y explorando nuevas formas. El poeta, cuando en verdad lo es, vive en conflicto con su entorno y se cuestiona siempre. Eso no ha cambiado en siglos y no tiene por qué cambiar porque es parte de la naturaleza del poema.
Claudia tiene planes de publicar pronto una trilogía con dos libros de poesía y una novela, con el título de Dementia…
—…ya que los tres libros versan sobre las enfermedades mentales. También quiero traducir poesía del alemán, una lengua que hablo desde niña y que me gusta muchísimo. Me llegó la hora de hacerlo.
—Finalmente, para cerrar nuestra entrevista, dinos: escribir, ¿por qué ¿A quién? ¿Hasta cuándo?
—Porque es lo que me apasiona. ¿Para quién? No sé… quizá para mi hija, seguramente escribo para ella. Siempre hay temas que me rondan la cabeza, que me resultan importantes, misteriosos, inagotables. Hay anécdotas, visiones, personajes que, si no descifro, describo, interpreto, me estarían atormentando. Escribir clarifica, cura, abstrae, revela. Espero escribir siempre.
Ciudad de México, enero de 2014
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Entrevista publicada en TROPO 4, Nueva Época, 2004.