David Anuar: llevo la arena metida en el pellejo

 

Guadalupe Gerónimo Salaya

 

David Anuar termina una clase más de la asignatura “Literatura de Quintana Roo”, y escucha las inquietudes de los estudiantes rezagados en el aula 202. La universidad nunca le ha sido ajena a David desde que era estudiante. Los años universitarios pesaron en sus textos que aspiraban a ser cuentos y poemas. Pero ahora es profesor, la novela que está escribiendo en estos momentos pertenece a otra etapa suya y ya tiene en sus manos su obra más ambiciosa: Memoria de Gabuch.

Le pido agua como después le pediré respuestas. Recuerdo las preguntas que oscilaron por su cabeza a los veinte años y llevaron su escritura a encontrar un objetivo que está a tres horas de Mérida. ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy? Cancún que en la memoria de Gabuch y David se escribe “Kaan Kun”, la siempre veraniega, la de todo incluido, menos las respuestas a esas preguntas… aquellas no entran en el paquete en promoción.

—Tengo claro que nací en Cancún, y esa fue una de mis preocupaciones cuando cumplí veinte años. Como cancunense vengo de muchas partes, pero determinar cuál sería mi origen preciso es difícil. Mauro Barea dice que los cancunenses somos de ninguna parte. Yo pienso que somos de todas partes, que en el fondo es lo mismo: ser de ninguna y todas partes.

David tiene su origen en un panadero nacido en el barrio de Santiago, a quien él llamó abuelo, y en una familia de Acapulco, otra ciudad turística. A los diez años migró a Michoacán, con su abuela materna. Estuvo viviendo en una casa en el centro, en uno de cuyos cuartos tenía unas cestas de mimbre con unos cuantos libros. David encontró uno en cuya portada aparecían dos figuras abrazadas; lo abrió. En las primeras páginas aparecían como dos o seis líneas. Se preocupó por los espacios en blanco, «qué gran desperdicio de páginas» dijo. Ese fue su primer encuentro con Sabines.

—Si me preguntas de dónde soy, te diría que soy cancunense. ¿Y de dónde viene Cancún? De unos banqueros a los que se les ocurrió fundar un proyecto turístico a finales de los sesenta. ¿Realmente de dónde vengo? Soy un invento, como un buen cuento que se inventaron unos inversionistas.

—¿Cuál fue la epifanía de esto?

—Mi cuestionamiento se da a partir de mi encuentro con la Literatura Caribeña. Me doy cuenta de que, tanto en Cancún como en mí mismo, hay cosas del ser caribe.

Bebo de una taza prestada. Contiene agua fresca que me comparte David. Tiro un poco sobre mi barbilla y el profesor ríe como seguro años atrás lo haría el estudiante. Le recuerdo una anécdota sobre una profesora muy querida y el acto de beber agua en público; me dice que lo ignora, pero fue él quien estuvo en ese momento. ¡Qué curioso hablando de la memoria!

—No tengo buena memoria —me dice, mientras me quedo pensando en mi lectura de Gabuch.

-Me parece que Memoria de Gabuch es un libro fundacional para Cancún, no corresponde al periodo de su fundación, pero esa línea quiere seguir. Me hizo preguntarme si existe una memoria de Cancún. Nunca había asociado la memoria a esta ciudad. ¿Gabuch quiere dejar una memoria de qué?

—Memoria de Gabuch es mi primer proyecto ambicioso. Es un libro sobre un espacio que aparentemente no tiene memoria, al ser Cancún una ciudad inventada. Aunque no nos vayamos con la finta, Cancún existía desde tiempo atrás. Fue una isla donde vivían unos cuantos pobladores que cuidaban los ranchos. Entonces, lo que me interesó fue decir que antes de que esta ciudad llegara, existieron otras cosas. Son esas historias que se van perdiendo. Mi deseo fue recuperar esta historia, salvar la memoria.

—Regresar a la arena.

—Llevo la arena metida en el pellejo, pronuncia Gabuch en algún punto. Es la recuperación de la arena.

—¿Gabuch existió? ¿Cómo sucedió ese encuentro?

—Algunos libros lo señalaban como el primer poblador de Cancún, pero mi encuentro con él fue libresco. Entonces, me interesé por la historia e investigué más sobre él. Hice un trazado de fechas en que lo encontraba. A partir de esas fechas creé Memoria de Gabuch, aun cuando el manuscrito se perdió.

—Pero hiciste la transcripción…

Me contó que encontró el rastro de este señor cuando estaba en una investigación, la primera sobre Cancún. En una librería de viejo halló un cuaderno de piel: eran los manuscritos de Gabuch. Ahora en su libro se reúnen la transcripción de la supuesta crónica y los testimonios poéticos de su autoría.

—También por eso es Memoria de Gabuch, memoria del cuaderno y de Gabuch. Al final la transcripción no fue cien por ciento fiel, porque estaba haciéndolo en función de un trabajo poético. ¿Qué fue de Gabuch y qué es mío? No sabría decirlo.

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Entrevista publicada en Tropo 11, Nueva Época, 2016.

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