Miguel Ángel Meza y René Vera
A sus 32 años, el cancunense Mauro Barea es hoy una de las voces jóvenes más empeñosas y prometedoras de la nueva generación de escritores locales. Con tres novelas escritas, una de ellas publicada en España —“El colapso del tiempo” (que va en su segunda edición)—, una a punto de salir a la luz —“El retorno de Zamná” (finalista en el I Premio Hispania de novela histórica, celebrado en Madrid)—, otra en proceso de edición —“Corazón del cielo” (sobre el huracán Gilberto)—, más un compendio de relatos —“Ciudad de ninguna parte” (cuentos fantásticos con Cancún como protagonista)—, Barea ha encontrado ya el camino del reconocimiento local y ahora busca proyectarse hacia ámbitos nacionales, lo cual empezó a ocurrir en marzo de 2013 con la presentación de su primera novela a cargo de Hernán Lara Zavala en la Feria del Libro del Palacio de Minería.
Como un cuento de hadas
Para Mauro Barea (Cancún, 1981), el reconocimiento como escritor vino del extranjero. Fue cuando una editorial española, “Niram Art”, presentó “El colapso del tiempo” en Madrid en septiembre de 2012, luego de haberse encontrado con el manuscrito meses antes en el sitio web del joven y seleccionarlo como parte de su programa de publicaciones de autores latinoamericanos. Fue un golpe de suerte que Mauro ya no esperaba, e incluso pensó que se trataba de una broma. Había sido rechazado al inicio por todos aquellos a quienes les mostró el manuscrito en Cancún, Chetumal y Mérida, y estaba resignado a que no se le tomara en cuenta en su terruño.
De pronto, esta editorial española en desarrollo no solo le hacía una presentación en forma, sino que le extendía un contrato para hacerse cargo de sus futuros trabajos. “Estaban dispuestos a trabajar conmigo con una propuesta de editar las otras novelas, incluyendo El retorno de Zamná y El corazón del cielo, además de traducirlas a otros idiomas”.
Para llegar a este momento, Mauro había pasado por periodos de incertidumbre no solo acerca del valor de su trabajo sino sobre su propia vocación como escritor. Licenciado en administración de empresas turísticas por la Universidad La Salle —carrera que estudió por tradición familiar (pues la vida de su padre ha sido la hotelería)—, había decidido no trabajar en la industria turística debido a las jornadas extenuantes y absorbentes del sector; y quería abandonar ya su trabajo en una empresa de telefonía celular —donde laboraba diez horas diarias resolviendo problemas ajenos— para dedicarse a escribir, lo cual hizo empujado por las exigencias de promoción de su editora en España.
Actualmente se da el lujo de dedicarse solo a la escritura, pues ha dejado ya su trabajo en aquella empresa, con cuya liquidación sobrevive en una especie de año sabático. “Decidí embarcarme en este sueño personal que persigo desde hace mucho tiempo y he dejado por el momento de laborar hasta que vuelva la necesidad económica. Ahora, de hecho, estoy terminando la cuarta novela”.
“El colapso del tiempo”, entre el apocalípsis y el cambio de conciencia
Publicada originalmente en su primera edición como 2012. El colapso del tiempo, el título de la novela se modificó en la segunda por razones de mercado, pues ya no resultaba atractiva la fecha, si bien este año emblemático no es tema central en la obra sino una especie de cambio de conciencia a partir de las profecías mayas. “Aunque la novela habla de fechas en concreto, en lugares específicos, yo creo que el mensaje principal es mostrar a Cancún y sus personajes cancunenses con un protagonismo en el cambio de conciencia”.
Mauro Barea admite que la novela contiene escenas apocalípticas relacionadas con la expectativa creada por la fecha —interpretación contemporánea de las profecías—, pero también deja claro que quiso rescatar la intención real de los mayas: que era indicar el término espiritual de un ciclo, y el inicio de otro, de meditación, de redención, de cambio de conciencias.
Reconoce que en 2006 —mientras escribía la novela— también abrigaba expectativas sobre algo más evidente en el cambio de conciencia según las profecías —“aspecto explotado por la industria editorial norteamericana al sacar de contexto completamente la cultura maya”—, y que de alguna forma sufrió un desencanto. “Constaté que el cambio era subjetivo, algo mucho más intrínseco, propio de cada quien, y para eso debía servir esa fecha: para concientizar el momento de la historia en que estamos parados, para ver miles de años atrás a estos mayas clásicos que nos dejaron esto y apreciar esa cultura y maravillarnos”.
Con un interés indeclinable hacia la civilización maya, toda la obra de Mauro se ha relacionado hasta el momento con este contexto, si bien no ve en esta producción un proyecto literario consciente a largo plazo, sino más bien una formación, un compendio de experiencias vividas a lo largo de la vida. Sin duda hay admiración y respeto: “Hay un respeto a la cultura maya, un esfuerzo por comprender esa verdad histórica de que estamos en una zona de cultura increíble con la cual se puede intentar una recreación a nivel literario”.
Uno de los episodios más espectaculares de “El colapso del tiempo” es la aparición del laberinto maya y la leyenda del inframundo. Barea refiere que tomó la idea de un investigador de la Universidad de Madrid que analizó a fondo las leyendas de Oxkintok, lugar cercano a Maxkanuk, donde se habla de la leyenda contada por los habitantes del pueblo, principalmente los ancianos.
“Yo conocía Oxkintok por documentales y sabía que es el único laberinto que se hizo en la antigüedad para tal propósito: lo que llaman “un perdedero”. John Lloyd Stephen y Frederick Catherwood lo descubrieron al llegar aquí y vieron que su objetivo era perder a la gente; y luego se conoció la leyenda sobre el camino al inframundo. Lo demás en mi novela es fantasía. Dije: vamos a hacerlo en este lugar, vamos hacer que los personajes entren”.
El Cancún literario casi no existe
Su deseo de recrear literariamente la zona abarca por supuesto Cancún. El novel creador considera que el haber nacido en Cancún le da una conciencia de pertenencia al lugar que no poseen los escritores que llegaron adultos —incluso los pioneros— y le ha permitido explotar literariamente la ciudad desde dos enfoques: el realista y el fantástico: “ninguno que escribe llegó con el proyecto Cancún ni ha profundizado novelísticamente en la ciudad como yo, ni en escenarios urbanos ni en cómo se mueve un cancunense”.
Su intención es muy clara: desea que Cancún trascienda en el mundo a través de sus letras y no solo como un destino turístico de fiesta y playa: “creo que si a Cancún ya lo conocen internacionalmente debería ser fácil dar a conocer un libro que hable sobre la literatura cancunense”. Reconoce que es difícil porque la imagen del Cancún turístico es muy fuerte: “me apena mucho ver que es una ciudad que literariamente hablando casi no existe”.
Por eso, se ha propuesto que Cancún como personaje aparezca en sus cuentos, compilados en Ciudad de ninguna parte, donde la ciudad cobra vida, sale en primer plano, y los personajes, pese a su protagonismo, dependen de la ciudad, que es la que hace que ocurran cosas: “hay un relato en especial sobre los suicidios, Bajo el ventilador, que habla de una persona que se deja atrapar por la ciudad, que lo hizo miserable y lo lleva al punto de desear colgarse del ventilador mientras él se pregunta si hay posibilidad de una segunda oportunidad”.
Una formación sui generis como lector y escritor
Formado como lector en la tradición de la cultura popular mexicana —se leyó, por ejemplo, toda la colección de Memín Pinguín—, Mauro tuvo la fortuna de contar en la secundaria con un profesor sensible (Antonio Albornoz) que lo encauzó hacia los clásicos: desde el Mio Cid y las Novelas ejemplares de Cervantes hasta Sor Juana Inés de la Cruz y Garcilaso de la Vega.
“Este maestro además nos obligaba a escribir bien, sin faltas de ortografía y nos corregía. De hecho, nos motivó a hacer en una libreta una antología donde copiábamos fragmentos de las Églogas y poemas del Siglo de Oro español, con lo cual entendí las etapas de la literatura, y al mismo tiempo me fui haciendo una idea de que yo podía escribir”.
El primer libro moderno que Mauro leyó fue la novela Programado para matar de la escritora chetumaleña Lilí Conde (a quien conoció durante una conferencia de la autora en la secundaria donde aquél estudiaba), y el escritor que cambió su idea de la literatura fue Stephen King. “Empezaba a ver las películas sobre sus libros y decidí empezar a leerlo. Era el boom de la época y a nosotros como chavos nos acercaba a la literatura fantástica, de terror, de aventura”, una tendencia que Mauro ya reconocía como propia.
Se encontró justamente con el autor que necesitaba para motivarlo y el libro que le enseñó una didáctica de la escritura: Mientras escribo, donde el autor norteamericano cuenta su vida como escritor y cómo llega a serlo prácticamente de la nada, solo perseverando y leyendo: “ahí empecé a entender la importancia de leer mucho y de todo, y de ir armando las historias”.
Esa etapa (1996) fue crucial para que empezara a escribir en forma. Empezó a llevar un diario donde consignaba sus vivencias sobre el huracán Gilberto y donde anotaba los datos que obtenía de su indagación, preguntándoles a sus papás qué había pasado, haciendo investigación de campo, revisando los periódicos de la época. “Sin saberlo yo, me estaba empezando a formar en una metodología y no sabía que eso se iba a convertir en una novela: El corazón del cielo”.
También se formó una disciplina para escribir, no en cuanto a la hora del día, sino en cuanto a la producción de palabras: un promedio de dos mil al día. “Ahora que tengo un proyecto de novela, trato de no bajar ese promedio. Así, mínimo, mínimo, los días que me pueda sentir muy mal o con bloqueo, no bajar de mil.”
Gracias a esto, además, pudo recomponer totalmente la novela que está a punto de ser publicada, El retorno de Zamná, la primera sobre Gonzalo Guerrero escrita por un cancunense y la apuesta de Mauro a que esa novela aporta una visión dramática del personaje totalmente distinta a lo que se ha hecho, y para la cual se documentó de manera exhaustiva: “es la mayor documentación que he tenido que hacer para una novela, donde indagué lo más que se podía, y llegué hasta los mejores investigadores del tema de Gonzalo Guerrero”.
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Entrevista publicada en TROPO 3, Nueva Época, 2013.