Miguel Ángel Meza
En medio de la abundancia de cintas místico-apocalípticas, thrillers sexo-violentos y comedias edulcoradas, La pérdida de la inocencia sexual, de Mike Figgis (Adiós a Las Vegas, Sólo una noche y Corrupción policiaca) constituye sin duda una propuesta artística seductora y distinta que rebasa con mucho la engañosa sugerencia del título. Porque si bien en algunos casos el tema explícito del filme es el de la privación del candor sexual, en realidad la reflexión dominante es la del aprendizaje de vida, la pérdida de la inocencia en general y el sentido oculto de las relaciones humanas en el mundo moderno.
Estructurada en tres bloques independientes, dos de los cuales alternan y entrecruzan sus líneas narrativas y al final se encuentran, La pérdida de la inocencia sexual narra de manera no convencional la historia, los sueños y los recuerdos del director de cine Nic (Julian Sand) a lo largo de diversos momentos de su vida. Estos momentos están relacionados con esa pérdida de la inocencia que implica el camino hacia la adultez y el crecimiento marcado por la crueldad, la frustración y el desencanto.
Esta última idea se refuerza —por contraste y de manera alterna— con las bellísimas imágenes del pasaje bíblico que habla del mito de Adán (Femi Ogumbajo) y Eva (Hanne Klinntoe) y que ilustran de manera simbólica la inocencia, el pecado original y la expulsión del Paraíso. Estas secuencias, totalmente independientes, funcionan como parábola y soporte de las otras dos historias, a las cuales comenta y re-significa cuando se fusionan al final de manera sorprendente.
La excelente banda sonora —Mozart, Beethoven, Chopin, Schumman— funciona efectivamente como creadora de atmósferas y da profundidad a situaciones comunes y corrientes en donde aparentemente no ocurre nada importante. Porque, si no es por la música, ¿de qué otra manera sugerir las nostalgias del transcurrir del tiempo, la sensación de inminencia y misterio de la vida cotidiana, el dulce encanto o el dolor de los contactos humanos?
Apoyada en una bellísima fotografía, con un justo manejo del tiempo narrativo —que da pauta al placer sensorial del espectador— y con escenas memorables —como aquellas que muestran los sueños del protagonista y su esposa, o la del emotivo encuentro fortuito en un aeropuerto de dos gemelas separadas al nacer, una secuencia magistral por su puesta en escena, por el suspenso hábilmente creado y porque plantea con breve intensidad el tema de la identidad del individuo—, La pérdida de la inocencia sexual es un película que exige un espectador sensible, atento a la propuesta anticonvencional de uno de los directores norteamericanos que intenta explorar caminos distintos a los que impone la industria cinematográfica.