Poesía, magia y espacio impersonal

 

Miguel Ángel Meza

Turbación, fascinación, motivación, son algunas de las reacciones que se experimentan durante la lectura de Psicomagia. Una terapia pánica, de Alejandro Jodorowsky (Seix Barral, 1995). Turbación, porque al enfrentarse al libro el lector abandona inevitablemente el territorio de la racionalidad y la lógica, en el que acostumbra moverse, para incursionar en uno impersonal, en donde las más hondas intuiciones y la imaginación creativa son los motores de una propuesta inédita de comportamiento ante lo real; fascinación, porque poco a poco se va adentrando en una realidad en donde la poesía, los sueños y la magia son los vehículos primordiales del lenguaje del inconsciente para la aplicación de una novedosa terapia de curación espiritual; motivación, porque al cerrar el libro el lector se descubre transformado, distinto, dispuesto a ejercitar, con humildad, un trabajo de autoconocimiento que le permita mirar en el espejo interior, sin máscaras, de frente y con valor, sus traumas más profundos y sus más serios conflictos a fin de reconocerlos y eventualmente intentar erradicarlos. Se trata de intentarlo, porque no es fácil iniciar el camino para hallar dentro de sí ese espacio impersonal desde el cual confronte sus pesadillas y se conecte con la parte inédita y colectiva del ser humano, con aquella parte que se encuentra más allá de su ego, más allá de su subjetividad, más allá del pequeño dios de sus problemas personales. Elaborado a manera de entrevista, en este libro Gilles Farcet sostiene con Jodorowsky una larga conversación a través de la cual el chileno de origen ruso, nacido en 1930, habla de los antecedentes de la psicomagia, del descubrimiento de sus principios fundamentales y de su aplicación práctica a través de actos terapéuticos en los cuales la psicología y la magia conviven en una peculiar síntesis gracias a la utilización del lenguaje simbólico y el poder creativo de la imaginación. Biografía artístico-espiritual y tratado de una terapia nueva —pero no libro profeta—, Psicomagia nos lleva por un periplo singular y sorprendente, que no es otro que la propia historia de las intuiciones del autor. El primer capítulo, “El acto poético”, establece, así, el inicial contacto de Jodorowsky con la poesía, en una actitud rebelde que antes que plasmarse en escritura se propone vivencia de la poesía en la cotidianidad, como producto de la necesidad de desafiar a una realidad para oponerle otra según el dictado de la imaginación y la fantasía, y llevando a la práctica la frase iluminadora de Marinetti: “La poesía es acto”. En el segundo capítulo, “El acto teatral”, el autor encuentra los paralelismos entre su vocación escénica y los resortes del inconsciente que saltan en el proceso actoral y afectan a la conducta humana. En el apartado dedicado al acto onírico, el realizador de películas de culto como La montaña sagrada, El topo y Santa sangre plantea la percepción de que los sueños son enigmas eventualmente descifrables y controlables y, en tanto es así, se pueden utilizar con fines terapéuticos y de autoconocimiento; Jodorowsky encuentra una escala progresiva onírica: el sueño común, el sueño lúcido, el sueño humilde y el sueño sabio. El capítulo cuarto, “El acto mágico”, nos transporta al mundo de los chamanes y la brujería y nos expone el contacto del autor con la legendaria Pachita, la curandera que operaba a sus pacientes sólo con un cuchillo y las manos desnudas. A partir de este pasmoso segmento, los siguientes están dedicados a la descripción del acto psicomágico en sí, su aplicación práctica con objetivos terapéuticos y la exposición de decenas de ejemplos y resultados del acto, todos ellos a cual más asombrosos. Ni esoterismo finisecular a la moda —tan en boga y tan manipulado en nuestros días—, ni ortodoxia psicoanalítica —sólo para especialistas— ni brujería chamánica —usualmente colindante con la charlatanería—, la psicomagia de Jodorowsky se revela en realidad como una insólita terapia de curación espiritual que tiene en el poder de la imaginación y el uso creativo de los símbolos del inconsciente —y por lo tanto obliga a un proceso riguroso de autoconocimiento— sus más poderosas herramientas. Jodorowsky —que tiene en su haber una trilogía novelística: El loro de las siete lenguas, Las ansias carnívoras de la nada y Donde mejor canta un pájaro— se ha entregado desde hace años a la ayuda a los demás, al contacto con sus conflictos, sus crisis existenciales, sus peores pesadillas, desde sus lecturas del tarot —a las que puede asistir sin costo alguno todo aquel que lo desee— y sus reuniones en el Cabaret Místico —en donde ofrece charlas, imparte conferencias y da todo tipo de consejos—, hasta la práctica de la psicomagia, para la cual ha debido pasar antes por un exigente trabajo de distanciamiento: “Considero que he trabajado en mí mismo lo suficiente como para ser capaz de conseguir esta puntual disociación de mí mismo. Es fruto del trabajo de toda una vida. He pasado buena parte de mi existencia meditando y estudiando las enseñanzas tradicionales para encontrar en mí, poco a poco, un espacio impersonal.”             Psicomagia. Una terapia pánica es —ha dicho González Dueñas— “una invitación a atender a fondo esa parte de los individuos que paradójicamente la experiencia social desprecia y desalienta. El espacio impersonal no es la negación de la persona sino la aceptación de lo colectivo, de lo integral.” Sostiene Jodorowsky que “no somos individuos, somos raza, somos cosmos. Si rompes la coraza individual, a través de tus experiencias llegas a la experiencia de todo un pueblo, luego a la de toda la historia humana, y después a la experiencia de la materia misma: la llevas en ti, lo sabes todo. Conoces el misterio de la vida. Conoces el misterio de la inmortalidad. No hay que enseñarte nada, hay que revelarte lo que ya sabes.” Creo que Psicomagia. Una terapia pánica terminará por convertirse en libro de culto. Pero también creo, sinceramente, que correrá el mismo riesgo que la divulgación de la obra de Carlos Castañeda, la cual ha dado pie a una guía práctica de iniciación cercana a la charlatanería, al trivializar la importancia de las enseñanzas del antropólogo  convertido en brujo. Sin embargo, es indudable que, al igual que la obra de Castañeda, Psicomagia… enriquecerá sustancialmente la realidad de todos aquellos que se acerquen a sus páginas, transformará su mundo interior y los incitará a emprender una búsqueda muy personal, a fin de acceder a este espacio impersonal en donde el poder de la imaginación contribuya —como afirma González Dueñas— “no sólo a una salvación personal sino a una verdadera reinvención creativa de lo real”. (Publicada en noviembre de 1995 en La Crónica de Cancún).
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