Miguel Ángel Meza
Ambientada en el Distrito Federal en un tiempo particularmente conflictivo —el verano de 1988—, la novela policíaca del escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II (1949) Que todo es imposible (Roca 1995) roza sin gran sorpresa para el lector los linderos de la historia fársica y el relato del absurdo. No causa sorpresa, porque lo que pudiera ser una exageración de óptica para provocar la risa y la crítica, es, en el contexto del momento en que ha sido escrita, un acierto de enfoque debido a la cercanía entre la realidad y la ficción. El libro narra en realidad cuatro historias, de las cuales nos enteramos a través del personaje principal, Olga Lavanderos, una reportera de veintitrés años con aspiraciones a novelista y metida a investigadora de hechos policíacos por necesidad de supervivencia espiritual. Una de las historias sería, pues, la de la propia Olga y su soledad heroica en una ciudad agresiva y particularmente despiadada con los solitarios. Otra historia sería la que cuenta la novela que la propia Olga escribe en sus ratos libres, una novela acerca de un setentayochero viejo, testigo de los males del imperio, que a su vez escribe una novela de ciencia ficción. Esas serían las historias secundarias. Las historias principales serían, por un lado, la investigación que realiza Olga acerca de los crímenes que se han venido cometiendo en estos momentos y el descubrimiento insólito de que el presidente del Banco más importante del país ha venido asesinando a sus medio hermanos por venganza anacrónica, por despecho y para evitar cumplir con obligaciones financieras. Y, por otro, la historia de unos curas que negocian con Gobernación el reconocimiento del Vaticano a cambio de fabricar boletas electorales clandestinas para la victoria del PRI. Todas estas historias, entremezcladas, están narradas de tal manera que uno no puede dejar de pensar en lo extravagante y en lo desquiciado del relato en general. Sin embargo, en su enloquecida trama hay hilos visibles que lo conectan con la vida, con la historia y con la política más reciente de la ciudad de México. Y es en este contexto donde ya no resultan tan extravagantes ni tan estrambóticas. Porque los fraudes electorales sofisticados o burdos, los recurrentes crímenes políticos, las inconfesables relaciones entre el clero y el Estado con fines de control de cotos de poder y el sometimiento y manipulación a través de los medios impresos y electrónicos hacen que la realidad actual se acerque a las historias más increíbles de la literatura de ficción, en este caso del género neopolicíaco. El lenguaje que para tales fines emplea Paco Ignacio Taibo II —novelista que ha ganado tres veces el Premio Hamett Internacional— es francamente humorístico, desenfadado, coloquial. Sus personajes parecen encontrar en la agresividad verbal con que se expresan, en el sarcasmo hiriente e hipercrítico y en el gesto procaz siempre a la defensiva, las únicas armas para enfrentar a una ciudad maligna y agresiva como el df, una ciudad que no se deja querer desde dentro, que es amenazadora y que pide el destierro y la lejanía de sus habitantes. En este sentido son notables algunas descripciones de la ciudad. Estos breves trazos en ciertos momentos alcanzan a producir auténticas pinceladas hiperrealistas, de colores sombríos y acechantes, propios de un cuento de ciencia ficción. El paisaje por el cual se mueven los personajes es el de una urbe siempre peligrosa, en cuyo ambiente flotan inciertos signos de algún tipo de desastre, una urbe dotada de vida propia, como un organismo vivo, hambriento o goloso, dispuesto a engullirse a sus habitantes a la primera oportunidad. Los personajes de Taibo II en Que todo es imposible son los clasemedieros jodidos, los marginados del festín, los parias sin remedio. Son los que desconfían de todo y de todos, los hermanos en el fracaso, los hermanos de marca social; los que se disputan el espacio vital al tiempo que actúan a regañadientes su rol particular en el gran teatro del mundo en el que se mueven. No saben exactamente a quién benefician con ello; o si lo intuyen lejanamente, no pueden hacer nada para cambiarlo o para salirse de la jaula que los está aprisionando. El tiempo se les va en sobrevivir, en irla pasando. Taibo II parece decirnos que para zafarse del grillete social o derribar el muro de lo establecido que nos cerca, no sólo queda recurrir al sarcasmo sino también a la consignación de los hechos. Alguien tiene que contar la historia de los desastres personales y colectivos, la historia de las corrupciones: “si nadie se queda atrás para narrar, la memoria de todos corre peligro”. Hay que armar “el rompecabezas de la conciencia”, hay que “quedarse a la retaguardia mientras los demás cabalgan, para verlos de lejos irse en medio del polvo”. Porque si no, todo es posible, todo puede suceder… y nadie va a estar ahí para contarlo. (Publicada en abril de 1995 en La Crónica de Cancún).