Agustín Labrada

Inventarme en el vacío

En la balanza,
otros ojos definirán mi luz y mi tiniebla.

Mi propia nobleza fue la espada enemiga
y navegué muy solo,
sin poder elegir el arpa o el infierno.

Qué denso es el camino de dos caras.
Si mentí, fue para inventarme en el vacío.
Si viajé sin llegar a la muerte,
fue para mí un misterio.

Vengo desde un pozo
adivinando el mundo entre la incertidumbre,
mientras un viejo siglo cruza
ante ese juez más que es el tiempo.

(Poema publicado en TROPO 19, nueva época).

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Tablas podridas

Toco en el bar
donde beben los tristes
que sin paraguas,
ante los sortilegios,
los cercena el alcohol.

Endeudados
por tantas pesadillas,
pueden minar
toda la prosa
con un leve sollozo.

Tablas podridas
hubo bajo sus huesos,
luego volcán
y ciegos alacranes
y al final la derrota.

Toco en el bar
y alguno de ellos canta
y se encadena
en un hondo velorio,
que a todos hipnotiza.
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Desfiladeros

Tantas murallas,
tantos desfiladeros,
miles de insomnios
y mudas callejuelas
para acabar desnudo.

Amargo late,
desde esa desnudez,
este instrumento
en cuyas cicatrices
se devela un umbral.

Transmigrarían
por ese umbral saetas
hacia el exilio
de un tatuado rencor,
donde enjaulado sueño.

¿En cuál tonada
torcería el sepulcro
las osamentas
con los torpes quejidos,
que engarza esta vorágine?

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En los tejados

Madrugo hoy
tocando en los tejados,
los gatos vienen
a maullar su tristeza
mientras se va la luna.

En lila ascienden
–con siluetas de humo–
al rascacielos
todas las serenatas
con que me amordazaron.

Ahora diluvia,
catorce agujas de agua
zurcen el muelle,
van lamiendo las notas,
siegan mis estandartes.

Silba el diluvio
arrasando laureles.
Contra su lengua
punzo esta sinfonía
y lento me reescribo.

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Deudas oxidadas

Con un aullido
se desgarran milenios,
la inexistencia
que entre mis semejantes
nombran identidad.

Al otear
los inmensos ayeres,
sus equinoccios,
suben al corazón
tres deudas oxidadas.

Lamentaré,
asilado en la náusea,
que ya no ladren
las penas tan suicidas
por donde erró mi arpegio.

Desde las tumbas,
tocaré para todos:
a los que amé
y a quienes me atacaron,
juntos en la ceniza.

(Poemas publicados en TROPO 9, nueva época).

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Agustín Labrada (Holguín, Cuba, 1964). Reside en Cancún y es autor de los poemarios “La soledad se hizo relámpago”, “Viajero del asombro y “La vasta lejanía”; la antología poética de la Generación de los Ochenta en Cuba “Jugando a juegos prohibidos”; los libros de periodismo cultural “Palabra de la frontera”, “Más se perdió en la guerra”, “Un paseo por el Paraíso”, “Seis caminos” y “Ellas están de paso”; y los de ensayos “Teje sus voces la memoria”, y “Padura y el Nuevo Periodismo”. En Cuba, dirigió la Sección de Literatura en la sede nacional de la Asociación Hermanos Saíz; en México, la revista Río Hondo, el programa radiofónico Una puerta al mar y el Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén. Ha obtenido reconocimientos como el Premio de Creación de la Editorial Dante (México) y el Premio Internacional de Poesía de la Arena (Perú), y ha leído su obra en ciudades del mundo. En 2013 fue nombrado escritor latino en la Feria del Libro Hispano de Houston, Estados Unidos.

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