Cartografía para regresar, el diálogo de la memoria en busca del secreto

Por Lil Fernández


Como parte del programa del “XXV Semana del Desarrollo Humano” de la Universidad del Caribe, que en esta ocasión tuvo como tema principal el “50.º Aniversario de la creación del estado de Quintana Roo”, el pasado 8 de mayo, se llevó a cabo la presentación del libro: Cartografía para regresar, del autor cancunense y reconocido poeta, David Anuar.

            Empezaba a caer la tarde y poco a poco los asistentes nos fuimos apropiando de las butacas azules en las primeras filas del auditorio 1-A. Finalmente, re-conocí a David, ya que él radica en la blanca ciudad de Mérida y ha sido mi maestro de poesía a través de la plataforma Zoom, desde julio del 2022. Así que, al fin, abracé a un David corpóreo, más alto y menos digital. imagino que también él me re-conoció quizá más pequeña y sin filtros.

            El maestro Roberto de la Parra, moderador del evento, hizo la presentación de quienes ocuparon la mesa de honor: el dramaturgo Saúl Enríquez, el doctor Óscar Reyes Hernández y al centro el autor: David Anuar, quien había dejado afuera su traje de poeta, para presentarse ante nosotros como dramaturgo.

            Cuando miré hacia la parte trasera del auditorio, me percaté de que ya todos los lugares estaban ocupados. La mayor parte del público eran estudiantes y maestros. Me sentí extraña con mi vestido serio y formal. Me cuesta trabajo ser irreverente, como mi tribu de escritores, como David, con su camisa clara, estampada con pequeños giros coloridos y salpicada de flores diminutas.

            El primero en tomar la palabra, fue Óscar Reyes, quien nos presentó una reseña del libro, narrada con un lenguaje impecable y rico en metáforas. Así, empezamos a descubrir pistas sobre el contenido de la obra: “las atmósferas sobrepuestas y un personaje que anida en su memoria con cierta melancolía y rabia”. Mencionó que la lectura del libro “te pone la piel de gallina”, porque todos nos identificamos con ese personaje central, sin nombre, que “regresa a levantar vestigios de su niñez”. Las palabras del Dr. Reyes resonaban casi de manera musical, regalándonos vivas imágenes: “encierra una historiografía donde, de pronto, una serpiente cambia de piel y deja a un lado, el rastro de escamas muertas”.
Casi al final de la intervención de Reyes, el semblante de algunos estudiantes reflejaba añoranza y desasosiego al sentirse identificados con este personaje, que regresa a un Cancún donde “el pasado se dibuja en paredes mohosas” y sabe que, “entre todos estos escombros, está guardado su corazón”.

            Posteriormente, tomó el micrófono Saúl Enríquez, quien alabó el libro de dramaturgia por su espíritu del sureste peninsular. Sugirió que debe leerse como parte de un ejercicio teatral, ya que cuenta tres historias y apela a que el lector esté listo para jugar y descubrir pistas, aunque aludiendo al famoso refrán: “El elefante siempre estuvo ahí”, Saúl nos explica que el texto tiene varias capas y asegura que “el acto de ir hacia atrás en una bruma de recuerdos, requiere una cartografía que es una casa y una relación con ser amado y odiado al mismo tiempo”. El dramaturgo reconoció en la obra de Anuar, la habilidad de crear buenos diálogos entre los personajes, así como el uso de herramientas de poiesis insertadas en la dramaturgia. “Es un relato universal que nos permite conocer a través de los ojos del otro, extrañarse de la propia casa”. Finalmente, nos invitó a “echarnos el clavado a la mente de Anuar” a leer dramaturgia, que no es fácil. Y dijo que la noticia de esta presentación debería estar publicada en la primera plana de los diarios, ya que el libro es la “salvación de un lenguaje”.

            A través de la charla fluida y vertiginosa de David, nos enteramos de cómo incursionó en este género “La dramaturgia me estaba haciendo cosquillas”, cuando tuvo como maestro en la Ciudad de México al gran dramaturgo David Olguín, quien le hizo el prólogo.
            David escribió el libro hace 6 años, en el 2018 mientras gozaba de una beca en Ciudad de México, junto con otros 15 jóvenes escritores. “Vivía en un cuarto de azotea. Escuché voces que no me dejaban dormir y escribí esas voces”.
            David nos dijo que Cancún es una de sus grandes obsesiones, que lleva la ciudad por dentro, como una herida fundacional porque ¿quién no tiene pendiente un ajuste de cuentas y quién no carga cadáveres del pasado? A este punto, David tuvo que aclarar que los “cadáveres” eran una metáfora. Mientras todos reían, yo pensé que ese es uno de los riesgos de ser poeta, el lenguaje te traiciona y te vuelves incomprendido.
            David, nos explicó que la poesía y la dramaturgia “se llevan bien” porque comulgan desde sus inicios, y coinciden en que ambos deben tener un secreto, “si en un poema no hay un secreto, fracasa el poema. El problema del poeta es que se pone muy lírico y como dramaturgo y corres el peligro de dejar de abrazar el conflicto”.

            Más adelante, comentó sobre la beca que obtuvo para el Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa, misma que en su momento obtuvo el recientemente fallecido: José Agustín, quien escribió “Ciudades desiertas” a partir de su estancia en Iowa. Para ese momento, me sentí muy orgullosa de haber leído dicha novela a principios de este año.
David anunció que, en un par de meses, se publicará otra obra inédita. “Amo la poesía, pero a veces no te permite narrar y, cuando tengo ánimo de narrar, escribo dramaturgia… es un descanso”. Nos adelantó que hará un tercer libro, donde intentará hacer algo “un poco más cómico”, a partir de un suicidio y ubicando la acción en el Fraccionamiento Santa Fe”.

            A continuación, David y Saúl hicieron una lectura dramatizada de algunos fragmentos de la obra que nos emocionó y nos hizo “ver” el conflicto, ya que la obra es “un careo de la memoria, donde se hace el conteo de los desperfectos físicos y morales”.
            En los minutos restantes, algunos participantes hicieron algunas preguntas, entre la que destacó, si es posible vivir de ser escritor. David nos relató que a partir de que en Iowa conoció a un poeta palestino que era un rockstar y ganaba mucho de escribir, pensó que era posible y decidió hacerlo. “dije: tengo que tragármelo y creerlo, así que tuve que quemar mis naves”. David dejó la docencia que le demandaba mucho tiempo y emprendió la empresa: Archipiélago, donde da cursos y también cobija a otros escritores porque “si no hay corazón en lo que haces, mejor no lo hagas”. Un silencio helado llenó el auditorio y David nos dijo algo mucho más fuerte, algo que me movió profundamente: Citó una frase del libro “Cartas a un joven poeta” de Rainer M. Rilke: “Si dejaras de escribir… ¿morirías?”.

            Para finalizar, David agradeció a los presentes, a la Universidad y a los numerosos asistentes. “pensé que solo iban a venir cinco, estoy acostumbrado a que la poesía no reúne multitudes, pero estoy feliz de ver la sala llena”.
            David sugirió a los interesados en la escritura el formarse y también juntarse con personas que admiren. ¡Claro!, pensé. Por eso estoy aquí, con mi querido maestro y amigo: David Anuar.
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