Por Miguel Ángel Meza
Si el amor es un arte que debe aprenderse (y aprehenderse con todos los sentidos), para extraer de él sus más altos dones, sus más preciados secretos, Crónicas de Ambarluna es una muestra elocuente de este logro privilegiado que no a todos les es concedido. Porque cuando el milagro ocurre —cuando dos se miran y el mundo se transforma— corresponde a los amantes proteger con sabiduría y celo el espacio mágico conseguido para que ese estado naciente libere su poderosa energía creativa, potencie la alegría de vivir y permita intuir sin revelarlo ese sentido misterioso de pertenencia al otro. Este libro es la crónica de esa experiencia tan singular y universal a la vez.
Relato erótico sutil y diario sensual intimista, Crónicas de Ambarluna (Malix Editores, 2022, 156 pp.) es también un texto híbrido que roza el ensayo erudito —quizá el mayor reto intelectual para el lector— al consignar los afanes académicos de la narradora protagonista en su investigación exhaustiva de todas aquellas fuentes que ofrezcan información sobre los orígenes y la historia de esa resina mítica llamada ambarluna, resina atrapada en un dije —obsequio del amante— y que da nombre al libro. La estrategia borgeana a la que se entrega la autora es fascinante, pues su recorrido va de la realidad a la ficción y viceversa.
Desde Heródoto y el encuentro de un viajero imaginario con la sacerdotisa de la diosa Avarlith hasta las prácticas sensuales de los etruscos y su erotismo refinado; desde manuscritos egipcios del siglo XI hasta textos de la cultura árabe de la Edad Media; desde los efectos de la supertormenta solar de 1859 sobre la vibración de los dijes ambarlunares hasta alusiones a Santa Bárbara Yansá, orisha afrocubana de las tempestades y vientos huracanados; desde Newton hasta textos cabalísticos y menciones de la mitología egipcia, e incluso una referencia a la polímata del siglo XII, Hildegarda de Bingen, creadora de un himno dedicado al ambarluna, hay en estos capítulos un despliegue de erudición admirable.
Aclárese desde ahora, sin embargo, que estas referencias cultas intercaladas en la trama de los encuentros sensuales, se narran con la misma prosa amena y transparente con que se describen los rituales a los que se entregan los amantes y con la cual se testimonian las propiedades trascendentes del ambarluna y su efecto en el ámbito sensual de los humanos. Es decir, es una prosa culta, elegante, delicada para el apunte insinuante y provocativo, en la cual aparece una euritmia lírica refinada, de imágenes gozosas.
Al describir los rituales de los amantes, la obra hace un registro celebratorio de una cotidianidad erótica transformada por la alquimia poderosa del amor. Ese amor encuentra su más vívida metáfora en las propiedades alcaloides del ambarluna, la resina portentosa casi mítica que tutela el relato, esa secreción orgánica que abre portales en la realidad común y corriente, y conduce a experiencias oníricas y afrodisiacas para potenciar el juego erótico y estimular lúdicamente los deseos voluptuosos. ¿Y qué mejor definición del amor que la que se da al ambarluna y al poder de la energía positiva que irradia cuando se la purifica?
Estos rituales expresan una praxis epicúrea que exalta los placeres físicos siempre acompañados de los placeres intelectuales. En este sentido, cada mención de un ritual de pareja que enaltece el juego de la seducción —el encuentro amoroso en un pasillo de espejos, la elección de lencería sugerente y el simbolismo sexual de ciertos colores, los gustos culinarios orientados a la intensificación del deseo, la mirada y la voz lúdicamente transgresoras— va acompañada de la reflexión culta que complementa y refina la degustación del otro a través de los sentidos, todo orientado al dominio de un arte, el arte de amar.
Hay en este libro la exposición de un sistema de correspondencias cósmicas casi panteísta pagano al servicio del amor. Elementos de la naturaleza, manifestaciones climáticas y datos incluso científicos que resignifican los encuentros de la pareja y su universo sensual: la luna y sus efectos sobre el ambarluna, la armonía de los cuerpos celestes y la armonía de los cuerpos físicos de los amantes, los días en que se ven (por qué un viernes y no un lunes o martes), la hora para la educación sentimental (la madrugada, de horas fértiles que propician ese estado alterado de la conciencia, al que se llega por efectos del ambarluna), la casa del amante (y el encanto mágico de su mundo cerrado), el higo y sus asociaciones sexuales, las propiedades alucinógenas del floripondio, el gato negro como símbolo de la sensualidad, en fin, todo aquello que se percibe interconectado y que revela por efectos del ambarluna (gran metáfora del amor) sus propiedades mágicas, místicas y energéticas.
La obra alterna viñetas eróticas que celebran el abrazo pasional, que nunca se menciona explícitamente. Todas las sugerencias eróticas se expresan en un lenguaje velado, sutil, deslizando una transparencia que dice más cuando no dice, pues apela a la imaginación del lector, a su poder de fantasía para completar los cuadros, las figuras, los deliquios y arrebatos. Y cada uno debe reinventar y personalizar ese paisaje con la propia memoria del cuerpo, al recrearlo con el sello único y particular de gestos y palabras a fin de empatizar con el trance de la pareja.
Es notable la devoción de la mujer narradora por el otro, por su belleza viril, por su cuerpo (las manos, los brazos, las piernas, la espalda), con lo cual va delineando poco a poco más que un retrato de carne y hueso del hombre, una recreación del amante a partir de la imaginación que transforma lo real y enaltece lo espiritual de ese sentimiento trastornador y adictivo que es el amor pasional. Esta devoción incluye la ofrenda de sí como sacrificio simbólico, la oración ritual para la cama de él, que es todas las camas, y la declaración de que en los juegos de pareja se puede mandar y se puede obedecer si eso incrementa el placer en los esparcimientos consagrados al gozo.
Llama la atención en la obra su reivindicación y exaltación del poder erótico femenino y su sabiduría en materia de fantasía y placer sexual, muy por encima de la del mundo masculino. Sin el juego de seducción tan característico de las mujeres —se dice en algún momento—, el mundo de los hombres resultaría “menos colorido y más predecible.” Porque el erotismo no implica nada más “hacer del sexo algo sexy, sino volverlo sensual y, todavía más: comprender a fondo la categórica verdad que aquel vidente andrógino de Tebas, Tiresias, reveló (…) a los caprichosos dioses, inclementes y apostadores: que las mujeres somos capaces de recibir nueve veces más placer del acto de amar que los hombres. Tal es la fuente del erotismo.”
De ahí su crítica a la “seducción acumulativa” del donjuanismo y su preferencia por un personaje como Casanova, que “no conquistaba, sino que galantemente se sometía. Su erotismo daba rienda suelta a esa faceta del alma femenina capaz de tomar un papel activo, diligente, vital y radiante en el banquete de los complementos físicos y mentales.” Un banquete donde no faltan los ingredientes de la risa y el donaire como parte esencial del erotismo. Si los hombres saben hacer reír y sonreír a su pareja, obtienen con eso lo mejor de ella, “tanto mi alegría, como mi plácida y placentera rendición”.
Celebración continua de inacabable sorpresa, Crónicas de Ambarluna es la expresión de un milagro: ese instante único, mágico y privilegiado que seguramente todo enamorado ha vivido alguna vez en su vida, cuando la correspondencia del amor es perfecta y al parecer eterna: no importa su duración en el tiempo, sí su huella indeleble en la memoria: “todas las cosas que tuvieron que suceder y coincidir, retando cualquier cálculo de probabilidades, para que tú y yo nos conociéramos, y un poderoso lazo nos mantuviera unidos, sin nosotros saberlo, a través de las décadas, hasta volver consciente el amor que ya entonces nos dominaba y nos tatuaba de huellas indelebles”.
Relato del amor como una obra de arte, Crónicas de Ambarluna de Lorena Careaga no oculta su filiación Romántica e Irracionalista, a pesar del rigor histórico y sus alusiones a la ciencia. Bucea en las aguas de la literatura galante y sofisticada, donde el glamour, la inteligencia y la fantasía son esenciales en el domino del arte de vivir, que implica el arte de amar, un arte metaforizado en esa resina poderosa atrapada en un dije, esa ambarluna que abraza “la flexibilidad de la vida, el vaivén de la naturaleza, la luz y la sombra de las emociones, el sortilegio de la sensualidad”.
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Nota
* El presente texto es el prólogo del libro Crónica de Ambarluna de Lorena Careaga, que se presentó en febrero pasado en la Universidad del Caribe. Se reproduce con autorización de los editores.
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Reseña publicada en Tropo 28 , Nueva Época, 2022.