Angélica Mercado
“Señorita, perdóneme que un pelado,
porque soy un pelado para usted, le recuerde que si somos diferentes
no es ni por culpa mía ni por méritos de usted…”
¿Cómo iluminarías esta frase? ¿Qué composición la traduciría en relato visual? Éstas y otras preguntas se cuestionan, interpretan y resuelven los cinefotógrafos. Es común que el éxito de una película cinematográfica resida en el director o en los actores estelares. Sin embargo, uno de los papeles más importantes, y sensuales, en un filme es el de la cinefotografía.
La tarea del cinefotógrafo es ardua: además de elegir la iluminación, la composición, la óptica, la paleta de colores, la continuidad de las escenas y la dirección de cámaras, es uno de los responsables de emular lo que se aspira en un guion. Mano a mano con el director, trabaja y aporta lo necesario para lograr el efecto deseado en el espectador. Cada escena en cine es un trabajo artesanal que integra conocimiento, sensibilidad, dominio de técnica, trabajo en equipo, audacia e innovación. La fotografía seduce, conserva la capacidad de traducir la realidad y el poder de comunicar cualquier idea en un lenguaje universal.
Aunado a lo anterior, la cinefotografía tiene la cualidad de narrar discursos visuales en escenas memorables, muchas de las cuales se han convertido en hitos de la cultura. Tal vez podemos olvidar sonidos, palabras e inclusive ideas, pero no imágenes o escenas, lo que hace de la cinefotografía un medio que conecta emociones de forma simultánea y a un nivel colectivo.
En una era donde el valor y, por tanto, la interpretación de la palabra se desvanece, la imagen representa un tipo de acceso a un espacio interior y a un tiempo distinto donde la transmisión de mensajes fluye. Una fotografía dirige nuestro entendimiento sobre cualquier historia, moldea nuestra percepción de tal forma que podemos aprender a través de una imagen lo que no leemos o vivimos; ese poder inherente a la imagen se dimensiona cuando proyectamos 24 fotografías consecutivas por segundo y se crea la magia del cine.
La necesidad de contar historias con imágenes se ve reflejada en diversas manifestaciones gráficas y distintos contextos históricos, desde la Torre de Trajano, una columna de 38 metros de altura decorada con 155 bajorrelieves esculpidos en mármol que narran, de la base al ápice, la victoria de Trajano y sus soldados sobre los dacios; o el diorama animado de Napoleón, una caja que contiene todo el evento de la boda de Napoleón III, a través de una ventanilla de cristal; quien asome la mirada, puede observar decenas de soldados, una calle arbolada, un arco del triunfo y, claro, a Napoleón con su esposa. En el diorama se juega con plegables de cartón y zonas translúcidas para representar una escena en perspectiva, creando el efecto de tridimensionalidad y un efecto real que conlleva a una narrativa visual.
A mediados del siglo XIX, gracias al boom de los aparatos que buscaban capturar movimiento, se generaron invenciones como el zoótropo, una caja compuesta por un tambor circular con cortes que permitían ver dibujos dispuestos en tiras sobre el tambor, que al girar dan la ilusión de movimiento. El zoótropo se convirtió en un juguete muy popular y sirvió de principio para otras invenciones que buscaban contar historias a través de la sucesión de imágenes, como la linterna mágica, una caja metálica con un espejo cóncavo y un foco en su interior, cuyo haz de luz se proyecta sobre las imágenes pintadas en un cristal colocado entre dos lentes convergentes; su equivalente sería el proyector de diapositivas. Invenciones como éstas y el éxito del fotógrafo Muybridge con su serie “The horse in motion” —comisión de Stanford para demostrar que durante el galope de un caballo hay un momento en que las cuatro patas están en el aire—, suscitaron la creación del primer cinematógrafo.
Una vez que el aparato animaba imágenes fotográficas, el operador ideal sería quien contara con conocimientos de fotografía, óptica e iluminación, y así, poco a poco, el oficio se reconoció en el set y empezó a lucir en las pantallas. La conocida instrucción “luces, cámara, acción” refleja la importancia de la cinefotografía. El cinefotógrafo es entonces quien dibuja con luz la mirada del cineasta y la traduce en emociones precisas, enriqueciendo el relato original; aunque su proceso creativo está subordinado a una idea preconcebida, otorga sentido a la obra gracias a su empatía con los personajes y con la historia misma. No reproduce ni manipula, crea a partir de un guion y una estrecha colaboración con los directores.
Por otro lado, la fotografía también se trabaja en cine con fines publicitarios y de registro documental del rodaje. Este trabajo se conoce como “Foto-fija” o stills. Este tipo de fotografía se hace dentro del escenario de rodaje, regularmente es impresa en papel fotográfico e incluye poco diseño o contenido de texto. Usualmente servían para enviarse como paquete promocional a los publicistas para que fueran publicados en el periódico o en alguna revista, también se usaban como base para la creación del cartel.
Los fotógrafos de imagen fija de cine contratados por las grandes productoras trabajaban también en estudio, y se caracterizaban por la alta calidad de su trabajo, además de la técnica, y debían capturar en una sola imagen la esencia del personaje interpretado. Los retratos eran enviados a los medios de comunicación, o bien se imprimían cientos de copias para ser entregadas con la firma autógrafa entre sus fans. El stillman no necesariamente es el encargado de la dirección de fotografía, aunque en muchos casos se salta de un puesto al otro, como ocurrió con el cinefotógrafo más importante en la historia del cine mexicano: Gabriel Figueroa.
La fuerza dramática y estética de las imágenes de Figueroa ha trascendido de tal forma, que ha influido en la manera como vemos México. El balance del claroscuro es su distintivo. Su formación como fotógrafo y su incursión en el retrato “a la Rembrandt” lo llevan al set, en un inicio como stillman, aunque como fotógrafo le fue inevitable empezar a involucrarse en la iluminación y el diseño visual de un filme. Después de concluir una beca en Hollywood y de participar con su maestro Gregg Toland, director de fotografía del clásico Ciudadano Kane, regresa a México e inicia su viaje en diversos proyectos cinematográficos, a veces como iluminador, otras como stillman, o bien como operador de cámaras o director de fotografía. Su primera intervención como cinefotógrafo fue en 1936 en el filme Allá en el rancho grande de Fernando Fuentes, lo que le valió su primer premio en la Muestra Internacional de Cine de Venecia, el primer galardón de renombre para el cine mexicano.
La fotografía en cine renuncia al control de la imagen estática y mantiene alguna otra clase de variación del control de una imagen en movimiento, por ejemplo, la continuidad de las imágenes, que se controla cuidando los ángulos de toma, los planos y “ejes” (término que se refiere a la dirección de entrada o salida en el encuadre y que de no ser controlado rompe la narrativa). Un eje puede ser dirigido con la mirada de un actor, con la dirección al caminar o con un paneo de cámara; los planos (tamaño aparente del sujeto u objeto dentro del cuadro —panorámico, close up, etc. —) y los ángulos de toma (posición de la cámara respecto al objeto o sujeto —picada, cenital, ojo de hormiga, etc.—) definen el significado de la imagen; por lo tanto, a cada situación le corresponde un ángulo y un plano específicos para comunicar un mensaje determinado, y las composiciones de Figueroa son de una estética peculiar.
Otro punto a controlar y de suma importancia, es el cambio de iluminación de un paso a otro, sobre todo en situaciones de luz natural; en estos casos, habrá que atrapar la luz a su paso, y no hay mucho tiempo para eso. La luz es un elemento melodramático que a la par del sonido dirige la emoción del espectador y define el ambiente para cada escena.
La influencia de la luz en el ánimo podría parecer un tema común infundado; sin embargo, habrá que retomar las bases de calidad y cantidad de luz para comprender su importancia en la fotografía; por ejemplo, la cantidad de luz puede generar sentimientos connotativos que definen la ligereza (mucha luz) o pesadez (penumbra). La calidad de la luz ambienta. Digamos que queremos expresar alegría: el color de la luz podría ser cálido, ya que el frío denota otras sensaciones, como frescura, pero también tristeza.
El conocimiento y dominio de la luz se refleja en la mirada de Figueroa, quien tradujo el color de México a un blanco y negro contrastante que retrataba el tiempo y el espacio, la belleza y la memoria, todo en perfecta sincronía. Su mancuerna con el director Emilio “El Indio” Fernández y con actores como Pedro Armendáriz, Dolores del Río y María Félix, es legendaria; su aportación al cine va más allá de los filmes. Su mirada nos brindó un pasaje al México eterno, aquel de claroscuros que pintan de añoranza rostros bellos en campos abiertos.
La cinefotografía es un arte que pocas veces se reconoce. Queda abierta la invitación a observar más de cerca esta maravillosa expresión, que aun bajo la sombra, brilla.
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Ensayo publicado en Tropo 22, Nueva Época, 2020