Sinae Dasein: Que el lenguaje enfrente la lógica de la violencia actual

 

Miguel Ángel Meza

 

—En tu nombre literario (¿heterónimo o pseudónimo?) hay sin duda una declaración de intenciones intelectuales, quizá la búsqueda de construir una identidad que te permita la distancia de tu yo real para producir una obra. ¿Qué hay detrás de esta elección?

—Aquellos que hayan leído a Heidegger sabrán que el Dasein es el ser-ahí que desarrolla en El ser y el tiempo. Debo confesar que cuando leí a este “filosofo”, cuando trataba de leerlo, desconocía por completo su compromiso con el nazismo. La fascinación, el embrujo que producen conceptos como autenticidad, inautencidad, el ser-para-la-muerte o la lengua habla, me privaron de realizar una lectura realmente crítica de estos conceptos. Que la lengua hable aniquila toda posibilidad de reflexión, de pensamiento, de humanidad, pues; sólo seríamos el cascarón por medio del cual la lengua (el Ser) se expresa. Y lo mismo sucede con los conceptos anteriormente citados que contienen un germen racial que Heidegger utiliza para justificar el exterminio de lo que él y otros denominaron el enemigo (Das Feind). Para Heidegger, el Dasein colectivo del pueblo alemán sólo puede llegar a ser auténtico cuando se desarrolla dentro de una comunidad racial o Völkisch, un término imposible de traducir pero con una significación antisemita: este Dasein heideggeriano carece de todos los atributos de un ser humano.

Así que, sabiendo ya todo esto, he decidido continuar con el uso del Dasein como un signo de resistencia, como un llamado (a mí mismo) a practicar una lectura más crítica de todo aquello que cae en mis manos. No lo llamaría ni heterónimo ni pseudónimo: alter ego. Los dos tenemos contacto con el acto de creación, el yo histórico y el tú lírico, pero claro, es Sinae quien lleva el mando y es el más combativo.

—Eres lector apasionado de la poesía de Paul Celan. De hecho, podríamos decir que eres un especialista en su obra. ¿Qué resonancias temáticas y estéticas puede encontrar un poeta chilango afincado en Cancún con un poeta judío alemán (el mejor sin duda de la posguerra) marcado por el trauma de la persecución nazi y el holocausto?

—No soy un especialista: a pesar de todo lo que sé de él y su poesía, es muy poco. Es un poeta con una capacidad creativa y crítica inmensa y eso dificulta su lectura. Por cierto, fue muy mal leído sobre todo por los heideggerianos que no dejan de ver en su trabajo la influencia del “filósofo”, lo cual es completamente falso: con este juicio, se desentiende del contenido de su obra. Su poesía es una contra-poesía, una poesía que se escribe contra la poesía, que la juzga, la interroga, la pone en entredicho.

Celan escribió en lengua alemana, pero sus orígenes están más al Este, en Czenowitz, capital de la Bucovina rumana. Su madre fue quien le inculcó el amor por esa lengua y es precisamente esa lengua, a través de ella, que los alemanes han cometidos sus crímenes. Es ella, la madre, quien le ha legado una misión (esto se puede ver en el poema Copos negros): cuestionar todo el legado cultural alemán.

Mis primeras lecturas fueron bastantes problemáticas, incluso puedo decir que sentí un rechazo de lo que iba o podía leer: las traducciones que poseía me parecían muy forzadas, pero, aun así, tenían una fuerza extraña, hipnótica. No fue hasta que encontré a Jean Bollack, unos de los mejores intérpretes de su obra, cuando pude ver realmente lo que estaba leyendo: la manera en que Celan resemantiza el lenguaje, su vena iconoclasta, sarcástica, combativa. Eso fue lo que me unió a él. De hecho, el ser judío y escribir para denunciar el asesinato de los judíos de Europa (la palabra Holocausto introduce un matiz religioso, un sentido bíblico que borra la culpabilidad de los nazis) es lo que dificulta su lectura. Es una escritura sumamente personal que se niega a ser universal: eso borraría por completo el exterminio de los judíos. Celan nos pide que nos dejemos habitar por el poema, no para hacerlo nuestro —como normalmente se hace con la poesía— sino para que el poema dé testimonio de lo que sucedió, para que hagamos un esfuerzo por descifrarlo.

—Hay en Larvae una atmósfera espectral inquietante. Expresa también un estado de ánimo existencial vinculado a lo absurdo de nuestra vida contemporánea. ¿Estarías de acuerdo con esta apreciación?

—No puedo estar más que en desacuerdo. Sería reducir los poemas a un tipo de desahogo, de angustia, que no está presente en ellos. Lo que sí hay es el intento de crear un lenguaje que sea capaz de hacer frente a esta lógica aniquiladora —no absurda como en Camus— que es la violencia que vivimos hoy y que parece no detenerse. Me pregunto si un poema como Primero sueño, de Sor Juana, puede soportar los embates de los cuerpos reducidos a cenizas o las fosas que se descubren día a día.

Con Larvae me propuse cuestionar mi propio bagaje cultural y someterlo, medirlo contra la violencia que nos acontece. También puedo decir que me propuse destruir el haiku. Algunos de los filósofos de la escuela de Kioto se valieron de ellos para proclamar la “pureza y superioridad” de los japoneses durante la guerra. Algunos de ellos fueron discípulos de Heidegger como Keiji Nishitani.

—Hace algunos años, tu estética se manifestaba en versos largos, casi versículos, en cierta forma discursivos. Ahora vemos una poesía pletórica de imágenes muy complejas, contenidas, misteriosas, de difícil acceso para un lector superficial. ¿Cómo explicas esta evolución hacia estos versos tan depurados, enigmáticos y, permíteme decirlo, hasta cierto punto, herméticos, con juegos de palabras, referencias intertextuales semiocultas y algunos juegos tipográficos?

—Hace algunos años, como dices, no tenía definido lo que quería hacer con esos poemas. Así que me pregunté acerca de su finalidad: me di cuenta de que sólo eran “ejercicios estéticos” sin sentido, a pesar de que los había trabajado con rigor. Entonces encontré a Celan, lo que me impulsó a cuestionarme si valía la pena o no continuar con ese estilo. Celan me abrió definitivamente las puertas de la poesía y a través de él descubrí a otros autores que no habría podido conocer sin él. Me ha tomado seis años de largas lecturas para llegar aquí.

—¿Qué representa para ti el haber ganado el primer premio de poesía importante que se convoca en Cancún?

—Haber encontrado el sentido de mi existencia a través de una hoja en blanco.

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Entrevista publicada en Tropo 20, Nueva Época, 2019.

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