Los levantamientos indígenas y la formación del Estado en México

 

Felipe Reyes

 

  1. Los levantamientos indígenas

 

Los levantamientos indígenas y su aporte a la formación de Estado mexicano son un tema relevante a la vez que profundo para explicar la cultura y la historia de México. Son particularmente importantes en el Sureste y, en específico, en el pueblo maya. La Guerra de Castas (1847-1901) tiene lugar en el territorio de la península yucateca; la rebelión zapatista (1994) en los Altos de Chiapas.

De manera superficial y general se podría decir que los levantamientos indígenas son asuntos a los que rápidamente podemos darles la vuelta, más si se trata de ligarlos con la “Construcción del Estado Mexicano”, al asumir que son de una etnia, de un lugar en específico, que los indios siempre son sonsacados por mestizos, que sus demandas tienen alcances limitados. ¿Cómo pueden los movimientos indígenas influir en la marcha del Estado —se ha dicho—, si son movimientos localistas, si los indios abandonan el campo de batalla cuando llega la época de siembra o cosecha sin importar que tengan sometido al enemigo, si la festividad religiosa es más relevante que la vida política del pueblo?

Sin embargo, si nos detenemos un poco y saltamos los estereotipos, podemos vislumbrar que en los movimientos indígenas se juega el carácter de la cultura y Estado Mexicano, es decir, son referentes para preguntarnos por el Estado y la Nación mexicana. Podemos afirmar, sintetizando, que en el tema indígena se encuentra el meollo de la problemática mexicana.

Del universo de relaciones que se pueden establecer entre los movimientos indígenas y el Estado mexicano, resaltemos dos aspectos: la rebeldía y el futuro.

 

  1. La rebeldía

 

Digamos de inicio que la Guerra de Castas de la mitad del siglo XIX y el Levantamiento Zapatista de fines del siglo XX, no son los únicos movimientos indígenas que ha habido en la historia mexicana, sino que se suman a una larga historia de levantamientos indígenas desde la conquista hasta nuestros días, del norte al sur, del este al oeste.

Los levantamientos indígenas tienen su origen, entre otros factores, en la defensa de la tierra y la defensa de la cultura. Cuando alguno de los dos aspectos, o los dos, llegan a situaciones insostenibles, los indígenas se rebelan.

Desde el siglo XVI los pueblos originarios han tenido que enfrentar a encomenderos, mineros, hacendados, comerciantes, que sistemáticamente les han estado arrebatando la tierra que habitan desde tiempo inmemorial, arrinconándolos en montes, selvas, desiertos, últimos reductos indígenas. También se han tenido que enfrentar a proyectos industriales como empresas hidroeléctricas, mineras, petroleras que, en aras del desarrollo económico, han usado y abusado de las tierras comunales. Antes, como ahora, los indígenas se rebelan para defender la tierra, el agua, los bosques.

Purépechas de Cherán, Yaquis de Sonora, Nahuas de la Sierra de Puebla, y tantos más pueblos extendidos por el territorio, son ejemplo de rebelión por la defensa de la tierra, ahora, como antaño, ante la voracidad de los mineros, gobernantes, talamontes, hacendados.

Por otro lado, los indígenas también se rebelan a ideologías, religiones y discursos que llevan a vilipendiar al indio y a las culturas indígenas como si fueran algo nocivo y pernicioso para la sociedad mexicana.

Esta situación ha sido una constante en la historia. Desde el inicio de la conquista y la colonia quedó de manifestó la oposición de dos mundos, de dos repúblicas: la de blancos y la de indios. La oposición de europeos contra indígenas, blancos contra indios, gente de razón contra gente irracional (animalesca) fue permanente. En la sociedad colonial se cimientan las diferencias sociales por raza y estamento que, pese a los cambios históricos, se han mantenido hasta el día de hoy, señalando como mejor a lo europeo, y a lo indígena como algo que hay superar. Eso nos hace más coloniales de lo que creemos o solemos aceptar, más coloniales que independientes.

A partir de la independencia, los criollos y mestizos organizarán el Estado inclinándose hacia la república de blancos, privilegiando a lo europeo y desechando a lo indígena. Esta situación se acentuó con el proyecto liberal que se impulsó desde 1788, con las reformas borbónicas, y que cobra más fuerza en el siglo XIX en la Constitución de 1824, donde desaparece el término indio o indígenas, para estamparse el concepto de ciudadano, en plena idea occidental. En la Constitución del 1917, vigente hoy en día, se hace referencia a los pueblos indios y a los indígenas, pero como si fueran cosa aparte de la nación; el discurso de multiculturalidad no elimina la exclusión.

En la historia de la nación mexicana se ha concebido que los indios son algo que hay que superar, mejorar, blanquear, eliminar; se les identifica como un lastre que no permite la modernidad y como un freno para el desarrollo.

En este escenario de disputa, la Guerra de Castas, si bien es un término que nombra a un evento en particular en la historia de México, bien puede ser un término genérico que sirve para señalar el carácter de los levantamientos indígenas en general. Las guerras son de castas cuando se dan en una sociedad en donde existe un ambiente racista y estamental, como el que priva en México desde la época colonial.

La rebelión de Independencia, después del llamado de Hidalgo, puede ser llamada también guerra de castas. Guanajuato será el lugar del encontronazo entre diferentes razas y estamentos; los blancos contra los indios, los gachupines contra los criollos, los blancos contra los mestizos, los ricos contra los pobres. De igual manera puede ser llamada así la Revolución del 1910 y la rebelión zapatista de 1994. De allí que cobre mayor importancia en la historia de la defensa de la cultura, el decreto de José María Morelos anotado en el punto 15 de los Sentimientos a la Nación, en donde proscribe la distinción de castas.

El desprecio traducido en actos vejatorios provoca la rebelión indígena con la finalidad de preservar la cultura y mantener la estructura política y la autonomía de los pueblos indios. Los Cruzoob y los caracoles zapatistas son buen ejemplo de ello.

No figura en el horizonte rebelde indígena tomar el poder del Estado, argumento que fue usado como propaganda militar más que como posibilidad al inicio del levantamiento zapatista. La finalidad de los levantamientos es la defensa de la tierra y la cultura indígena.

 

  1. El futuro

 

En los tiempos renacentistas del “Descubrimiento” o el “Encuentro de Dos Mundos”, en Europa tiene lugar un debate que se da en las artes, la política, la filosofía: la oposición entre antiguos y modernos. La peculiaridad de los antiguos es el apego al pasado y la reticencia al cambio; mientras que los modernos se caracterizan por estar abiertos al cambio y al porvenir.

En América este debate fue más sencillo de resolver que en Europa. Los modernos eran (son) los europeos; los antiguos eran (son) los pueblos originarios. Así llegó la Independencia y así llegamos al México actual que define a los mexicanos modernos como aquellos que están más apegados a los preceptos europeos y a los antiguos como los que se encuentran más ligados a los pueblos originarios.

Sin embargo, ser moderno en Europa es distinto de ser moderno en América. Para América, desde el siglo XVI, ser moderno es ser colonia, es decir, ser un espacio territorial y cultural al servicio de la metrópoli. De allí que los proyectos de modernidad en México han significado, en mucho, el ajuste de la sociedad a los parámetros europeos; la alineación de organización nacional a los ideales e ideologías europeas.

Así podemos ver que la construcción de Estado Nación está marcada por la idea de hacer de México un país moderno. Las constituciones de 1824, de 1857, de 1917, y las reformas de los años 90 y las del siglo XX, son constituciones donde la modernidad aparece como la aspiración de una gran nación en el futuro.

Sin embargo, en el desarrollo histórico podemos observar que los proyectos de modernidad impuestos en México han generado muchos problemas, el más resistente es la pobreza generalizada como antesala de la gran riqueza acumulada en pocas manos. Pero también se puede ver en la destrucción del medio ambiente y en el exterminio de los pueblos indígenas. Ambiente y cultura se ven amenazados cuando se han impuesto acríticamente y dócilmente los proyectos de modernidad europea, que dejan en entredicho las posibilidades de futuro para la sociedad mexicana.

Así tenemos que las rebeliones indígenas se dan también contra las visiones europeizantes que intentan jalar a México hacia lugares que no necesariamente son los más adecuados para el país.

La Guerra de Castas (1847–1901) se da en un escenario de presencia extranjera en el país, en un contexto de disolución del Estado mexicano ante la guerra con los Estados Unidos y la invasión y dominio de éste en 1846-47, que le costó al país la mitad de su territorio. Entre otras cosas, los mayas alzados impiden que progrese el traslado de la península de Yucatán a los Estados Unidos y la fuerza a reincorpore a la República Mexicana.

El Zapatismo hace su aparición pública en 1994, en pleno proyecto de expansión del Estado mexicano hacia la mundialización económica, donde dominan los grandes capitales del mundo industrializado. Visto así, los indígenas son la primera línea de defensa de la soberanía, de la existencia de la cultura y del país; y ese es otro aporte de la rebeldía indígena al Estado mexicano.

Cuando el futuro que proponen las posiciones liberales que privilegian los modelos europeos se convierte en amenazas a la existencia de los pueblos originarios, esos proyectos de futuro se convierten en el enemigo a enfrentar. La reivindicación indígena señala los malestares de la modernidad como aniquiladora de futuro. Su levantamiento se hace para asegurar la permanencia y el desarrollo a futuro de los pueblos. Por ende, la rebeldía indígena es una defensa del futuro ante las ideas de modernidad.

Rebeldía para defender la tierra y la cultura y rebeldía para resguardar el futuro contra los proyectos de modernidad que amenazan.

 

  1. Rebeldía y Futuro

 

Aun así, seguimos sin precisar cuáles son los aportes de los levantamientos indígenas vistos como rebeldía y futuro, a la conformación del Estado Nación Mexicano. Las rebeliones indígenas son un fuerte campanazo en la conciencia nacional que nos dice que los indios existen, que son una realidad y que son centrales en la definición de lo que es la cultura mexicana.

La rebeldía indígena nos recuerda que la cultura mexicana no es europea u occidental, sino que es una mezcla entre lo europeo, lo indiano y lo africano y por ende sus coordenadas son otras. La rebeldía indígena señala esa condición de mezcla y de nuevo horizonte cultural.

La historia de México sin indios no es historia ni es México. Puede que sea la historia de la fallida anulación de los indios (como la practicada desde 1519) pero imposible eliminar la indianidad de la cultura mexicana. No existe cultura ni sociedad mexicana sin indígenas.

El levantamiento zapatista de 1994 será un estruendo en la conciencia nacional. Las voces de Ofelia Medida diciendo todos somos indios, todos somos Marcos, sintetiza la fuerza del movimiento chiapaneco a nivel de la estructura del Estado nación, pues apela a la conciencia mestiza a reconocer su parte indígena.

En esos tiempos se solía decir que la guerra dejaba su rastro de sangre en Chiapas, pero que la batalla se libraba en la Ciudad de México, en el lugar en donde están los poderes del Estado, y que en gran medida se daba en la consciencia de los urbanos-modernos mestizos.

El levantamiento zapatista es una rebelión indígena que busca preservar la tierra y la cultura; también es un fuerte llamado asumir nuestra herencia indiana. Sus argumentos más sólidos señalan que la identidad nacional pasa por reconocer la peculiaridad cultural, que la mezcla involucra a las culturas originales.

La cultura indígena tiene el atributo de ser la constante cultural, la herencia ante un tiempo sin memoria, el punto fijo en un mundo en cambio y, a la vez, el espíritu de rebelión que convoca a los mexicanos a actuar ante las amenazas externas e internas.

Los mexicanos, los hijos de la mezcla cultural, han tenido un papel en la historia como capataces de los indios al servicio de los europeos; el discurso dominante se ha inclinado a negar, ocultar y aniquilar una de las partes constitutivas de su propio ser cultural: la indígena. Esto muestra a una nación mestiza escindida, dividida, separada de sí misma.

Vista así la cultura mexicana recuerda a ese personaje de la novela de Ítalo Calvino, El vizconde demediado, al que un cañonazo divide en dos y cada parte vive y actúa por separado. También a la criatura del Dr. Frankenstein hecha de muchas partes, pero que (a diferencia del de Mary Shelley) se ve al espejo y no se acepta: extraño para sí, empieza a arrancarse las partes que no le gustan, los ojos, las manos, el cerebro, hasta quedar completamente escindido.

Estudios recientes nos hablan de la presencia de discriminación, racismo, clasismo como formas cotidianas de relación en la sociedad mexicana; lo podemos explicar desde esta irresoluta condición de partidos, de incompletos. De allí que digamos que no construiremos una Nación fuerte mientras no reconozcamos que somos cultural, cosmogónica, genéticamente indígenas.

En cuanto al futuro, las rebeliones indígenas son también propuesta de futuro ante los proyectos modernizantes que amenazan la existencia y el futuro de dichas culturas y por ende de México como país y cultura. Los indígenas y sus levantamientos nos señalan que, si queremos tener un buen desarrollo, tenemos que volver los ojos no hacia las aspiraciones modernistas de corte europeo, sino hacia eso que somos y desde allí construir nuestro futuro.

Las experiencias autonómicas de los caracoles, la defensa de los bosques y aguas en las tierras comunales, son ejemplos de propuestas de gran avanzada de los indígenas, para establecer formas de relación con la naturaleza y la sociedad, que nos permitan vislumbrar un futuro mejor no sólo para México sino para el mundo. Propuestas que no son menores en estos tiempos del calentamiento global, de la extinción de las especies, de la desertificación y el desmantelamiento del verde sobre la tierra, de la gran hambruna conviviendo con la gran opulencia. Los proyectos de futuro bien podríamos encontrarlos no en el FMI, ni en el mercado mundial, o en la conquista del espacio sino en los indígenas de las selvas y las montañas de México y del mundo.

Por eso podemos decir que una propuesta ideológica, económica, política, filosófica propiamente mexicana está por venir, pero sólo a condición de que los mexicanos reconozcamos lo que somos, sin buscar nuestra imagen fuera del espejo.

La rebeldía indígena sigue siendo nuestro bajo continuo que nos viene diciendo que somos más, mucho más, y que nuestro gran descubrimiento será el reconocer nuestra indianidad.

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Ensayo publicado en Tropo 18, Nueva Época, 2018.

 

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