Desde la Gran Guerra hasta nuestros días

 

Marcelo Jiménez Santos

 

La Guerra de Castas o Guerra Social Maya dio inicio el 30 de julio de 1847 en el pueblo maya colonial de Tepich, actualmente perteneciente al municipio de Felipe Carrillo Puerto en el Estado de Quintana Roo. La conflagración, de terribles consecuencias, fue la guerra civil más prolongada y cruel de América Latina, pues duró más de medio siglo. Esta rebelión de origen campesino tiene lugar en una región que, en ese tiempo, se circunscribía básicamente al centro de la Península de Yucatán. Fue un movimiento bélico de la población campesina maya contra las condiciones de explotación, injusticia, despojo de tierras ancestrales, así como al excesivo pago de impuestos al gobierno y a la iglesia a la que fueron sometidos por el sistema colonial a partir del siglo XIX. Esta rebelión inició bajo el liderazgo de Jacinto Pat, Cecilio Chi y Manuel Antonio Ay.

A finales del año en que comenzó la conflagración, los mayas rebeldes se habían posesionado del 70% de la península yucateca, ocupando todos los pueblos y ciudades existentes. A tal grado se extendió su influencia, que llegaron a estar a sólo 24 kilómetros de la ciudad de Mérida y a 8 kilómetros de la ciudad de Campeche, provocando el terror y de la clase social yucateca adinerada y su huida desesperada hacia Veracruz, ciudad de México y Cuba. Sin embargo, la muerte de sus líderes ocurrida en 1849 y la llegada de la época de lluvia y siembra, originaron la dispersión de la mayoría de los combatientes (los mayas en rebelión eran campesinos, no soldados). Este hecho representó para el gobierno yucateco la oportunidad esperada para organizar la contraofensiva del ejército, que obligó a los rebeldes a replegarse hacia la porción oriental peninsular, justamente lo que hoy abarca el actual estado de Quintana Roo, región que siempre fue refugio a través de los siglos del dominio español denominado en aquel tiempo como “Despoblado de Bacalar».

Producto de esta guerra y del sincretismo religioso de trescientos años de colonialismo y subyugación española en aquellas tierras, hoy mexicanas, surgió una nueva dinámica sociopolítica-religiosa, que provocó que la religión milenaria y sus creencias ancestrales fueran factor clave de unión y lucha. En la inmensidad y espesura de la selva hoy conocida como Zona Maya Quintanarroense, surgió el culto a la “Santísima Kíichkelem Yúum”, una cruz conocida en el ámbito como La Cruz Parlante.

La cruz, vestida de hipil maya, surgida de un gigantesco árbol de caoba (hecho atribuido a José Ma. Barrera) en las orillas de un cenote, comenzó a “hablar” en lengua maya —lo hacía en realidad a través de la ventriloquía de su oráculo Manuel Nahuat—, señalando que había escogido a los “Óotzil máacewal winikóob”, al sufrido pueblo maya, como los Elegidos de Dios. La cruz que hablaba y transmitía mensajes sagrados mediante un oráculo, emitió una de sus primeras proclamas al mundo a través de su secretario y escribano Juan de la Cruz Puc, el 15 de octubre de 1850.

El desaliento que agobiaba a los mayas se transformó en una nueva energía, en un movimiento mesiánico cuya proporción podemos constatar en su verdadera magnitud incluso hoy. Con la santísima como centro religioso, militar y político, los mayas autodenominados macehuales estructuraron una nueva sociedad de carácter teocrático-militar, cuyos soldados, conocidos en el exterior como los “Cruzóob”, resguardaron su nuevo símbolo y fundaron en 1850 su ciudad sagrada definida en sus propios textos históricos como: Noj Kaj Santa Cruz Xbáalam Naj K´ampokolché Kaj, ahora llamada Felipe Carrillo Puerto, cabecera municipal del municipio del mismo nombre.

A partir del surgimiento del culto a la “Santísima Kíichkelem Yúum” en lo que hoy es el centro del estado de Quintana Roo, se dio una plena autonomía de los pueblos mayas, cuyo territorio fue cercado durante medio siglo por mexicanos y yucatecos. En 1901, con la entrada del ejército al mando del general Ignacio Bravo en el santuario de la Santísima Cruz, y mientras la Cruz callaba, el Estado mexicano se fue apoderando del territorio rebelde. En 1974, una vez posesionado con la creación constitucional del estado de Quintana Roo, se negó sistemáticamente la historia de plena autonomía de este pueblo.

Por un tiempo, las autoridades decidieron dejar a los mayas en su aislamiento y su pobreza, pero, a partir de la década de los 80, los politicos se dieron cuenta de que los mayas podían ser generadores de votos y hasta de atractivo turístico, así como mano de obra barata al desempeñar trabajos menores en el proyecto de desarrollo turístico entonces en creación, por lo cual se les intentó dar nuevo tratamiento mediante la formulacion en la segunda mitad de los años 90 ´s de leyes indígenas a modo.

Actualmente, a pesar de pertenecer durante casi cien años a un régimen o sistema político que se presume revolucionario, y con todo el desarrollo y la mercadotecnia de marca maya que se presume y oferta al mundo, la situación de las comunidades mayas vivas siguen siendo substancialmente la misma. Es verdad que ya no se les persigue, pero tampoco se les hace justicia.

Hace falta un largo trecho por recorrer para que se concreten las condiciones propicias para que los descendientes de este pueblo que aún sobrevive y defiende su identidad histórica y cultural, participe integralmente en la vida económica, social, política y cultural, no solo de la entidad, sino de México y del mundo.

 

Marcelo Jiménez Santos. Artista plástico y promotor cultural.

______________________

Ensayo publicado en Tropo 18, Nueva Época, 2018.

 

PHP Code Snippets Powered By : XYZScripts.com