Miguel Miranda
Llegué a Cancún un veintiséis de octubre del año noventa y nueve en un vuelo de Allegro atiborrado de turistas chilangos. Además de mi equipaje cotidiano, en la panza del avión venían dos cajas con computadoras, libros y cientos de ilusiones que envolví cuidadosamente en papel periódico para intentar que no se fracturaran nunca. Esta es una ciudad construida por las ilusiones de la gente que sabiéndolo o no, llega escapando de algo, para desentrañar junto al Mar Caribe todos los misterios que depara la propia vida.
Hasta el último vuelo (Malix Editores, 2018, 287pp), la primera novela de Mariel Turrent Eggleton, narra la historia de personajes que como usted o como yo, decidieron venir a vivir a Cancún. Situada entre 1989 y 2025 de forma circular, y estructurada en tres capítulos, los personajes se irán encontrando, poquito a poco, pues cada uno ha llegado por su cuenta y con su propia historia a cuestas.
Escrita como una novela intimista, Mariel Turrent cuenta un relato matizado por cierta aura “kunderiana”, donde la acción se marida con la reflexión; donde cada uno de los personajes se justifica en la trama y cuyos actos son perfectamente humanos, con defectos y virtudes. Sabina, el personaje en quien recae gran parte de la historia, es una mujer que no solo representa la libertad: enarbola su cometido hasta el final haciendo frente a sus decisiones y asumiendo las que no son suyas. Sabina se transforma a través de las páginas (y los años) en una mujer que pasa del siglo XX al XXI con valentía, asumiendo un feminismo muy bien entendido.
Hasta el último vuelo puede ser una novela de amor muy diferente, nada rosa ni edulcorante. Es más bien la historia de un amor construido en las decisiones de los personajes y en sus consecuencias. Tiene música: reflexiones a ritmo de Pink Floyd, besos con Foreigner y poemas de Oliverio Girondo al alimón con Jaime Sabines que logran que los personajes nos recuerden lo humanos que son. Además de las fechas, la novela de Turrent nos lleva dando tumbos por el tiempo; Cancún se transforma y lo notamos al punto en que nos rebasa en un año 2025 soberbiamente relatado, donde el desenlace es una consecuencia de 36 años en el Caribe. Sin embargo, para el lector que ha vivido en esta ciudad por más de diez años, Hasta el último vuelo será una novela que le marcará un antes y un después.
El lector decidirá si es una historia de amor o inclusive una novela futurista, pero reconocerá de manera inevitable que es la fotografía de Cancún magistralmente contada por la autora. Conforme avanza la novela volverá a visitar lugares para algunos entrañables como el Cristine, o La Boom. El restaurant Bogart´s y sus referencias cinematográficas, y hasta el almacén de El Teniente, para aquellos que llegaron por los tiempos del huracán Gilberto y después vivieron el gobierno de Mario Villanueva.
Pero la pluma de Mariel no se detiene en el retrato pintoresco o entrañable del Cancún de hace treinta años, camina al parejo con los personajes que narra: Sabina, una joven capitalina que recién ha egresado de una universidad católica, decide tomar un trabajo que le ofrecen como encargada de un restaurante naturista. Reflexiva en cuanto a su entorno familiar, decide tomar sana distancia de un ambiente que como mujer no le satisface; ella aspira a vivir una libre libertad, una vida donde sólo ella tome las decisiones fundamentales y no sean su padre o su pareja quienes lo hagan, por ese motivo, al día siguiente de la graduación, deja la ciudad sin despedirse de su éste.
Julio, por su parte, cree amar a Olga pero los hermanos de su novia lo asfixian dentro de un mundo al que no le interesa ni al que tampoco pertenece. Juniors advenedizos de sexenio, Olga y sus hermanos se dan la gran vida a expensas de su padre que ha agarrado hueso en una secretaría. Harto de lo que vive al lado de su bella novia, Julio ve un folleto con fotos de paradisiacas playas cancunenses e intuye que el polo turístico puede ser un lugar bueno y diferente para iniciar una nueva vida con su novia, pero lejos de sus hermanos. La aventura le sale cara, pues Olga toma el viaje como una luna de miel, bebiendo margaritas en la playa en la mañana y por las noches en el Cristine, la legendaria “disco” de los noventas. Cuando Julio consigue trabajo y viven en un departamento tipo “Brisas”, Olga, acostumbrada al desenfreno, tiene desencuentros con su novio.
La novela entrecruza a los personajes y nos va presentando otros, que pudiendo referirlos como secundarios, en realidad forman parte del andamiaje del relato; como en la vida real, se van sucediendo como aquellas personas que conocemos saliendo a tirar la basura al contenedor y a la vuelta de los años se han convertido en amigos entrañables. Julio conoce a Patrick, y luego a Sabina, quien a su vez espera a Leonardo, quien se casará con Claudia, y la historia mantiene un ritmo sabrosón, cancunense, donde el lector disfrutará la lectura por todas las supermanzanas, los restaurantes y lugares comunes para quienes habitamos este cachito del Caribe. Para quien no vive aquí, el escenario es luminoso; azul turquesa retratado, porque además, la autora construye una trama que nos va envolviendo con acontecimientos alrededor de los personajes: sucesos que el lector astuto descubrirá poco a poco, a la vuelta de treinta y seis años.
Mariel Turrent Eggleton (Ciudad de México, 1967) llegó a Cancún en 1992 y ha hecho su vida en esta ciudad, que algunos seguimos llamando “paraíso”. Tiene varios libros de poemas, aforismos y cuentos publicados; y si usted es lector asiduo de Tropo a la uña, seguramente ha leído sus interesantes y amenas reseñas. Mariel es una escritora cancunense que de manera alterna y tal vez sin proponérselo, acrecentará la memoria histórica y cultural de nuestra ciudad. Su relato es una visión de un Cancún que crece como sus personajes; y son ellos, los personajes, quienes, tal vez como en una metáfora, van cambiando y encontrando sentido a sus vidas.
Al terminar de leer Hasta el último vuelo, apuré lo que quedaba de mi trago de whisky, desabroché mi cinturón de seguridad. Caminé pausadamente hasta la banda de equipaje, retiré mi maleta y comprobé que, después de casi diecinueve años, mis ilusiones, envueltas cuidadosamente en papel periódico, permanecían intactas.
Nota:
Publicada por Malix Editores, Hasta el último vuelo de Mariel Turrent Eggleton puede encontrarse en su sitio web (www.malixeditores.com) o en las presentaciones que la autora llevará a cabo en diversos puntos de la ciudad de Cancún, Playa del Carmen y Chetumal.
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Miguel I. Miranda Saucedo (Cd. de México, 1966). Diseñador gráfico y comunicólogo. Profesor de la Universidad Anáhuac. Reseñista habitual de Tropo a la uña. Correo electrónico: zorombatico@gmail.com
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Reseña publicada en Tropo 18, Nueva Época, 2018.