David Anuar
En cada dos líneas de mi canto los mártires regresan con otros mártires.
Nouri Aljarrah
Recuerdo mi primer contacto con la poesía árabe. Fue a través de un tomito editado en España, con un título prosaico pero descriptivo: Selección de poesía árabe (2003), a cargo de Alberto Manzano. El libro reunía a tres poetas del periodo Abasida (750-1258), tradicionalmente considerado como la Edad de Oro de la literatura árabe. Abbas Ibn al-Ahnaf (750-809), Abdullah Ibn al-Mu’tazz (861-908) y Abu al-Ala al-Ma’arri (973-1057) fueron las voces que descubrí en aquella primera lectura de Medio Oriente. Aún hoy, después de varios años, quizá ya quinquenios, de haber leído la antología, brilla en algún lugar de mi memoria aquella especial sensibilidad religiosa y contemplativa ante la naturaleza, y el cromatismo con que era plasmada en los versos de los autores; también recuerdo la calidez y sensualidad que circundaba en general a los poemas, y algunos destellos de fatalismo amoroso esparcidos por aquí y por allá. Como ejemplo de la naturaleza, el cromatismo y la sensualidad, el siguiente poema de Abdullah Ibn al-Mu’tazz:
Nos ahogamos en olas de lluvia
(Alguien debió de rezar por ella).
El sol con ojos legañosos
intenta romper la blanda nube
como un eunuco esforzándose
por penetrar a una vagina.
(en Manzano, 2003: 22).
También la dimensión reflexiva, con tendencia filosófica, está presente en los versos de estos poetas árabes del periodo Abasida como los de Abu al-Ala al-Ma’arri:
Cuando los hombres estrechan la mano del tiempo,
el tiempo los aplasta como vasos;
pequeños trozos de cristal.
(en Manzano, 2003: 92).
Ahora bien, Ghadeer Abusneineh nos ofrece en El canto de los moros…, una visión contemporánea de la poesía árabe, que si bien mantiene un diálogo con su tradición poética enraizada en la naturaleza y el erotismo como en el poema “La canción de los ancianos bajo las palmeras”, donde la imagen del caballo se vuelve metáfora de dicha tradición poética:
Déjale nuestros saludos al erotismo,
libres de nuestras riendas
el caballo desapareció detrás de las colinas
y nadie sabe ya nada de él.
Salúdame al erotismo.
Dile que no nos reproche.
El caballo, que escapó, tiene toda la culpa.
(Darwish en Abusneineh, 2015: 81).
Pero fundamentalmente, esta antología nos deja palpar el presente de una poesía desgarrada por los conflictos bélicos, por la condición de subalternidad, por el colonialismo, por la violencia, por la discriminación, por el exilio y el destierro, la nostalgia, el desencanto, el dolor, la muerte. En síntesis, la desgarradura poética que se tensa de verso a verso en las cuatro voces reunidas en el libro, conformadas por un poeta iraquí, Khazal Almajidi, dos poetas palestinos y uno sirio, Fakhri Ratrout, Najwan Darwish y Nouri Aljaarrah, respectivamente.
Sobre ellos, Antonio Cienfuegos escribe en el prólogo del libro que son “cuatro voces, cuatro pájaros incendiados por el capitalismo, cuatro gritos en medio del desierto, cuatro versiones del Corán, cuatro olvidados hijos de Muhammad, cuatro sollozos encendidos, cuatro lamentos del desierto (quizá del destierro), cuatro memorias de prófugo, cuatro corazones zaheridos, mejor aún: cuatro cicatrices de corazón” (en Abusneineh, 2015: 7). Estas cuatro cicatrices del corazón si bien están unidas por el contexto generalizado de violencia y colonialismo imperante en Medio Oriente, y por presentar una visión crítica ante la realidad con tendencias a la denuncia, cada una se expresa en un registro diferente.
Khazal Almajidi desanuda sus versos entre el dolor, la tristeza y la nostalgia, por la pérdida tanto de los seres amados como del terruño[1]. Un poema memorable que anuda ambas realidades es “La despedida de Bagdad”:
Tal vez te dejaré para siempre.
Bagdad dijo: ¿por qué no te quedas conmigo?
Yo le respondí: te quiero y tú me odias
¿Cómo me puedo quedar?
Ella dijo: déjame esparcir mi humo para verte.
Respondí: tú eres un humo seguido por otro humo y no te revelarás.
Ella expresó: ven para despedirte.
Le dije: no, quizás me soplarás.
Y contestó: déjame cualquier cosa para recordarte.
Dije: ya dejé.
Preguntó: ¿Qué?
Dije: mi hijo.
(en Abusneineh, 2015: 14).
Nouri Aljaarrah, por su parte, recrea la tradición poética del Corán y de textos fundacionales de la literatura occidental, como la Odisea, en función del tiempo presente. Así, en sus poemas desfilan personajes como Caín, Abel, Noé, Sísifo y Odiseo. Respecto a este último escribe en “Cartas de Odiseo” los siguientes versos:
¿Quién vino a mi casa cuando yo no estaba y vio la sangre en las cortinas?
¿Quién tocó las puertas y anduvo por las habitaciones,
quién vio mi cama?
Yo no soy Odiseo
[…]
El que vino a mi casa con su auto,
el que vino escondido
y cuando yo no estaba,
el que abrió los armarios y leyó las cartas que me mandé a mí mismo,
yo
Odiseo
el muerto en un barco.
(en Abusneineh, 2015: 28-29).
Fakhri Ratrout presenta una poesía pesimista y ácida, con un tono irónico, ríspido. Al igual que el poeta anterior retoma personajes de la tradición religiosa como Adán, pero también poetiza la modernidad desquiciante, particularmente tiene una serie de poemas sobre los trenes, del cual transcribo uno:
¿Por qué apresuran las ambulancias?
Dos trenes amantes se suicidaron en la estación ferroviaria.
Es todo.
(en Abusneineh, 2015: 68).
Asimismo, celebro y destaco el uso de la ironía, en la serie de cuatro poemas titulados “La experiencia de Adán”. En el primer fragmento el autor combina de una forma magistral la solemnidad propia del discurso mítico religioso con un giro de tuerca paródico al más puro estilo minificcional:
Dios derramó este mundo hermoso
de un cántaro de la leche matinal.
Nunca encontraremos sus vacas.
(en Abusneineh, 2015: 64).
Por último, tenemos a Najwan Darwish, cuya poesía gravita en torno a un registro más narrativo, testimonial, y que en general representa la crudeza de su contexto sociohistórico marcado por el prolongado conflicto bélico. A continuación reproduzco tres fragmentos de poemas diferentes, el primero de “En el campo de Chatila”, el segundo de “Soportar la vigilia” y el tercero de “El cadáver”:
¿Cómo pudiste sonreír, ignorando las vallas
con alambres de espinas en la frontera
que envolvía tu corazón?
(en Abusneineh, 2015: 73).
(¿De dónde viene este canto enfermo?)
No puedo aguantar esta vigilia. Las pesadillas me han vuelto un cobarde.
¡Fado! ¿Cómo dormir entre las bombas que lanzan los aviones y este aire
que se desgarra como carne viva?
(en Abusneineh, 2015: 76).
Un cadáver que nadie lo amortaja.
Un cadáver que nadie lo entierra.
Un cadáver donde gotea el universo.
(en Abusneineh, 2015: 77).
El canto de los moros, coeditado por Taberna literaria editores y El Colegio de Puebla, es una punzante visión de Medio Oriente a través de su poesía, son cuatro voces que migran desde el árabe gracias a la selección y traducción de Ghadeer Abusneineh, son cuatro desgarraduras que cantan con la lengua sangrante y malherida pero nunca amordazada.
En estos tiempos de violencia que atraviesa nuestro país, con el asesinato de periodistas, con balaceras menudeando por las calles, con emboscadas a militares, con robos y violaciones en carreteras, en fin, en este contexto donde la violencia se adueña de nuestra cotidianidad, el discurso de estos poetas adquiere la claridad de un espejo donde podemos ver nuestras entrañas y, como ellos, no aceptar la mordaza…
[1] Algunos poemas que representan esto son: “Maletas”, “No veo”, “Otra vez”.
Bibliografía
Abusneineh, Ghadeer (2015), El canto de los moros. Muestra de poesía árabe, México: Taberna literaria editores / El Colegio de Puebla.
Manzano, Alberto (2003), Selección de poesía árabe, España: Edicomunicación.
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David Anuar González Vázquez (Cancún, 1989). Licenciado en Literatura Latinoamericana por la UADY. Autor de la plaquette de poesía Erogramas (Catarsis Literaria – El drenaje, 2011). Radica en Mérida.
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Imagen tomada de Wikipedia. Título: Mujer árabe. Técnica: Acuarela Autor: John Singer Sargent. Pintada entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Se encuentra actualmente en la colección del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
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Reseña publicada en Tropo 13, Nueva Época, 2017.