Miguel Miranda
El periférico de la Ciudad de México en los años setenta terminaba en Cuemanco, justo donde está ubicada la pista olímpica de remo y canotaje “Virgilio Uribe”. En aquellos años, la capital del país todavía incluía pastizales y áreas deshabitadas donde los ejidos cedieron ante los fraccionamientos, y las clases medias se expandieron a sus anchas. “Al final del periférico todo comienza o todo termina”, relata Guillermo Fadanelli (Ciudad de México, 1960) en su última novela escrita con la furia de un escritor frustrado que recuerda su adolescencia en Villa Cuemanco —un residencial al final del periférico donde se han establecido las familias de la nueva clase media pujante de los años setenta, en el sur de una ciudad que no tiene aún domesticados ni urbanizados sus suburbios—, y cuya acción se lleva a cabo en canales de aguas confinadas de Xochimilco, campos de béisbol de la Liga Mexica, establos y muchas vacas, donde cohabitan pandillas de adolescentes que buscan dar rienda suelta a “la edad de la punzada”.
Willy es uno de ellos. Lo narra la voz en primera persona del escritor cincuentón y frustrado que ahora vive en la colonia Narvarte y trabaja para una editorial que le exprime a destajo. Willy es el propio Fadanelli que advierte desde la primera página que la biografía no existe y que los hechos narrados son producto de su imaginación. Sin embargo, hay mucho de verdad. La zona sur de Coapa está mapeada en la narrativa de Fadanelli; las calles, los canales, los colegios de la zona donde se “educaron” todos aquellos chamacos, existieron realmente (algunos lugares persisten hasta el día de hoy, como el Colegio Lestonnac). Pero lo que surge de la escenografía montada para la obra son los propios personajes de esa variopinta pandilla que transita de inocentes travesuras voyeristas y despertares sexuales hasta criminales radiografías de la sociedad mexicana que se fue impregnando de la codicia, gandalléz y frustración de lo que ahora somos, cuarenta años después de que el periférico mirara inconcluso hacia las llanuras de Chalco.
Fadanelli logra hilvanar a través de sus relatos una serie de pequeñas anécdotas que construyen la novela, con personajes muy claros y perfectamente estructurados, donde cada cual es parte del imaginario de la sociedad mexicana y condimenta su obra con situaciones inverosímiles, aparentemente graciosas pero con un trasfondo irónico que hace disfrutar al lector por la calidad imaginativa del escritor, aunado al surrealismo de aquella zona del sur de la ciudad de esos años: una colonia de clase media invadida por vacas, alfalfa y caca, como reza la porra de la Preparatoria 5.
El autor ha sido elogiado por su última novela, fruto del esfuerzo y dedicación como el escritor tozudo que es, surgido desde el underground chilango, fundador de la revista Moho y de la editorial del mismo nombre. Fadanelli es el escritor de la ironía, del pesimismo y del escepticismo del fin de siglo del otrora Distrito Federal y área conurbada; la mayor parte de su obra novelística se basa en historias de aprendizaje como La otra cara de Rock Hudson (1997) o Educar a los topos (2006). Al final del periférico (Literatura Random House, 2017, 192 pp.), no es más que un retrato fiel de lo que somos los mexicanos como sociedad; escrito sin mucha filigrana literaria ni demasiadas vueltas de lenguaje, divierte, entretiene y hace pensar al lector; aquel lector (cada vez más escaso) que, en palabras del autor, no esté entretenido en el espectáculo barato, la aburrida tecnología y en la ansiedad del consumo de las cosas inútiles.
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Miguel Miranda Saucedo (Cd. de México, 1966). Licenciado en Diseño Gráfico. Tiene una maestría en Comunicación Corporativa. Es profesor en la Universidad Anáhuac Cancún. Se dedica a la comunicación visual y a la publicidad.
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Reseña publicada en Tropo 13, Nueva Época, 2017.