Gerardo Bustamante Bermúdez
En 1957, el poeta, dramaturgo, dibujante, promotor cultural y hombre de letras, Abigael Bohórquez (1936–1995) se dio a conocer en el ambiente literario con su libro Poesía i teatro, con el que obtuvo el premio El Libro Sonorense. Tenía apenas 21 años. El texto pasó casi inadvertido a nivel nacional, a pesar de que autores como el poeta sonorense Mosén Francisco de Ávila y el tabasqueño Carlos Pellicer, le auguraron una fructífera trayectoria al escritor.
En 1954, Bohórquez había viajado a la ciudad de México con la intención de hacer estudios teatrales; un par de años duró su estadía al cabo de la cual regresó a Sonora, donde tuvo un programa de radio; publicó en periódicos locales y montó su pieza teatral El aguijón de la abeja e incluso se desempeñó como cantante en centros nocturnos de San Luis Río Colorado, frontera con Estados Unidos, con la intención de obtener dinero para el día a día. Quizás estas experiencias diversas le sirvieron para intentar el regreso a la capital mexicana, en donde se instaló de 1962 y hasta 1990; obtuvo algunos empleos, entre ellos podemos enumerar el de mecanógrafo del departamento de Difusión del INBA, Director de Ediciones y maestro de poesía coral en el Organismo de Promoción Internacional de la Cultura, que dependía de la Secretaría de Relaciones Exteriores, así como maestro de actividades culturales en el Instituto Mexicano del Seguro Social.
¿Dónde estaban sus contemporáneos, las editoriales, los críticos y periodistas de los años sesenta y setenta? ¿Por qué casi no se hablaba sobre su poesía y las compañías teatrales no montaron obras emblemáticas de la dramaturgia nacional como Nocturno del alquilado y la tórtola, Caín en el espejo o La madrugada del centauro? A la fecha, su teatro sigue en el olvido en tanto no se materialice en la puesta en escena. Su poesía, por el contrario, se ha mantenido vigente dentro de los lectores y escritores que reconocen que la poesía, además de ritmo y construcción con el lenguaje, es discurso y compromiso con la palabra.
La publicación del libro Poesía reunida e inédita, publicado en el 2016 por el Instituto Sonorense de Cultura fue un verdadero reconocimiento a la pluma del escritor. Y fue justo que su estado natal reconociera y apoyara el rescate de su legado poético.
En México se tiene la costumbre de hacer homenajes a tal o cual escritor, aunque los lectores no sepamos en ocasiones bien a bien cuáles son los verdaderos méritos del creador ni consideremos que su obra es trascendental para la cultura nacional, así sucede con buena parte de los autores que, bajo el patrocinio del pueblo, vía el Estado, asisten a lo que denominan la “legión” de representantes en ferias de libros internacionales. ¿De verdad representan lo mejor de la literatura nacional? ¿Quién lo decide? ¿Sus obras serán con el paso de las décadas e incluso de los siglos, textos clásicos mexicanos o universales? Quizás porque de otra manera sería una decepción, ya que se invierte en ellos.
En México tenemos la costumbre de valorar y publicitar textos por el nombre del autor y no por la factura literaria; en los periódicos la mayor parte de la crítica literaria se ejerce a través de la descalificación personal o la elegía obsesiva, como si se tratara de una letanía literaria en donde se nos dice que ha nacido el mejor novelista en lengua española, el mejor poeta de América y generalidades por el estilo. La crítica literaria en estricto sentido es una valoración de la obra utilizando los parámetros de la estética literaria; lo demás no es necesario. Un lector no debe tomar demasiado en cuenta el número de premios obtenidos por el autor, los homenajes, la invitación a festivales con gastos pagados; en síntesis, la alfombra roja y la suntuosidad no son importantes si la obra no resuena. La crítica literaria al inscribir a los autores a generaciones o grupos literarios lo que hace en soslayar la presencia de unos y privilegiar a otros, aunque a veces una obra literaria no resista un mínimo análisis.
Así las cosas, ha sido necesario que la publicación del libro Poesía reunida e inédita viaje por distintas partes del país, sobre todo porque es la primera vez que se recopila la obra poética completa del autor, más un nutrido corpus de textos inéditos, pertenecientes a colecciones particulares, ya sea de familiares, escritores, críticos o amigos. La poesía de Bohórquez es una caja de Pandora y por eso era necesario reeditarla, ponerla al alcance del público y decir que el nombre del sonorense está a la altura de los mejores poetas de su siglo como Xavier Villaurrutia, Efraín Huerta, Octavio Paz, José Carlos Becerra, José Emilio Pacheco, Alí Chumacero y otros tantos que podemos enumerar porque México tiene una larga tradición poética, pero hacía falta el nombre de Bohórquez, siempre hizo falta porque nunca se le promocionó ni reconoció como se merecía, sin embargo, el reconocimiento, se dice, se lo dan los lectores a un artista y eso es Bohórquez: un artista.
Poesía reunida e inédita pone nuevamente en circulación a un autor indispensable, a un creador que no perteneció a generación poética alguna ni a grupos teatrales oficialistas. La obra de Abigael se defiende sola, por eso las nuevas generaciones se encuentran con ese velero de poemas frescos, íntimos y desafiantes y esa es la razón por la cual decidí hace algunos años emprender el rescate de su obra, sobre todo porque me di cuenta de que su presencia en antologías era inexistente; medité que durante mis estudios universitarios, ninguno de mis profesores me habló sobre él, que en las bibliotecas no se encontraban sus libros y que incluso circulaban en fotocopias entre los que esperaban las reediciones.
La sorpresa en la presentación del libro en Quintana Roo, en el contexto del Festival de la Cultura del Caribe fue saber que varios jóvenes escritores de la región viajaron de ciudades cercanas sólo para ver la presentación y encontrarse con el libro del vate sonorense, abrazar las casi setecientas páginas de poesía amatoria, cruda, desafiante. Y lo hicieron quizás porque la fortaleza del discurso poético ha resistido varias décadas de ignorancia y censura institucional. Así, las ciudades de Cancún, Cozumel y Puerto Morelos conocieron o se reencontraron hace algunas semanas con una voz potente, con un discurso que cimbra las emociones de quien escucha la voz rabial, a veces tierna, erótica y desnuda de Abigael Bohórquez, el que para algunos está a punto de convertirse en una religión literaria que resurge en medio de tanta poesía actual. Los textos del gran poeta mexicano le escupen a los cretinos, a los sádicos de poder, a los insolentes de la censura y Quintana Roo ha sido un escenario propicio para dar a conocer a un autor que con su palabra sigue siendo vigente pues en sus versos hay solidaridad, amor y dignidad por el hombre y la naturaleza, por el amor y los placeres, pues finalmente de lo que se trata es de vivir el breve tránsito del hombre hacia la muerte.
La poesía sincera sólo pueden lograrla aquellos que indagan en la verdad del hombre, en las emociones francas, aquellos que no toman a la poesía como un recurso de fama. A lo largo de su vida, Bohórquez estuvo en las instituciones sólo como un sencillo maestro; no fue el funcionario que aparece en nóminas con sueldos ostentosos y ofensivos, como aquellos que viajan a diversos países y duermen en hoteles de muchas estrellas; no fue el diplomático cultural o embajador y qué bueno porque eso lo hace un auténtico escritor underground, un verdadero outsider, un disidente de la propia poesía nacional de su tiempo.
En meses recientes he presentado el libro Poesía reunida e inédita en diferentes lugares de la ciudad de México, así como en Sonora, Puebla, Tabasco, Chiapas y Yucatán; la recepción ha sido destacable, sobre todo porque la presentación se ha realizado bajo un formato en el que intervienen recursos del teatro y el performance, mismos que se mezclan con la lectura de fragmentos reflexivos sobre la obra del autor. Una presentación que no puede ser tradicional o acartonada; así se les informa a las instituciones que me invitan, sobre todo porque no admito, bajo ninguna circunstancia, la censura. Abigael la padeció por cuarenta años y ahora que se habla mucho de libertad de expresión, identidades de género y democracia –aunque sólo desde el discurso– es necesario tomar la palabra y hablar, que es el único recurso que conduce a la libertad del hombre.
Abigael Bohórquez ha sido por décadas un escritor amado u odiado. Algunos poemas suyos son un muestrario de resistencia y actualidad política, sobre todo cuando en el país hemos aprendido a inconformarnos con rabia por el asesinato de periodistas, los feminicidios, la impunidad, la corrupción, la desaparición de estudiantes, los crímenes por homofobia, la pederastia y el descaro político. El resurgimiento de poemarios como Acta de confirmación (1966) y Canción de amor y muerte por Rubén Jaramillo y otros poemas civiles (1967) son una muestra clara, por eso era evidente que en su época Bohórquez fuera un autor silenciado, no complaciente:
Canto al hombre del mundo
por el dedo en las llagas de su estatua,
de su hambre y de su hombría;
si no tiene mi verso
sonido de martillos levantando edificios,
cantos de obrero en marcha,
ímpetu de azadón,
pico y máquina de coser,
si no viene mi verso
a decir las verdades del hombre
no me sirve.
Eso es todo. (De “Manifiesto poético”)
Por otra parte, el resurgimiento de la poesía de Bohórquez viene a aleccionar a los individuos en su educación sexual y afectiva. Su poesía son alas de libertad, son susurros o gritos, por eso en ocasiones levanta ámpulas, saca ronchas a las buenas conciencias, a las moralidades decimonónicas, “a los maliciosos bragueteros”, “a los resentidos calenturientos” a la “distinguida cogelona”, como lo describe en su poemario Digo lo que amo, testimonio poético en donde les escupe y les mienta la madre a sus detractores, los conocidos y los anónimos.
Abigael se divierte también con su poesía; hace pastiches de la tradición. Sus versos potentes dinamitan el placer, como en el siguiente soneto paródico de la poesía romántica y modernista.
Scorpio, el humo, el ron y reencontrarnos
en el sitio, la hora, lo esperado;
ojos devastadores, labio armado
y la urgencia de entrar, luchar, amarnos.
Ninguna cosa más, hablar a tientos,
apagando la luz, redescubriéndote;
yo dejándome hacer y tú entreabriéndote,
ancla de pan, sedestremecimientos.
Luego subiste sangre, pendulaste
entero y firme badajo de ambrosía,
yo muy acá; entonces te alocaste;
y en mar de amar mientras cegaba el día
en sexo concertado me dejaste,
mientras pasaba el último tranvía.
Las aguas azuladas del caribe mexicano hace algunas semanas fueron el escenario para la presentación del libro de Bohórquez, ya fuera en una plaza pública en Cancún, o bien en el auditorio de la Universidad de Quintana Roo, en su sede Cozumel, así como en el kiosco, a escasos veinte metros del mar de Puerto Morelos, en donde Abigael Bohórquez se paseó retecontento bailando entre la brisa marina, susurrándole al oídos a sus lectores que la poesía auténtica es aquella que comunica, cimbra y tiene una posición ideológica ante la vida. No hay poesía sin discurso ideológico. Punto. Los tres escenarios fueron perfectos para el vuelo, porque entre fragmentos de canciones interpretadas por Lucha Villa, Chelo Silva, Cuco Sánchez y las Hermanas Águila, Bohórquez recitó algunos de sus versos, se presentó frente a nacionales y extranjeros; aplaudió la vida en medio de revueltos vientos mientras danzaba el recuerdo por aquel amor perdido.
Ahora,
lenguante el mar, bramal y salitrado,
profundamente canta en la memoria,
canta, mientras la vida,
con revuelta marea
rejunta entre sus aguas las aguas de este olvido.
Todo tiene su precio.
Y he pagado
con vejez o con lágrimas
aquel amor perdido.
(De “Los dulces nombres”)
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Gerardo Bustamante Bermúdez. Doctor en Letras por la UNAM, maestro en Letras Mexicanas por la misma institución y Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma Metropolitana. Sobre el escritor sonorense Abigael Bohórquez ha editado los libros Dramaturgia reunida de Abigael Bohórquez (2014), Digo lo que amo (2015), Acta de confirmación. Canción de amor y muerte por Rubén Jaramillo y otros poemas civiles (2015). En el 2016 el Instituto Sonorense de Cultura publicó el libro Poesía reunida e inédita de Abigael Bohórquez, en el que realizó la recopilación, estudio, edición y notas. Prepara un libro de Bohórquez en el que recopila su producción ensayística.
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Ensayo publicado en Tropo 13, Nueva Época, 2017.