Cristina Rivera Garza. Entre la cordura y la locura

Ma. Ofelia Arruti

 

Nadie me verá llorar (Tusquets Editores, 2008, 254 pp.), de la doctora en historia y escritora Cristina Rivera Garza (Tamaulipas, 1964), es una de las novelas más importantes de la literatura mexicana contemporánea.

“Cómo se convierte uno en un fotógrafo de locos?”, pregunta al inicio de la novela Matilda Burgos, una interna de La Castañeda, un manicomio situado en una ex hacienda de Mixcoac y que Porfirio Díaz inauguró en el marco de los festejos por el centenario de la Independencia. La pregunta revolotea en la cabeza del fotógrafo Joaquín Buitrago como el zumbido de una abeja, mientras se esfuerza por recordar dónde vio por primera vez a Matilda.

La novela, dividida en ocho capítulos, transcurre en diversos escenarios y múltiples espacios temporales, que se van acomodando como si se tratara de un rompecabezas para armar una narrativa donde todo se conjuga de una manera casi perfecta. No hay linealidad en la narración, pero el dominio de la trama mediante los saltos temporales es uno de los muchos logros de esta novela. Los temas más evidentes son la locura, la adicción, la muerte y la soledad, pero también se entretejen otros temas seductores: la memoria, la búsqueda de identidad, el contexto histórico del México de principios del siglo XX, el amor imposible y el posible. Y todos ellos nos llevan a reflexionar en la delgada línea que existe en el ser humano entre la cordura y la locura.

La novela gira en torno a la vida de Matilda, cuya historia vamos conociendo a través del interés de Joaquín, quien, obsesionado por la identidad de la enferma, en la que cree reconocer a una prostituta que fotografió años atrás en el burdel La Modernidad, logra conocer el expediente de la enferma. A través de este expediente y apoyado en otros libros de historia, Joaquín empieza a averiguar los orígenes de la familia de Matilda. La narración se estructura con la información que Joaquín investiga, los relatos que ella misma le cuenta, los momentos que comparten ambos y los escritos que Matilda y otros enfermos escriben en el manicomio.

Matilda nació en Veracruz, su familia se dedicaba al cultivo de la vainilla, eran muy humildes y su padre se volvió alcohólico. Para que Matilda tuviera mejores oportunidades, la envían a la Ciudad de México a vivir con un tío, que era un médico muy reconocido que quiso poner en práctica con ella una singular teoría médico-social. El turbulento torrente de recuerdos que Matilda le cuenta a Joaquín, provoca que el fotógrafo también analice su vida y los motivos que lo llevaron a su terrible adicción a la morfina. Al compartir sus vivencias, surge en los protagonistas una especie de historia de amor que, desde su inicio, está condenado al desencuentro.

No hay duda de que Nadie me verá llorar es una magnífica novela que vale la pena leer y recomendar ampliamente.

 

María Ofelia Arruti. Es traductora, editora y correctora de estilo. Radica en Cancún desde 2003.

 

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Reseña publicada en Tropo 11, Nueva Época, 2016.

 

 

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