Julián Herbert. La verdad de la microhistoria

Miguel Miranda

 

A las generaciones más jóvenes tal vez no les pase, pero a los que nacimos entre los sesenta y setenta las clases de historia en la escuela primaria y secundaria eran como religión: existía un dogmatismo ferviente al contar las historias de la patria con cierto aire de mistificación: el cura Hidalgo, Benito Juárez, los Niños Héroes y hasta Venustiano Carranza (inspirador del mexicanísimo verbo “carrancear”) pasaron ante nosotros como héroes inmaculados que derramaron su sangre por la justicia y la libertad. Fuimos varias generaciones que crecimos con la verdad oficial, con nuestros héroes encapsulados en un apartado de asepsia histórica, donde la historia discurrió como en una película de aventuras protagonizada por Errol Flynn y México era el lugar más prístino del mundo donde no había injusticias, ni discriminación y convivíamos una variopinta pléyade del mestizaje en sana paz y armonía.

Julián Herbert (Acapulco, 1971) se cuestionó algunos tópicos por el estilo cuando era un post-infante, a los 14 años, después de que un pseudo amigo lo descalabrara a pedradas después de un lío de faldas, ya viviendo en Torreón, Coahuila. En su convalecencia, se enteró de la matanza de 303 chinos en 1911, la cual era atribuida popularmente a Pancho Villa. El muchachillo descalabrado creció, se convirtió en escritor, músico y poeta y se obsesionó con la historia de los chinos masacrados un día de mayo, en plena revolución mexicana.

El resultado es La casa del dolor ajeno (Random House, 2015, 305 pp.), un libro que comienza como un western, prosigue como ensayo, intercala entrevistas sui generis tanto a taxistas de Torreón como a protagonistas indirectos del siglo XX y finalmente discurre en conclusiones y relatos personales, íntimos.

Herbert, quien ha publicado varios cuentos, dos novelas, poesía, ensayo y crónica, define él mismo en una entrevista: “Este libro es una crónica documentada que atraviesa por el tamiz de mi punto de vista, un retrato de 1911 que dialoga con el presente; y al hacerlo vemos temas que aún permanecen, como los asesinatos masivos, la migración en México, los conflictos regionales, la xenofobia y las interpretaciones jurídicas desde el poder”. *

Aunque él mismo comenta, todo comenzó con la reedición de Entre el río Perla y el Nazas, de Juan Puig; Julián tenía la intención de escribir una reseña, sin embargo, su investigación previa le dio la tela suficiente para desarrollar el relato donde se van combinando elementos históricos nacionales y locales, algunos datos interesantísimos del México revolucionario y otras anécdotas que hacen de la lectura un compendio de historia viva, palpable. Y así, el escritor lleva las páginas de La casa del dolor ajeno a una inmersión por la diáspora china, parte de la historia del imperio celeste en el siglo XIX que influiría en la sociología de México y Estados Unidos. Lo notable es la precisión de la crónica de Herbert, así como el rigor en su investigación; el lector podrá corroborarlo revisando el último capítulo de referencias, con la explicación precisa y documentada de cada dato.

Lo triste de todo es que La casa del dolor ajeno se trata de una matanza de 303 chinos, en mayo de 1911 en Torreón, Coahuila, México. El autor no intenta desenmascarar, proteger, soslayar, condenar o justificar a los culpables, simplemente cuenta, a través de recursos extraordinarios que denotan una pluma exacta, lo que sucedió a partir de una masacre perpetrada por mexicanos. Un compromiso penosamente histórico.

 

*Recuperado de Excélsior: http://www.excelsior.com.mx/expresiones/2015/10/11/1050510

 

Miguel Miranda Saucedo (Cd. de México, 1966). Licenciado en Diseño Gráfico. Tiene una maestría en Comunicación Corporativa. Es profesor en la Universidad Anáhuac Cancún. Se dedica a la comunicación visual y a la publicidad.

 

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Reseña publicada en Tropo 11, Nueva Época, 2016.

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