Héctor Hernández
Una mujer hermosa es el paraíso de
los ojos, el infierno del alma y
el purgatorio del bolsillo.
Bernard de Fontenelle
Entre 1953 y 1978 la inmensa mayoría de los huracanes tenían nombre de mujer. Cuando se le preguntó a un miembro del Centro Meteorológico encargado el porqué de esta costumbre, la respuesta fue: “Por su carácter impredecible y violento”.
Afortunadamente, la mayoría de las mujeres no son violentas, pero lo que sí parece ser acertado es lo impredecible de su comportamiento, que parece ser un factor clave que llevó a aquel estudioso del comportamiento humano, Sigmund Freud, a pensar que un enigma muy difícil de superar es la pregunta: “¿qué quieren las mujeres?” Muy probablemente lo enigmático de una mujer es parte de su atractivo.
Ante la pregunta de por qué las mujeres son atractivas, alguien podría decir simplemente porque así se asegura la reproducción y la supervivencia del nombre de la familia. Muchos apellidos actuales son patronímicos: Hernández, hijo de Hernando; González, hijo de Gonzalo; Rodríguez, hijo de Rodrigo; los holandeses usan “van”, en por ejemplo, van Gogh, hijo de Gogh; y en escocés existe el Mc, por ejemplo, McDonald, hijo de Donald. Pero los estériles también se sienten atraídos por damas que ya no pueden tener hijos, así que quién sabe cuál sea el fin último de la atracción.
En este texto solo pretendo indicar qué factores específicos contribuyen a que las mujeres se vean más atractivas, aun cuando se reconoce que lo que se valora por bello suele ser subjetivo y relativo, pues influye la cultura dominante y los gustos personales (no extraña entonces que lo que para algunos es “atractivo” para otros es un “defecto”). 1
La voz y la forma de hablar
Se dice que al filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) le gustaba provocar a las damas diciendo que había encontrado una prueba bíblica de que las mujeres no van al cielo, y cuando le pedían más detalles, recordaba un pasaje del Apocalipsis del apóstol Juan que dice que en el cielo hubo media hora de silencio, lo cual sería imposible —bromeaba Kant— si hubiera alguna mujer allí.
Varios estudios recientes sugieren que hay bases biológicas en la constitución del cerebro femenino facilitadoras del mejor desempeño de las mujeres en tareas relacionadas con el lenguaje y la habilidad verbal. Así, difícilmente se puede pasar por alto la peculiar forma de hablar de una dama. De hecho, se comenta que en cierta ocasión le preguntaron a Thomas Alva Edison, el prolífico inventor nacido en Ohio, si era él quien había inventado la primera máquina parlante, y él respondió: “No, la primera máquina parlante la inventó Dios de una costilla de Adán”. Esto no significa que a una dama le guste decir todo lo que sabe; un ejemplo típico en muchas culturas es la renuencia de una mujer a decir su edad. Aludiendo a esta costumbre, Oscar Wilde comentó: “¿Cómo se puede tener confianza en una mujer que le dice a uno su verdadera edad? Una mujer capaz de decir esto es capaz de decirlo todo.”
Eso sí, se puede afirmar con certeza que la mujer ejerce una muy notable influencia en el aprendizaje de la lengua de sus hijos. Es notable que llamemos lengua materna a nuestro idioma nativo y no lengua paterna, aunque nuestro padre hable el mismo idioma y tenga más edad que nuestra madre. La razón que suele darse es que “es la mujer quien la transmite a los hijos”. Esto suele ser así en la generalidad de las lenguas, lo cual es significativo si se tiene en cuenta que, según la UNESCO, en el mundo se hablan actualmente unas 7000 lenguas. (De hecho, a fin de promover la diversidad lingüística y cultural, desde el año 2000 existe un Día Internacional de la Lengua Materna, el 21 de febrero.). En resumen, en mi opinión, parte del atractivo que ejerce una mujer reside en su voz y su forma de hablar, que puede prometer una buena comunicación y un buen ambiente para los hijos.
Facciones y cabello
Por otra parte, los ojos siempre han jugado un papel importante en el impacto de una dama. De hecho, una planta medicinal se llama belladona (que significa “mujer hermosa”) porque dilata los ojos y así produce una mirada más llamativa, aunque no se recomienda usarla con ese único fin porque la sustancia puede ser venenosa. Sobre el encanto cultivado por los ojos femeninos, en el soneto XVII de Shakespeare (1564-1616) leemos lo siguiente (mi traducción):
“Si pudiera describir la belleza de tus ojos y detallar en poemas sucesivos todas tus gracias, entonces la gente del futuro diría: “Este poeta miente, tales rasgos celestiales jamás pertenecieron a rostros terrenales”.
Algo similar suele decirse de la nariz y la boca. En el siglo XVII, Blas Pascal (1623-1662) escribió: “Si la nariz de Cleopatra hubiera sido más pequeña, la faz del mundo hubiera cambiado”.
En la cultura japonesa, la boca ha ocupado un lugar central en la belleza femenina. De hecho, en Japón existe la leyenda mitológica de una mujer muy hermosa infiel a su esposo, un samurái que en un arranque de furia y celos le cortó la boca de oreja a oreja y la asesinó. La mujer (conocida como Kuchisake-Onna) se convirtió en un espíritu maligno y regresa por las noches con una mascarilla para vengarse, preguntando a los hombres que se encuentra en su camino si es hermosa. Si le responden que sí, se quita la máscara y les presenta su malévola sonrisa, y les vuelve a preguntar si la siguen viendo hermosa. Si el entrevistado responde que no, le corta la boca con unas tijeras, y si responde que sí, lo sigue a su casa y lo asesina. Como ninguno de estos dos finales es muy alentador, se dice que hay formas de apaciguar su furia. Una de ellas es ofreciéndole dulces. Oferta que me parece algo extraña, porque los dulces se le saldrían de la boca con tal tamaño de cavidad. Pero en fin, otros dicen que con una respuesta lógica (como: “Eres fea y no quiero ser como tú”) se le podría hacer desaparecer. Obviamente la boca es importante también por su conexión con la sonrisa cautivadora de una mujer y porque una mueca podría revelar buena salud y el estado de ánimo de la dama, lo cual nos permite tomar precauciones.
En general, los diversos rasgos del rostro de una mujer suelen captar la atención de los hombres, así como sin duda el cabello. Las mujeres de la Antigua Grecia y Roma solían llevar una larga cabellera, en contraste con las esclavas, que llevaban el cabello corto. Quizás el cabello atrae tanto porque puede ser un indicador del nivel de juventud y salud de alguien. Al ser un tejido que crece muy rápido con una vida media de unos cinco años, puede manifestar anomalías graves en el cuerpo si existen, o su pérdida y canicie pueden indicar la cercanía de la edad madura.
La importancia del arreglo del cabello queda manifiesta por el hecho de que en siglos posteriores, entre otras estrategias para atraer al sexo opuesto, se recurría a cabello postizo si no se consideraba satisfactorio el cabello natural. Por ello, no es extraño que después, en 1770, se propusiera ante el Parlamento británico una ley que decía: “Las mujeres de cualquier edad, rango o profesión, ya sean vírgenes, doncellas o viudas, que seduzcan o induzcan con fines matrimoniales sirviéndose de esencias, pinturas, aplicaciones cosméticas, dientes o cabellos postizos, incurrirán ante la ley en las mismas penas que se aplican contra la brujería, y el matrimonio será considerado nulo”.
Ropa y figura
¿Cuánta importancia suele conceder una mujer a su peso y figura? En una encuesta de opinión realizada en 1984 por la revista Glamour en la que participaron 33 mil mujeres con edades entre 18 y 35 años, 75% respondió que tiene un peso excesivo, aunque médicamente solo 25% tenía un peso superior al ideal. El 80% de estas mujeres manifestó su deseo de adelgazar para ser atractiva a los hombres. Los resultados sugieren una creciente tendencia cultural a pensar que, sin importar talla y peso, casi ninguna mujer cree que está lo suficientemente delgada y muchas hacen grandes sacrificios por perder peso. Parece más fácil ganar que perder peso, como dijo Mafalda: “Ojalá todo fuera tan fácil como engordar”. Ante la dificultad de adelgazar, quizás el último recurso sea la conocida oración: “Señor, si yo no puedo adelgazar, haz que engorden todas mis amigas”. Curiosamente, hay lugares del mundo donde sucede lo contrario: las mujeres se sacrifican por engordar, por ejemplo en Mauritania.
Por otra parte, la simetría y la figura curvilínea de una mujer puede ser realzada por la forma de vestir, que suele ser factor influyente en la manera de percibir a alguien. Cuando a un niño le preguntaron qué mujer era la más hermosa de una pintura donde aparecían tres mujeres desnudas, dijo: “No puedo decirlo, porque no llevan puesta la ropa”.
De hecho, la expresión “hermoso” viene del latín formosus que significa “bien formado” o “de bella forma o figura”. Sin profundizar en más detalles sobre el impacto de la figura u otros aspectos como la suavidad, la sensualidad, la sensibilidad, etc., solo citaré la opinión del filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) en El arte de tratar a las mujeres: “Los senos femeninos bien redondos y de buena forma ejercen una notable fascinación en los hombres, porque estando directamente relacionados con las funciones reproductoras de la mujer, prometen abundante alimento para el recién nacido.” Algo similar se dice de la cadera amplia, y de otras zonas de su cuerpo donde la mujer acumula más grasa, que le permite resistir más eficazmente una situación de hambre prolongada, por ejemplo un naufragio.
Calzado y forma de caminar
En 2014 el investigador Nicolás Gueguen publicó los resultados de una serie de experimentos en el que participaron mujeres que utilizaban zapatos negros con tacones de distintas alturas (los más altos 9cm). El estudio encontró que los hombres son más atentos con las mujeres que usan tacones altos que con las que usan zapatos planos. Por ejemplo, si una mujer con tacones altos deja caer un guante en la calle, tiene 50% más probabilidades de que un hombre se lo recoja que si está usando zapatos sin tacón. Una mujer con zapatos altos tiene el doble de probabilidades de persuadir en la calle a un hombre de pararse a contestar una encuesta, y un hombre en un bar tarda la mitad de tiempo en acercarse a una mujer con zapatos de tacón que a una mujer con zapatos planos. La conclusión del autor es: “Sencillamente, hacen que la mujer se vea más hermosa”.
Entonces, ¿cuál es el tipo de zapatos femeninos que las hace ver más atractivas?: en mi opinión, las zapatillas de tacón alto y los zapatos abiertos. No extraña que los zapatos femeninos más caros (diseñados por Michael Shellis con oro y diamantes) sean precisamente una combinación de estos dos tipos: zapatillas abiertas de tacón alto. En contraste, los zapatos menos favorables a una mujer (aunque para ciertas labores son necesarios) son los zapatos tipo militar y el calzado deportivo (“los tenis”). En la medida que el calzado femenino se parezca a los tipos favorables o desfavorables contribuirá ya sea al atractivo o a lo contrario. En realidad, las damas saben esto y por eso suelen estar dispuestas a sacrificar la comodidad y a veces la salud a cambio de la elegancia y el poder. Como dijo Marilyn Monroe: “Dale a una mujer los zapatos adecuados y podrá conquistar el mundo”.
Un rasgo de belleza asociado con el calzado suele ser la forma de caminar. El movimiento vibratorio natural originado en las características anatómicas femeninas que se produce en el andar de una mujer y que con frecuencia es enfatizado artificialmente parece ser efectivo como atractivo y es conocido en diversas culturas. En su ensayo ¿Qué hace bella a una mujer?, Havelock Ellis, comenta lo siguiente: “Parece ser que los papúes admiran esta forma de andar de las mujeres. Las madres se la enseñan tenazmente a sus hijas en cuanto cumplen 7 u 8 años, y las jóvenes papúes caminan así siempre que se encuentran en presencia de un hombre, adoptando un paso más sencillo cuando ningún varón las observa.”
Personalidad y conducta
En muchos casos la personalidad y la conducta han llegado a superar la apariencia física cuando se trata de entablar una relación con alguien o tomar decisiones de largo alcance. ”Soy lo suficientemente feo y lo suficientemente bajo como para triunfar por mí mismo”, dijo Woody Allen. Si una persona, en particular una mujer, es amable y jovial, podría considerarse atractiva aun si su apariencia es ordinaria. Por ejemplo, este año la revista People declaró que la mujer más bella del mundo es Sandra Bullock, decisión que parece haberse fundado más en sus cualidades y simpatía que en su apariencia física.
En general un factor que contribuye al atractivo de una mujer es su grata compañía. A la edad de 28 años, el naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) escribió una carta para sí mismo a dos columnas donde analiza los pros y los contras del matrimonio. Entre las ventajas del matrimonio incluyó: compañía constante, mejor que la de un perro, y disfrutar de la conversación con la mujer. Entre las desventajas señala que estará obligado a visitar y recibir visitas, y con ello una terrible pérdida de tiempo. Al final del análisis se casó con su prima Emma y tuvo 10 hijos, así que no es necesario explicar qué columna ganó.
Obviamente Darwin pensaba en la compañía pacífica, cuando se llevan bien, no en casos de frecuentes conflictos, que probablemente subyacen a la siguiente frase de Woody Allen: “Prefiero que me incineren a que me sepulten y ambas cosas a un fin de semana con mi mujer.”
Finalmente, una dama inteligente puede ser atractiva para un hombre inteligente, pero desafortunadamente parece que quizás no en general. Cuando le preguntaron a Madame de Staël, la baronesa de Staël-Holstein, por qué las mujeres hermosas tienen más éxito entre los hombres que las mujeres inteligentes, la escritora respondió: “Porque entre los hombres hay muy pocos ciegos, pero abundan los tontos”.
Las características de la belleza se han asociado a la juventud y fertilidad, pero el atractivo hacia personas estériles o de edad madura no queda capturado por esta explicación, quizás tengan que ver más bien con la resistencia y las probabilidades de supervivencia y en última instancia con la estabilidad y preservación de la familia.
Obviamente una dama que tenga a su favor los factores mencionados y las cualidades enlistadas no pasará desapercibida y tendrá un impacto en diversas decisiones de otros. No extraña que exista una fobia hacia las mujeres hermosas (llamada “caliginefobia”) y varios hombres solo puedan verlas de lejos. Pero sin importar la distancia, no es posible escapar de su encantadora influencia. Como dijo el poeta francés Alfred de Musset: “La mujer es como una sombra: no podrás atraparla, pero tampoco huir de ella.”
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NOTA
Héctor Hernández (México, D. F.) Licenciado en Actuaría y Matemáticas, doctor en Filosofía de la Ciencia y doctor en Educación. Actualmente es jefe del departamento de Desarrollo Humano en la Universidad del Caribe.
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Imagen: Aquelarre (detalle). Exposición: “Hembras” de Juan Carlos Macías y Víctor Hugo Pérez (tomada de: terceravia.com)
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Ensayo publicado en TROPO 9, Nueva Época 2015.