José Ángel Palou. Espionaje, amor y guerra

Svetlana Larrocha

 

Y sabrán que yo soy Jehová su Dios cuando,
después de haberlos hecho llevar al cautiverio
entre las naciones, los reúna en su propia tierra,
sin dejar allá a ninguno de ellos…
Y no esconderé más de ellos mi rostro,
porque habré derramado mi espíritu sobre la casa de Israel,
dice Jehová el Señor.

EZEQUIEL 39:28-29

 

En este año se ha conmemorado el Centenario del inicio de la “Gran Guerra” o Primera Guerra Mundial. Igualmente, se celebra los 75 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial, conflicto que detonó en septiembre de 1939 con la invasión germana a Polonia.

            Otro festejo —el 25 Aniversario— es la caída del Muro de Berlín o Berliner Mauer, el cual durante 28 años dividió a las repúblicas alemanas, la Democrática y la Federal. Los más de 120 kilómetros de la construcción fueron el símbolo por excelencia de la llamada Guerra Fría y, ahora, uno de los símbolos más patéticos del fracaso del sistema comunista en los países de la Europa oriental.

            Adhiriéndose a estas conmemoraciones —y quizá debido a éstas—, este año el Nobel de Literatura le fue otorgado a Patrick Modiano, que por su Trilogía de la Ocupación (El lugar de la estrella, La ronda nocturna y Los paseos de circunvalación) es considerado uno de los autores fundamentales en las actuales letras francesas.

            La obra de Modiano se ha centrado en el París ocupado por las fuerzas nacionalsocialistas, un tiempo que el galardonado también con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa ciertamente no vivió, pero que ha sabido retratar magistralmente la colaboración de los franceses con el régimen alemán y sobre todo el antisemitismo allí presente durante los horrores de ese tiempo.

            Además de la obra de Modiano, en la literatura hay infinidad de libros acerca de estas conflagraciones y de los hechos posteriores a éstas, especialmente de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias. Algunos, mezcla de realidad y ficción, han llegado a la pantalla grande o se han convertido en famosas series de televisión. Otros abordan ese período de una manera más histórica, y representan excelentes ejemplos de novela bélica, como El tren llegó puntual, de Heinrich Boll; Vida y destino, de Vasili Grossman; Tiempo de vivir, tiempo de morir, de Erich María Remarque; y de Jorge Semprún, Viviré con su nombre, morirá con el mío. La controversial Pelando la cebolla, de Günter Grass, quien admite haber formado parte de la Waffen SS, es otro texto digno de mencionar.

            Vistos, insistentemente, como víctimas indefensas —debido en gran medida al cine estadounidense—, los sucesos de julio de este año entre la Franja de Gaza e Israel, donde israelíes mataron a cientos de árabes palestinos, nos hacen recordar que, muchas veces, quien ha vivido un genocidio termina siendo también un genocida.

            En la novela La amante del ghetto (191 páginas, Planeta, 2013), el escritor poblano José Ángel Palou —ganador del Premio “Xavier Villaurrutia” 2003 y autor de la trilogía histórica Zapata, Morelos y Cuauhtémoc— aborda precisamente este tema: la venganza de los judíos después del Holocausto, a través de los Nokmim (en hebreo, “vengadores”), quienes se dedicaron a “cazar” sobrevivientes nazis, alemanes de las Schutzstaffiel (SS) y de la Gestapo que, escapados de los juicios de Nüremberg gracias a distintas influencias, intentaban huir a otros países.

            Los Nokmin fueron ayudados por los servicios de inteligencia militar de Estados Unidos e Inglaterra, quienes entregaron a éstos listas con infinidad de nombres de los participantes y colaboradores del régimen hitleriano. Disfrazados de policía militares, este grupo buscaba a los nazis, los acechaba y finalmente los eliminaba.

            Incluso, en 1960 hubo una operación denominada Operación Garibaldi, la primera, donde un grupo de Nokmin secuestró en Argentina —violando la soberanía del país suramericano— a Adolf Eichmann, uno de los hombres principales del Führer y responsable de la llamada Endlösung der Judenfrage (“solución final a la cuestión judía”). Este acto fue encargado y autorizado por David Ben-Gurion, primer ministro de Israel en ese momento. Eichmann fue condenado y muerto en la horca en Jerusalén en 1962.

            Cabe mencionar que, dentro de los ghettos, los judíos no siempre fueron tan pasivos. Existían grupos de resistencia y en varias ocasiones los prisioneros de los Konzentrationslager organizaron revueltas, especialmente en Auschwitz. La capital polaca fue el escenario de una famosa acción de resistencia, conocida como el Levantamiento del Ghetto de Varsovia, que inició en abril de 1943 y terminó en mayo del mismo año, acto que fue uno de los primeros contra el movimiento nazista.

            El libro de Palou narra cómo Zofia Nowak, una excantante de Varsovia y examante del oficial nazi Alberto Klubert —quien huyó para salvarse—, luego de la muerte de su familia es liberada. Terminada la guerra, Zofia se une a los Nokmim, quienes se dedican a buscar meticulosamente a los verdugos de ellos y de sus familias. Cuando la mujer descubre que en París se encuentra el hombre con quien años atrás había mantenido una relación, surge entonces el conflicto entre el deber y el sentimiento, la ambivalencia de amor/odio: “¿Es la pasión tan fuerte que puede arrastrar a las personas a su destrucción?”, dice uno de los eslóganes del libro.

            Palou ha comentado que el personaje Zofia se encuentra inspirado en Wiera (Vera) Gran, una cantante y actriz judía muy famosa, que escapó del Ghetto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial. En 1947 fue acusada en su propio país, Polonia, de haber colaborado con los alemanes.

            La historia acontece en la Semana de la Moda en un helado París de 1947. Aparecen figuras icónicas de esa época, como Christian Dior, Albert Camus, Jean Cocteau, Pablo Picasso y Edith Piaf, en un intento de ambientar ese lugar en la posguerra.

            Los otros personajes de La amante… deambulan con sus propios fantasmas en un universo oscuro, frío, hostil, miserable, y son seguidos de otros: el miedo, la desconfianza, el vivir al filo de ser descubierto cada día, pero especialmente —aunque saben que el infierno pasado se ha ido— la incertidumbre de un futuro es la sombra que acompaña sus pasos. Personajes bien delineados y precisos, pero sus acciones no siempre corresponden a sus perfiles, lo que le da a la novela cierta falta de verosimilitud.

            Narrada en tercera persona, con reflexiones íntimas en primera —las que pretenden ser sentencias filosóficas, aunque no siempre lo consigan—, La amante del ghetto es una obra atractiva, sí, porque siempre el tópico del mayor conflicto bélico de la humanidad tiene garantizado el interés de un público específico —ya sea en cine, teatro, literatura o cualquier manifestación artística—, y muchas veces el éxito económico.

            Es necesario hacer hincapié que, desde el punto de vista formal, la novela abunda en lugares comunes y descripciones fáciles, con adjetivos sobrados o manidos, lo que a mi juicio deja a la prosa de Palou sin brillo, y hasta un tanto aburrida. También en ocasiones parece que se soslayó increíblemente detalles básicos de sintaxis y de estilo.

            Para finalizar, considero que el aspecto más cuestionable en la novela es el hecho de poner en boca de varios personajes abundante información histórica, misma que, si los mismos la conocen, queda solamente como un afán de ilustrar, tal vez pedantemente, al lector, menospreciando su cultura.

 

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Reseña publicada en TROPO 7, Nueva Época, 2015.

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