La poética de la repetición: entre lo nuevo y lo mismo, vetas de oro en Yucatán

Fer de la Cruz

 

Pero siempre hay un grano de

polvo de la luz que rompe el

engranaje de las repeticiones

 

Roberto Juarroz

 Duodécima poesía vertical

 

La siguiente reflexión se enfoca en tres poetas yucatecos nacidos en la década del 80, constructores de sendas obras líricas que trascienden los dogmas del establishment. Sus libros son muestra de una generación que alcanza méritos estéticos y académicos propios, muy valiosos, ajenos al “arte por el arte”, al “cascabel de las palabras” y a la pluma al servicio del poder.

 

Uno de los atributos del idioma es su anterioridad con respecto a sus hablantes (Fuery, 66). Esto se manifiesta en la presencia continua de referencias y ecos entrelazados en el idioma. Los usuarios del idioma no podemos sino repetirnos. ¿Hasta qué punto, en el acto de repetirnos, nos es dado crear? En el presente trabajo analizaremos tres maneras de utilizar el recurso de la repetición desde sendas propuestas poéticas muy recientes, más allá de las figuras retóricas como la anáfora, la reduplicación, etc., comunes en éstos como en tantos otros poemas de cualquier época o tradición. Seguiré el orden de aparición de estos tres libros, que vieron luz editorial entre septiembre de 2014 y enero de 2015.

 

Marco Antonio Murillo

Marco Antonio Murillo escribe en colaboración con los muertos —algunos del siglo pasado, otros del Siglo de Oro, otros más de la Antigüedad Clásica— a través de lo que de ellos perdura: su poesía. La luz que no se cumple (Artepoética, 2014) explora el tema de la metapoesía, especialmente en el aspecto de la trascendencia en el tiempo a través del oficio de escribir. La repetición en Murillo se da en un ejercicio de apropiación de citas de poetas diversos como disparador de su propia poesía.

La persistencia de la escritura en el tiempo se explora de diferentes maneras. Una de ellas participa en el debate sobre la frontera entre plagio e intertexto, como en el siguiente ejemplo: “¿Qué diría el César si supiera que tus poemas son plagio de otro poeta más antiguo que las antologías?” (Murillo, Luz, 107). Aquí Murillo acierta en su juego de acercarse, sin timidez, a esta línea divisoria al no citar en forma convencional las fuentes de las que se apropia, fuera de la indicación con letras itálicas y de la Nota del autor en las páginas iniciales del libro, en la que revela algunos nombres de las fuentes que utiliza: Juarroz, Pound, Bachelard… Esta decisión se revela como consciente y honesta, con la intención de hacer al lector partícipe de su juego indagando en la memoria de sus pasadas lecturas —o en el buscador de internet— el origen de dichas líneas en itálicas, incorporadas en el cuerpo de los poemas. Es un reto muy válido que le aporta al poemario una mayor interactividad a la que se espera de cualquier lector activo.

En la sección Muerte de Catulo, nos dice: “En el jardín / las flores que sembramos una tarde / aún siguen creciendo / y floreciendo sin nuestro cuidado” (Murillo, Luz, 109). Vemos que repetición implica transformación y que lo que escribimos cobrará nueva vida sin nosotros. En otros poemas se maneja la idea de que la escritura puede ceder a la gradual erosión, como también sucede en el poemario. O bien, puede ser condenado al fuego o al olvido.

El poema Los dados se construye a partir de la cita de Juarroz que aparece reciclada como epígrafe de esta ponencia y de un grafiti de Pompeya: Dos soldados que montan guardia en las ruinas de la ciudad juegan a los dados, y cada repetición del acto de tirarlos es, por supuesto, diferente. Al final, un soldado ve un grafiti que dice: “Aquel en cuya casa no he cenado es un extraño para mí” pero, por un error de lectura del soldado, inmerso en el juego, cambia el verbo cenar con jugar. Por momentos, el discurso poético de Marco Antonio Murillo acertadamente flirtea con el humor.

Sobre la persistencia de la escritura, Murillo nos recuerda que el devenir del poeta y el de su obra no van siempre de la mano y que, ya sean leyes o aleatoriedad lo que rige la trascendencia del poema tras la muerte del poeta, en efecto, la escritura adquiere vida propia, como en el epigrama que concluye así: “Pobre Valerio Catulo, ahora que estás muerto y eres aplaudido por todo el senado; ahora que los más grandes pensadores hablan de ti en sus orgías, no puedes defenderte de tu propio canto” (Murillo, Luz, 98).

 

Nadia Escalante

En Octubre. Hay un cielo que baja y es el cielo (Textofilia/Ayuntamiento de Mérida, 2015), de Nadia Escalante, la repetición simboliza el reflejo, dentro de la persona, de lo que sucede en la atmósfera. Las figuras de repetición se notan desde la palabra cielo que aparece dos veces en el subtítulo, y en la palabra octubre que da título a dos poemas.

El libro —ganador del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Mérida 2013— integra su discurso mediante una variedad de formas poéticas: el poema lírico, la canción en cuartetas, el formato del cuento para niños, la prosa poética… De entre ellos sobresale el poema narrativo, tan desdeñado por el establishment poético local pero tan efectivo y cautivador en la voz de Nadia Escalante.

Me enfocaré en dos de estos poemas narrativos. El agua compartida abre con una efectiva paradoja: “No teníamos agua en la casa, y afuera llovía” (Escalante, Octubre, 23). El tono del poema no deja de ser hermosamente lírico: “y era más aire que el aire de la casa, / era como agua que no se decidía / a llenarnos por dentro, / y se derramaba por los brazos, humedecía la ropa / y resbalaba a los pies como una sombra” (Escalante, Octubre, 23). La narración versificada se detiene en la contemplación de los personajes mirando las ollas llenarse del agua de la lluvia.

Luego, otra paradoja: “El agua acumulada era libre” (Escalante, Octubre, 23). El agua atrapada se plantea como un ser en plenitud al salirse libremente de sus bordes. La remisión al hilemorfismo aristotélico es inevitable. Además de la dualidad materia/forma, los símbolos agua y vaso tradicionalmente han recibido también los valores cuerpo/alma y hombre/Dios, pero el poema, en su efectivo cierre, sugiere la variante cuerpo/amor: dos cuerpos se hacen uno rebosante en libertad bajo la copiosa lluvia de octubre. Lo que sucede en el exterior se repite en el interior de los personajes al experimentar un sentimiento celebratorio rememorado nostálgicamente.

En el poema Cielo entre montañas, Escalante hace reflexionar a la voz poético-narrativa de su personaje sobre la naturaleza de Dios a partir de una gotera. El narrador y el narratario líricos se detienen en una carretera a contemplar el paisaje con otras personas. Al narratario le preocupa una gotera en su casa, a dos husos horarios de distancia. El narrador le cuenta sobre su viaje a Marruecos donde esperó a que un vendedor terminara su oración antes de poder comprar. Y de allí reflexiona y compara a Dios con la lluvia que se filtra y humedece el techo, infla la pintura, mancha el piso… y a su divina palabra como el agua que desciende por el drenaje: “Pero Dios está en esos nubarrones, / preso entre las montañas, / como agua en una cubeta / donde caen los desperdicios del mundo” (Escalante, Octubre, 47). En otros poemas del libro, la repetición simboliza el deseo de ciclo y retorno, como las lluvias y las estaciones. Como nota curiosa, este libro se publicó en octubre.

 

Manuel Iris

En Los disfraces del fuego (Atrasalante/CONACULTA/CONECULTA Chiapas, 2015), de Manuel Iris, la repetición está ligada fundamentalmente con la música concebida como ruptura del silencio; pero también con la eterna reescritura a la que están condenadas las situaciones de nuestras propias vidas y nuestros propios textos, como indica el proverbial “No hay nada nuevo bajo el sol” del Eclesiastés, incluido en uno de los epígrafes junto a una cita de Borges, también sobre el tema de la repetición.

El libro no es ajeno a esporádicos visos de metapoesía. Surgen constantes planteamientos ontológicos en definiciones poéticas del silencio, del ser humano, del amor, de la escritura y el olvido, del nacer y el morir, de lo que hay antes de uno y después del otro, de la belleza, del fuego de la vida y de los disfraces de ésta.

Continuador de la línea estética trazada por Juarroz, Gerbasi, Chumacero… este libro —ganador del Premio Regional de Poesía Rodulfo Figueroa 2014— se suma a la indagación de la experiencia poética en sí e invita al lector a participar de ella mediante la variación del estímulo sensorial, al indicar que los poemas deben leerse escuchando algunas piezas específicas de Arvo Pärt, cuya música fue la chispa que detonó el libro, según confiesa Iris (entrevista privada, 2015). Sólo haciendo caso de esta recomendación, el lector comprende los silencios y las repeticiones y el estado de paz meditativa a la que nos sumergen Pärt en su propuesta musical a un tiempo minimalista y mística e Iris en su hermosísimo poemario orgánico, de lenguaje sencillo, formalmente impecable, de textura tersa y profundidad emotiva y meditativa.

El subtítulo de la primera parte, Tintinnabuli, onomatopéyicamente nos remite al tintineo de una campanilla. Iris nos provee la clave para la conexión con el concepto musical de Arvo Pärt, llamado precisamente así: Tintinnabuli. Sus otros subtítulos además del que da nombre al libro, Fuga y Réquiem, reiteran la importancia de la música.

Entre las variaciones formales que asumen los poemas de este libro, uno salta a la vista por no ser lírico sino narrativo. El hermoso poema titulado Ecos narra la visita de un personaje a su abuela quien lo confunde con el esposo de la juventud y le reclama el haber abandonado a ella y a sus hijos. En los diálogos dentro del poema, la anciana se da cuenta de su error y de que se trata de su nieto que viene de lejos, pero está condenada a olvidar el suceso y repetir el mismo error cada vez que lo vuelva a ver. “Todos los hombres y todas las situaciones son la repetición de algo anterior; de un arquetipo” (Iris, “Un artista”).

En este punto, no puedo sino especular sobre la afortunada influencia, en la obra de Iris, de la poesía estadounidense en la que el poema narrativo nunca dejó de cultivarse y cuya belleza y emotividad compite con las del poema lírico, preferido —incluso dogmático— en Latinoamérica desde los ultraístas.

Ecos introduce también el acto de resignificar lo que se ve por los ojos o la memoria de otro: Desde su perspectiva, la abuela fue vista por su esposo a través de los ojos del nieto que la visita. Los poemas continúan explorando este juego de perspectivas a partir de la memoria hasta concluir que nos repetimos porque nos olvidamos… “Todo el olvido es regresar la inocencia, es desdoler” (Iris, Disfraces, 32).

 

* * *

 

Estos tres poetas han trascendido el ámbito local de diversas maneras. En lo académico, Nadia Escalante se licenció en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana. Posteriormente, fue dos veces becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas, en poesía. Marco Murillo y Manuel Iris se titularon de la Licenciatura en Literatura Latinoamericana de la UADY. Murillo es candidato a M.F.A. en la Universidad de El Paso, Texas. Iris obtuvo un Máster en Español en la Universidad de Nuevo México y se doctoró en Lenguas Romances por la Universidad de Cincinnati. En cuanto a las obras de los tres, son una muestra de la calidad de los poetas de su generación, la nacida en los 80s.

Entre la vasta producción poética actual de Yucatán, publicada e inédita —esto último se evidencia por la cantidad de trabajos que reciben los premios convocados en la localidad—, urge hallar cauces para que estas obras vean luz editorial con base en criterios estéticos y no solamente políticos. En esto las instituciones culturales oficiales han quedado cortas, al publicar muy pocos libros de poesía —aunque algunos muy buenos—, en tirajes cada vez más escasos y con una muy pobre distribución. Entre la limitada producción editorial institucional y la independiente que hace milagros hasta donde puede para lograr tirajes impresos, existe un corpus disponible para los públicos lectores interesados y para el análisis académico. Las vetas de oro que planteo ante ustedes en este breve foro son sólo tres que ya brillan con luz propia en un filón que yace ávido de hacer brillar también los ojos de más lectores, y de ser ratificados —o revelados como oropel— por los críticos que asuman el reto.

 

Bibliografía

 

Fuery, Patrick. Cultural Studies and Critical Theory. Australia: Oxford University Press,  2000.

Escalante Andrade, Nadia. Octubre. Hay un cielo que baja y es el cielo. Mérida: Textofilia/Ayuntamiento de Mérida, 2014.

Iris, Manuel. Los disfraces del fuego. México: Atrasalante/CONACULTA/CONECULTA Chiapas, 2015.

Iris, Manuel. Entrevista en línea. 2 mar. 2015.

Iris, Manuel. “Un artista sin fronteras un poeta yucateco vive en EE.UU. y publica nuevo libro.” Entrevistado por Abraham Bote Tun. Diario de Yucatán [Mérida] 17 feb. 2015, Ciudadanos sec. En línea. 1 mar. 2. <http://yucatan.com.mx/merida/ciudadanos/un-artista-sin-fronteras>.

Murillo, Marco Antonio. La luz que no se cumple. Nueva York: Artepoética, 2014.

 

* Ponencia leída el 12 de marzo de 2015, durante su participación en el Congreso Internacional de Literatura Como México no hay dos. Como Mérida, ninguna (UC-Mexicanistas/UADY/FILEY), Cuarta sesión: Mérida mestiza como un fresco relámpago, en el Centro de Convenciones Siglo XXI, Mérida, Yuc.

 

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Reseña publicada en Tropo 8, nueva época, 2015.

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