Héroes en la supervivencia o vicarios del deseo

Lizbeth Peña

 

En el libro Cada quien su paraíso de Miguel Ángel Meza (Letramar, 2014), se reúnen —como reflejo de los estados anímicos de los personajes— atmósferas oscuras combinadas con la luz de la poesía y el entorno geográfico que enmarca la mayor parte de las historias que conforman el volumen: Cancún.

El título, que también da nombre a uno de los mejores cuentos del libro, se basa en una frase de La romana, novela del escritor italiano Alberto Moravia, donde Adriana, narradora y personaje principal, afirma: “cada quien construye su paraíso en el infierno de los demás”.

¿Qué tanto el ambiente nos predispone y nos delimita? Si el destino, los otros y las determinadas situaciones predisponen nuestro juego, ¿qué tanto podemos avanzar y qué tanto nos apresan en círculos?

Los resquicios que dejan vislumbrar la fatalidad y una búsqueda que parece infructuosa, se contraponen al aliciente de seguir, a la esperanza de encontrar situaciones en que los individuos resulten airosos. Y al final sí, aunque sea momentáneamente, se vuelven héroes en la supervivencia del contexto que les tocó vivir, o entran a una consecución más factible, a cierta renuncia en pos de una forma vicaria de lo deseado.

Los personajes se transforman así en los vicarios del deseo ajeno, como uno de los caminos donde encuentran otras formas de la dicha personal. Parecen buscar en el otro la conclusión de un anhelo que no han podido realizar en sí mismos, convirtiéndose en reflejo de una escena que quisieron suya. Incluso pueden concluir que ya no es necesario vivir dicha posibilidad, pues al ver materializado el deseo —aunque en otro—, pueden cambiar su percepción de lo deseado.

En Cada quien su paraíso nos encontramos ante un escritor con oficio que narra puntualmente y que se ha propuesto ficcionalizar la ciudad, en este caso con trece historias elegidas para documentar, según se lee en la contraportada de esta edición, esa “mínima tragedia íntima de hombres y mujeres que sobreviven en un edén personal habitado por ambigüedades morales” donde la salida se desdibuja.

El encantamiento de Scherezada, como un canto de sirenas, envuelve las historias en “El verbo acosado” y “El aroma de tu piel”. Un momento iniciático marca el recuerdo en un “Juego de niños”. La mediocridad y el talento disputan en “Un poeta maldito”. El libro se tensa con las pulsiones opuestas: Eros y Tánatos, en “Una navidad con Carolina”; con la sexualidad, entre mar y cocteles en una “Alcoba de arena”, como una compraventa en “Se dejó llevar” y con violencia en “Días de Abril”. Con suspenso nos enfrentamos al peligro en “La ruleta rusa”, ante el narcotráfico en “Cada quien su paraíso”.

“Un destino” es el desplazamiento hacia lo luminoso, aunque solo sea completamente brillante en el imaginario de los que vienen a Cancún en busca de nuevas posibilidades, de un futuro mejor, ese boleto que les permita no solo encontrar respuestas, sino tranquilidad y algo más que una soledad acompañada. Y en el que quizá es el mejor cuento (también el más largo, a la mitad del libro: “Otra vida”, donde el azar provoca una correspondencia física y virtual.

El lector que se acerque a conocer esta recopilación de cuentos de Miguel Ángel Meza —también poeta y editor—, encontrará placer en una prosa contundente y a veces poética, podrá reflexionar sobre su entorno y acercarse a las sombras que existen en cualquier ciudad, incluidos los paraísos.

 

Reseña publicada en Tropo 6, nueva época, 2014.

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