Svetlana Larrocha
“El crimen es arbitrario, placentero, patológico, espectacular.
No se ciñe a una lógica social, sino individual o racial.
Responde a caprichos sexuales, o políticos,
extremistas como una manía.”
Justo Navarro
Aunque cada día gane más lectores, la novela policial es, desde el punto de vista de muchos, literatura menor. Por supuesto, estas opiniones resultan cuestionables, ya que existen importantes representantes de este género. Y entre éstos, la novela negra nórdica es hoy la más abundante y exitosa del mundo. Nombres como Henning Mankell, Stieg Larsson (con su trilogía Milleniunm, por supuesto), Arnaldur Indridason, Jo Nesbø o Konrad Sajer están entre los autores más vendidos.
Algunos afirman que este despunte de la novela policial escandinava no es reciente: data de mediados de los años 60, cuando los suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö —por algunos llamados los “padres de la novela negra nórdica”— tenían como fin que el lector se cuestionara sobre el mundo en que vivía, y para ello usaban como ingredientes el realismo, la melancolía, el pesimismo, el humor y, especialmente, la crítica social.
Pero es la misma Maj Sjöwall quien ha criticado el boom literario de los países nórdicos en la temática policial. “La mayoría de las obras que se publican son malísimas y otras ni tan siquiera deberían haber sido editadas”, ha dicho “la dama de la novela negra escandinava”.
Tampoco a Isabel Allende le gustan especialmente las novelas de misterio. De hecho, en alguna entrevista reciente la autora de La isla bajo el mar afirmó que había leído varias, especialmente las de Stieg Larsson y Jo Nesbo: “Encontré esos libros realmente espantosos, violentos y oscuros”.
¿Por qué entonces Allende decidió abordar el género negro en su novela más reciente, El juego de Ripper? ¿Si incluso ha dicho en varias ocasiones que en el fondo se burla del género? “He tratado de hacer un juego similar al de Cervantes cuando ridiculiza las novelas de caballerías y escribe El Quijote.” Interesante afirmación de la autora.
El libro comenzó a gestarse con la sugerencia de su agente, Carmen Balcells, de escribir un libro a cuatro manos: la chilena y su marido William Gordon, escritor de novelas de suspenso. Como la idea no funcionó, Isabel continuó el proyecto sola.
La trama de El juego… es sencilla: San Francisco, California, 2011-12. Cinco adolescentes de diferentes partes del mundo, pero que tienen en común la soledad, la discapacidad o la inadaptación, “frikis” —que se reunían online en el juego de rol llamado Ripper para tratar de resolver los asesinatos de 1888 en Londres atribuidos a Jack el Destripador (Jack the Ripper, en inglés)—, paralelamente con la policía comenzarán a realizar las pesquisas de una serie de misteriosos asesinatos que al principio no parecen relacionados entre sí, pero que a la larga terminarán convirtiéndose en lo que la pitonisa Celeste Roko dio a conocer públicamente como “un baño de sangre”.
La “maestra” del juego es Amanda Martín, hija del inspector jefe, Bob Martín, policía destinado a resolver los homicidios. Es ella el personaje principal, no su padre, y en este aspecto El juego… se sale de primera instancia del común de las novelas negras.
Pero El juego de Ripper no está exento del perfecto lirismo de la chilena, por ejemplo y especialmente en las descripciones sensoriales:
“… conocía a ese hombre mejor que nadie, el ancho y el largo de su cuerpo desde la cabeza hasta su único pie, la piel rojiza y brillante del muñón, los muslos firmes marcados de cicatrices, la cintura poco flexible, la línea de la columna, vértebra a vértebra, los músculos formidables de la espalda, el pecho y los brazos, las manos elegantes, dedo a dedo, el cuello duro como madera, la nuca siempre tensa, las orejas sensibles que ella no tocaba en el masaje para evitarle el bochorno de una erección; distinguía a ciegas su olor a jabón y sudor, la textura de su pelo al rape, la vibración de su voz… ”.
Característica de la obra de Allende es la importancia de las relaciones familiares. En El juego de Ripper, la familia de Amanda es su mundo, especialmente la figura del abuelo Blake (o Kabel, el “esbirro” de Ripper), su cómplice en la vida real y la detectivesca:
“Amanda bendecía las leyes de la genética, porque el don de sanar de su madre no era hereditario. Ella tenía otros planes para su futuro, pensaba estudiar física nuclear o algo por el estilo, alcanzar el éxito profesional, llevar una vida holgada y de paso cumplir con la obligación moral de mantener a su madre y a su abuelo, quienes para entonces serían dos ancianos de unos cuarenta y setenta años respectivamente, si sus cálculos eran correctos”.
Pero el punto más destacable de la novela es la construcción de los personajes: la precisión de sus caracteres, la perfecta delineación de su psicología para hacernos comprender sus motivaciones y actitudes. Incluso el personaje de Indiana, madre de Amanda, en su conducta soñadora, bastante ingenua y quizá más inmadura que su hija, nos convence de todo lo que acontece en su mundo new age… Aunque quizá para muchos, esto relegue la investigación policial a un segundo plano.
Entre otros personajes destacan el navy seal Ryan Miller, ex combatiente y mutilado de guerra, hombre solitario y con la conciencia intranquila, pero protector y unido a otro personaje importante para la historia: su perro Atila; y, por supuesto, la orquestadora del juego de Ripper, Amanda, adolescente de 17 años, lectora de libros, ente otros, de vampiros —claro—, y de thrillers, pero igual de temas no propios para su edad, con un humor irónico, pero sensible y comprensiva del mundo adulto que la rodea.
El humor es característico de Allende. Como ejemplo, dentro de la obra critica de manera sutil pero sardónica a Cincuenta sombras de Grey:
“… ella le pasó un libro publicado recientemente para que se informara. Se trataba de una novela con un título sobre el color beige, o tal vez era gris, no estaba seguro, muy popular entre las mujeres, con el argumento tradicional de las novelas románticas más una dosis de pornografía suave, sobre la relación sadomasoquista entre una virgen inocente de labios turgentes y un multimillonario guapo y mandón. (…) A Miller no le quedó claro a cambio de qué la protagonista se sometía a esos extremos de violencia doméstica, pero Jennifer le hizo ver lo obvio: sufriendo, la ex virgen llegaba al paroxismo del placer sin sentido de culpa”.
Pero Isabel Allende se ríe incluso de sí misma, por ejemplo, al agradecer a su hijo Nicolás, que la ayudó en El Juego… “para corregir mis frecuentes errores de lógica, que mis lectores atribuyen al realismo mágico”.
El único punto débil en la obra es que su autora no logra dominar en su totalidad los aspectos característicos tradicionales de la novela policiaca. Marcadamente puede verse que en El juego de Ripper la tensión es leve, discreta, casi invisible; y, sin embargo, esto no es un obstáculo para “atrapar”: la lectura se desliza y nos lleva a través de sus casi 480 páginas a un mundo de misterio y acción, con una buena dosis de ternura y romanticismo, algo muy propio de la autora de Paula.
Quizá es por esto que hasta la mitad del libro todavía no se define claramente la esencia de la historia: hasta ese momento, la lectura todavía es esencialmente Isabel Allende, con su estilo metódico donde lo valioso, repito, son exclusivamente la hechura de los personajes.
Es al llegar a la segunda parte cuando El juego de Ripper comienza a ser de manera más intensa una novela de detectives, la presencia de Isabel Allende —la que conocemos en trabajos anteriores— sorprendentemente se difumina y la lectura se vuelve aún más adictiva.
Contado linealmente, con algunos flashbacks necesarios, la voz narrativa es casi en tercera persona en su totalidad: digo “casi” porque en la resolución de la trama, la Premio Nacional de Literatura de Chile 2010 va combinando la voz en primera para acercarnos íntimamente, ni más ni menos que con el asesino.
El final de la historia no sorprende del todo —incluso podría carecer de la credibilidad suficiente—, pero esto no significa que el libro no sea una obra con desarrollo, estructura y personajes tanto verosímiles como bien realizados.
Novela valiosa por ser la primera en su tipo de una de las autoras más importantes de la literatura contemporánea; muy bien escrita, que definitivamente vale la pena leer.
Reseña publicada en Tropo 5, nueva época, 2014.