Los “Mundos paralelos”, de Juan José Morales

José Enrique Álvarez Estrada

 

Comenzaré tratando de unir dos ideas completamente disímbolas: por un lado, mi tío Domingo acuñó —o al menos cita con mucha frecuencia— un refrán que, a mi juicio, expone una verdad como un templo: “El tiempo se vende o se regala, pero no se pierde”; y, por el otro, recientemente vi uno de esos memes que tanto abundan en la Internet, y que dice: “born to read, forced to work”. Me he dado cuenta de que, juntos, representan la historia de mi vida.

Dado que el tiempo es cada día más escaso, y la cantidad de libros que salen al mercado cada vez mayor, aquellos que nacimos para leer, pero cuyos jefes insisten en obligarnos a trabajar, nos vemos constantemente ante una disyuntiva: ¿qué obra elegir para mantener frente a mis ojos (o a mis oídos, si se trata de audio-libros) las siguientes horas libres? Algo que comparo, toda proporción guardada, a lo que también nos aqueja a los cinéfilos (ni modo, estoy en la intersección de ambos conjuntos) al acudir a las salas cinematográficas: 100 pesos en el bolsillo, en la Sala A pasan Transformers y en la Sala B Sexo, Pudor y Lágrimas. ¿Me soplo dos horas de la vida de los chilangos llevada al cine —como definió alguna vez un buen amigo al Nuevo Cine Mexicano— con mucho fondo, pero nada de forma?; ¿o dos horas de efectos especiales alucinantes y caras bonitas, pero nada de fondo? ¡Pareciera que estamos condenados a vivir siempre a medias!

Por eso, cuando la vida te pone ante una obra que te proporciona ambas cosas, forma y fondo, emoción y profundidad, como lector o espectador quedas profundamente agradecido. Y eso precisamente me sucedió en semanas pasadas, cuando fui invitado a comentar el libro Mundos Paralelos y otros Cuentos, del escritor yucateco Juan José Morales, cuya presentación tuvo lugar en nuestro flamante complejo científico, tecnológico y cultural Planetario Ka’yook de Cancún. Debo confesar que no había oído hablar de Morales antes de la invitación, y se puede decir que lo conocí en espíritu cuando Alejandra Flores puso en mis manos el ejemplar de la citada obra, que resultó ser una antología de cuentos de ficción científica —insisto en usar este término español, en vez del anglicismo ciencia-ficción—. ¡Mi mero mole!

Pero, antes de dar la vuelta a la portada y sumergirme en el torrente de letras, me asaltaron la duda y el prejuicio: ficción científica mexicana ¿qué puedo esperar? Mi antecedente del género en la lengua de Cervantes era La Nave, de Tomás Salvador, que reseñé en este mismo espacio dos números atrás, y que me dejó un dulce sabor de boca; ¿será que también en la lengua de Sor Juana —¡cuidado: para mí no es lo mismo castellano que español mexicano!— se produzca ficción científica de calidad? ¿No será el equivalente impreso de la citada Sexo, Pudor y Lágrimas? Prejuiciado o no, ya había aceptado mi participación en la presentación del libro, así que no me quedaba más remedio que leer, y hacerlo bien y rápido.

No había ido más allá del prólogo, a cargo de Roldán Peniche Barrera, y ya estaba convencido de que la inversión en tiempo y capital intelectual iba a valer la pena. Para el primer párrafo del primer cuento, El Arca de Noé, estaba atrapado en los mundos paralelos de Juan José Morales, hecho que pude constatar cuando me descubrí buscando febrilmente un marcador fluorescente y comenzando a subrayar las mejores frases (que, como siempre hago, luego subo al Facebook y al Twitter para que mis seguidores compartan, a fuerzas, mis goces literarios). Ni modo, mutilo con cicatrices amarillas el continente, para poder resaltar el contenido: ¿con qué cara iba yo a pedirle a don Juan José que me dedicara el libro todo pintarrajeado?

Lo primero que llama la atención de la obra es que, como pasa con Tomás Salvador, agrega una visión humanista a la ficción científica. Parece éste un rasgo latino, tal vez consecuencia de nuestro temperamento, o tal vez de que nuestra producción científica siempre ha sido menor que la anglosajona, y tendemos a ver el progreso con mayor suspicacia. En los cuentos de Morales estas disyuntivas adquieren los visos de su apellido, cuando no éticas: los protagonistas deben tomar decisiones, no solo apretar botones y que salgan rayos láser por todas partes.

Y además los 13 cuentos cubren un espectro temático formidable. Algunos (El Arca de Noé, El Impostor, Historia en 5 tiempos) hablan de los viajes en el tiempo, y nos presentan ante situaciones paradójicas explotadas en su momento por mentes tan brillantes como Asimov y Clarke; pero también con situaciones de no linealidad y unidireccionalidad, más cercanas a la ficción científica de Vernor Vinge y sus burbujas, que permiten al viajero temporal encapsularse y mantenerse estático mientras el curso del tiempo fluye a su ritmo natural, para después desemburbujarse y retornar a la realidad sin haber sufrido ningún cambio.

Otro tema que Morales trata magistralmente es la invisibilidad, nuevamente alejándose de los clichés del tema y proponiendo aquellas paradojas que no puede soslayar cualquiera que desease lograrla: ¿cómo verá un individuo invisible, si carece de retina donde reflejar la luz? De nuevo me viene a la mente Asimov y su Viaje Fantástico, donde expone la paradoja que representaría reducir el tamaño de un submarino hasta hacerlo navegable por el torrente sanguíneo de un individuo: empequeñecerlo es una cosa, pero reducir su masa… ¡otra muy diferente!

La robótica, uno de los temas predilectos del citado Asimov, también es ámbito de la pluma de Juan José, quien trata el tema con conocimiento y profundidad: robótica reactiva, agentes inteligentes, inteligencia artificial (IA) son tres de los elementos que el lector conocedor encontrará en sus relatos, y que nuevamente están casi ausentes en productos comerciales de corte hollywoodense.

Pero mi temática favorita es, sin duda, la recursividad: Siempre domingo, un relato donde el protagonista se descubre atrapado en la necesidad de vivir siempre lo acontecido un mismo día, me recuerda al magistral Jorge Luis Borges en su Funes el memorioso, o en El jardín de los senderos que se bifurcan. Llama la atención como ambos, Borges y Morales, pueden tratar con tanta profundidad este complejo tema en el poco espacio que brinda un cuento corto. ¡Hay que tener oficio e inteligencia, damas y caballeros, para lograr algo así!

Entre los temas no podía faltar, desde luego, el contacto extraterrestre y los dilemas que puede presentar. Morales no desmerece a Carl Sagan en Contacto, a Ray Bradbury en sus Crónicas Marcianas ni al citado Asimov en su saga de La Fundación, aunque desde luego cuenta con menos espacio que ellos para profundizar en el tema. Cosa que, por otro lado, invita a que deje libre su pluma y escriba toda una novela.

Tal como sus historias están llenas de no linealidad, lo están de sorpresas: para aquellos de nosotros que disfrutamos con los filmes de M. Night Shyamalan, donde en la última escena se revela la verdadera trama, y nada es lo que hasta ese momento pareciera, Juan José Morales nos tiene reservados muchos momentos de sorpresa, de esos que te hacen saltar en el asiento, o tener que recorrer con ojos, mente y estupor los últimos párrafos, en busca del acto de ilusionismo. Truco de experto mago literario que no me dejó de sorprender, y me tuvo atrapado hasta el último párrafo.

Para un hombre que se proclama como no-científico, Juan José Morales cuida con todo detalle la corrección de cuanto término de la ciencia emplea: por más que traté de encontrarle el proverbial sexto pie al gato —una pifia en el texto que me permitiera lucirme en la presentación de libro, resaltando mi supuesta sagacidad— la verdad es que no pude hallar ninguna. Un homenaje al trabajo de toda una vida de Juan José como divulgador y promotor de la ciencia.

En resumen, solo unas pocas críticas a la obra: su tiraje muy escaso (1,000 ejemplares, según consta en la última página); no es fácil conseguirla (la edita el Instituto de Cultura de Yucatán, y por ende no está disponible en muchas librerías); solo son 161 páginas (hubiéramos deseado muchas más, máxime cuando el autor confiesa que tiene otros tantos relatos sin publicar); y por ahora solo está disponible en papel (durante la presentación, se habló de convertirla en ebook y audiolectura en voz del autor). Todas ellas subsanables, para beneplácito de los buenos lectores del género.

 

Reseña publicada en Tropo 3, nueva época, 2013.

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