Norma Quintana
Seres dolientes aferrados a su instinto transitan las calles bajo el manto cómplice de la noche, ateridos, bebiendo hasta las heces el cáliz envenenado del destierro. Se reconocen entre sí por la piel exánime y por los ojos, ese “Exilio circular”:
Las cuencas abrazando al sueño sangran
se extravían en densa persistencia
de imágenes que ocultan luz tras una pausa.
Bajo la lluvia se cruzan sin saludarse, cada quien en pos de su salvación. Llevan el estigma de los solitarios, funámbulos en una infinita cuerda flanqueada por el vacío, sin importar si al caer van a dar al paraíso o al infierno. Observan alucinados el rostro del amor, que para ellos tiene dos caras, como Jano: todo anuncia a la vez la primicia y el desenlace, eterna secuencia del comienzo y el fin.
Se abre la pasión y se cierra, como una flor proscrita, mientras ellos sobreviven al vendaval inclemente del rechazo. Como sombras chinescas desfilan ante la mirada cómplice del poeta, uno más en esta larga cadena de desarraigos. Hay que latir al unísono para hallar la almendra, y eso hace, sumarse, confundirse entre los oficiantes de un rito viejo como el mundo.
Es así como Rodolfo Novelo nos toma de la mano para introducirnos al reino de los amores difíciles, de los disidentes, de los que se atreven a pesar de todos y a veces incluso a pesar de sí mismos. La salvedad de los negados (Cuaderno 9 de Gaceta del Pensamiento, 2012) navega por aguas procelosas al tomar como tema central la zona del erotismo que supone la afirmación ante un espacio enemigo. Porque los actores del drama que se despliega ante nuestra mirada son víctimas de la tremenda violencia que late bajo el peso de la naturaleza castigada por los prejuicios.
Día y noche
su pensamiento es mutilado
Tras la verdad rebelde
que les prohíbe
rozar sus labios
precipitarse
uno sobre otro,
vaciarse cara a cara,
abandonar las realidades
vestirse de vigilia
desnudarse a oscuras
sin sorprenderse de su cuerpo.
Si me pidieran definir con un solo vocablo la esencia de este libro, diría compasión, en el sentido original, en el de compartir la intensidad del sentimiento. Ese vibrar al unísono, esa resonancia, conjura los fantasmas para que estos seres en agonía descansen al fin de sus angustias iluminados por la hermosa luz de los sentimientos que la moral coloreó de negro y condenó al ostracismo.
Pero llegar al estado de gracia necesario para salvar mediante la poesía a esta procesión de temblores, miedos, negaciones, infortunios, intemperies, soledades y letargos solo es posible cuando se tiene la madurez emocional y artística para encontrar la imagen que ilustre sin ofender, la forma idónea para un tema que pudiera parecer por momentos escabroso.
Rodolfo Novelo ha transitado, con la rapidez de alguien que sigue una onda luminosa, el sendero de maduración poética que nos deja hoy a quienes tenemos el privilegio de leerlo, frente a una voz segura, como pocas, de sus posibilidades expresivas y de sus más profundas convicciones artísticas.
Su obra, testimonio de ese crescendo en pos de la autenticidad, está conformada hasta la fecha por cuatro libros: Alegoría de un instante (2001), Tras el exilio de mis alas (2004), En alguna parte de esta soledad (2005) y Callar desde el silencio (2008). Seguir esa trayectoria como receptores maliciosos nos revela algunos de los inefables secretos del oficio; a saber: desechar lo obvio por el poder de la sugerencia, llevar siempre el oro del léxico como carta de triunfo, aprovechar con sabiduría la emboscada significante del tropo, tener a mano el tesoro invaluable de la tradición y, finalmente, crear un espacio único donde fermentar los recursos verbales y los temas que nos definen. Con esos ingredientes el poeta logra, a no dudar, el buen vino del estilo.
Es cuanto queda en el espíritu después de leer los textos que hoy ponemos a consideración de los lectores: la certeza de que Rodolfo es dueño de un rostro distinguible dentro del poblado universo de las letras mexicanas —hazaña digna de encomio, dada la proliferación de tanta máscara— y de que el Eros, esa hambrienta interrogación que nos lleva de la cuna a la mortaja por los caminos del sueño, del placer y del dolor; tiene en su aspecto de liturgia, es decir el erotismo, en nuestro joven amigo no solo su más fiel intérprete sino su más rendido oficiante.
La salvedad de los negados es un libro sobre las claridades y los abismos del amor, armado con exquisita sabiduría y con un oficio a prueba del análisis más impío. En él entrelazan sus alas ángeles y demonios, que no son sino ángeles caídos, para cantar el dolor del amor exiliado, del amor sin rostro oculto entre los pliegues de un susurro. Un libro para recrear, con el susto del ahogado, la experiencia de sumergirse en otras pieles, y no morir en el intento.
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Texto de presentación del poemario “La salvedad de los negados”, de Rodolfo Novelo Ovando, en el marco de las jornadas literarias del Festival de Cultura del Caribe celebrado en Chetumal en 2012.
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publicado en Tropo 2, nueva época, 2013.