Miguel Ángel Meza
Ambientada en la Península de Yucatán (con referentes geográficos significativamente identificables: Mérida, Cancún, Ticul, etcétera), El colapso del tiempo (Niram Art Editorial, 2012), de Mauro Barea, es una novela fantástica de terror, con una fuerte carga de aventura y acción casi cinematográficas y una visión apocalíptica del fin de una era según las profecías mayas. Justamente, aprovechando esta coyuntura mítica e histórica (el cierre de un ciclo en el calendario maya y el fin de un concepto occidental del tiempo, que estaría a punto de colapsar), el autor imagina una historia al más puro estilo de los thrillers norteamericanos y pone en escena —con batallas de por medio, persecuciones y catástrofes— a personajes de la mitología y las leyendas mayas (la Xtabay, Kawak), a luchar con jóvenes seres humanos, quienes de pronto se ven envueltos en misiones peligrosas para salvar el mundo.
Entretenida de principio a fin, por la cantidad de peripecias que viven los personajes, por su hábil dosificación del misterio y sus golpes efectistas (si bien a veces algo previsibles), la obra ofrece una galería de personajes tipo que provienen del género de aventura y fantasía y que el autor parecería haber asimilado de sus lecturas de Stephen King y Tolkien (notorias influencias) y la cultura de dibujos animados y videojuegos.
El estilo narrativo del autor revela agilidad, ritmo y sencillez encomiables. Sin embargo —hay que anotarlo—, adolece aún de gran ingenuidad en el uso literario del lenguaje, que abunda en clichés, lugares comunes y tópicos verbales fósiles, sobre todo en descripciones y comparaciones, caracterizaciones de personajes y ciertos diálogos, que a veces rechinan en el oído y otras derivan en un humor involuntario. No obstante, a pesar de estas inconsistencias formales (que el autor deberá pulir en sus siguientes trabajos), sorprende sin duda el dominio estructural de la obra y la capacidad narrativa de este joven autor nacido en Cancún, que escribió esta novela de 300 páginas cuando contaba 26 años (ahora tiene 30).
Sobre todo, se reconoce la actitud del narrador y su convicción gozosa al contar su historia. Es una especie de deleite lúdico del joven que disfruta de su pasatiempo favorito y desea comunicar su saber con suficiencia, no solo como narrador sino como conocedor acerca de los mayas, sus leyendas y mitos, sus costumbres e historia, su realidad actual (en lo cual al parecer estamos ante un especialista). Y todo esto se comunica al lector (sobre todo al lector joven, a quien parecería ir dirigida la obra), quien se vuelve indulgente y agradece el buen rato que le hace pasar una novela de género que, sin ser extraordinaria, cumple con estándares requeridos.
———————————
Reseña publicada en Tropo 2, nueva época, 2013.