Miguel Ángel Meza
Si yo tuviese que definirme, diría que fundamentalmente soy lector. Lector de tiempo completo, o mejor lector de tiempos robados, del tiempo que le resto a todas aquellas otras actividades que también, por supuesto, me divierten y me humanizan.
Jorge Luis Borges decía: “que otros se congratulen por los libros que han escrito, yo me congratulo por los libros que he leído”. Quienes amamos los libros y la lectura, no podemos más que sumarnos a esta verdad: esa actitud del ser lector y el sentirse mejor persona por ese contacto con los libros, sobre todo por la calidad de los libros que uno ha leído y el provecho obtenido de ellos. Para Ítalo Calvino, Borges fue el mejor lector del siglo XX.
Doy gracias a los buenos libros que he leído y me han permitido alejarme de los malos libros. De hecho, hay en el mundo unos ciento cincuenta o doscientos libros indispensables para la cultura literaria de cualquier lector medio. Son las obras universales que deben ser leídas, más allá de las que incluye la bibliografía propia de una carrera universitaria, más allá de los libros malos que a veces leemos o de los que leemos por obligación, o de los que pertenecen a las modas.
Aunque hoy en día, los buenos lectores siguen siendo una minoría selecta, no debemos soslayar el aumento sustancial de los amantes de la lectura y de los libros. Sobre todo, porque son esencialmente lectores. No escriben ni pretenden hacerlo. Su finalidad es el cultivo del acto de la lectura y el intercambio de opiniones en torno a un libro elegido azarosamente. En un mundo en donde hay más libros que lectores, en un mundo en donde se lee cada vez menos, que nos atrapa en una vorágine de actividades dejándonos poco tiempo para leer, es fundamental cultivar el oficio de la lectura.
Esta minoría a la que pertenecen todos aquellos que aman la lectura, no están dispuestos a permitir que la pobreza cultural imperante atrofie su capacidad de raciocinio ni el uso de su facultad imaginativa. No importa si se utiliza la lectura como entretenimiento, como evasión y búsqueda a la vez. Lo importante es la conciencia de que se está ante un alimento capaz de permitirle una mejor comunicación para compartir una experiencia intelectual interesante.
Por eso, en este Día que conmemora al libro y a la lectura, déjenme compartirles una certeza: leer es involucrarse de lleno en una experiencia vital fascinante. Una experiencia que pide muy poco -sólo atención activa- y otorga en cambio un gozo y una dicha que participan mucho de la aventura y del amor, aspectos básicos de la existencia tras de cuya acción ya nunca seremos los mismos. Leer da seguridad, poder, libertad. Permítanme repetirlo: leer otorga libertad. TROPO