Mundos internos en decadencia

Nidia Marín

“Me detuve en la esquina para cruzar. Lo sentí antes de verlo: a través de una cerca de malla metálica, (…) los dedos entreverados en los alambres y los ojos fijos en mis pechos. Giré la cabeza en su dirección para que supiera que yo sabía que me observaba (…) pero no dejaba de seguirme con malicia, con una sonrisa privada, con un aire de superioridad que me punzaba la piel”. Al igual que la protagonista de esta inquietante escena —que forma parte de uno de los diez relatos que integran La tristeza de los cítricos—, muchas mujeres en el mundo han experimentado este tipo de violencia, y tan solo en México, son asesinadas diez mujeres al día. De esta manera, no es difícil darse cuenta de que el hilo conductor que identifica las historias de este libro es la violencia sistémica expresada en sus diferentes formas en un ambiente abrumador, sofocante y nada fácil de descifrar. La propia autora ha experimentado panoramas violentos similares: vivió en un ambiente familiar hostil —con un padre que era “una persona muy violenta en todos los sentidos”, afirma—, y en Tampico, donde residía desde 1997, sufrió el secuestro de uno de sus familiares, por lo que decidió mudarse con sus hijos a Querétaro. Estas experiencias, más la soledad, los libros y su gran capacidad de análisis llevaron a la autora a crear historias en las que se interroga por los motivos que impulsan a los seres humanos a permitir situaciones de dureza, crueldad o barbarie. Así, los relatos que conforman La tristeza de los cítricos —nombre que los agricultores dan a la plaga que afecta a las naranjas y a las mandarinas hasta provocar la muerte en corto tiempo—, desarrollan un abanico de temas recurrentes como la pedofilia, la desolación emocional, los odios transgeneracionales, el engaño, el amor romántico, y la locura. Tratados con una pluma fría e intranquila, de cuyos efectos es difícil escapar, Blum centra su atención en los intrincados y complicados mundos internos del ser humano, especialmente las emociones y sensaciones de los personajes femeninos. Tal es el caso en “Desnuda como un sándwich de carne” y “Picota”, narraciones inspiradas en hechos que sucedieron en Tampico, cuando Liliana vivía en esa ciudad, donde a diario escuchaba sobre feminicidios y luchas entre los dos cárteles, el de los Zetas y el del Golfo. De la misma forma, no desaprovecha la oportunidad para hacer una crítica a la sociedad en la que las mexicanas están inmersas. Por ejemplo, los celos, la preocupación por ser una “buena ama de casa que se valora por la limpieza de su hogar, el cuidado de su jardín y el buen cuerpo a pesar de los hijos”, las relaciones entre madre e hija, o bien la rutina entre esposos, son magistralmente descritas por Blum. “Las mujeres vivimos entre muchas espadas y paredes —puntualiza la autora en una entrevista realizada por Denise Ocaranza—; si queremos ser exitosas, se nos juzga porque no atendemos a la familia. A una mujer la van a criticar por todo. Siempre sitúo a las mujeres de mis cuentos y novelas en el universo que yo veo, porque es en el que estamos”. Así, la vida de los personajes femeninos de Blum viven atrapados en un conglomerado social enfermo, paradójico, traicionero y misógino, un mundo que no sólo las violenta, sino también las juzga por estar solas. Y con tal de evitar esta soledad, terminan cayendo en relaciones incomprensibles que las conflictúan, como sucede en “Cactus” y “El diablillo de la balsa”, donde vemos mujeres con una tristeza existencial que solo pueden paliar con la posibilidad de ser amadas; por eso se relacionan de formas complejas con el sexo opuesto, el cual no desaprovecha la oportunidad para sacar ventaja de ello, como en “Madriguera”, donde somos testigos de la manera en la que un manipulador, oportunista y vividor se aprovecha de las personas que lo rodean. A través de sus textos oscuros y crueles —y en un estilo que logra atrapar al lector hasta el final—, Blum muestra el devenir de la vida misma conformada por constantes pérdidas y aspiraciones, pero a su vez invita a la reflexión sobre el tipo de sociedad machista, violenta, permisiva y hedonista en la que vivimos. Amante de la lectura y de los perros, la duranguense Liliana Blum (1974) ha recibido diversos premios y su obra se ha integrado a varias antologías. Entre sus libros se encuentran Pandora (2015), El monstruo pentápodo (2017), Todas hemos perdido algo (2020) y recién ha publicado Cara de Liebre (2020). La tristeza de los cítricos es una excelente oportunidad para conocer a la que sido considerada una de las mejores narradoras de la actualidad en México. Tropo Nidia Marín Cruz (Ciudad de México, 1982). Cursó la licenciatura en lengua y literatura inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM), para posteriormente especializarse en la enseñanza del inglés como segunda lengua. Ha trabajado como profesora y para la editorial Santillana, dentro del área de tutoría virtual como herramienta para la actualización docente. Actualmente, labora dentro del departamento de Recursos Humanos. Es integrante del club de lectura Brujas Literarias. Reseña publicada en TROPO 25, Nueva Época, octubre 2020.
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