La pedagogía de la rebeldía

Mauricio Ocampo

“…tal educación, separada del mundo real, carente de fundamento en la realidad y cuyos objetivos no estén orientados a transformar este “país-infierno” en algo menos injusto, menos desigual, no puede considerarse verdadera educación.”

Guillermo Michel

El presente ensayo pretende recuperar una hipótesis que resulta pertinente recordar en el contexto de nuestro convulso momento político: la importancia del afán de diálogo desde la esfera del poder con la sociedad civil como una pedagogía política. En nuestra historia reciente, esta práctica apareció por primera vez en 1993, cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) llevó a cabo una consulta interna entre las comunidades indígenas sobre si ir o no a la guerra.
Así, el EZLN es el prototipo de grupo armado que voltea los ojos a la sociedad civil, y le pregunta a ésta qué hacemos, rompiendo la imagen del organismo revolucionario pragmático que quiere llegar al poder para cambiar las cosas. Por ello, su trascendencia, movilidad y evolución han sido por demás asombrosas. Lo son porque en primer lugar deja de lado el “yo creo” del pragmatismo clásico revolucionario, para incorporar la frase, en un afán de humildad: “entre todos sabemos todo”. Recordemos que el preguntar y preguntarse es un acto eminentemente pedagógico, pues nos lleva a la generación de un conocimiento. Siguiendo a Paulo Freire, conocer, que es siempre un proceso, supone una situación dialógica. No hay, estrictamente hablando, un “yo pienso”, sino un “nosotros pensamos”. No es el “yo pienso” lo que constituye el “nosotros pensamos”, sino el “nosotros pensamos” lo que me permite pensar (Freire, 2006, p. 66).
Y en segundo lugar, porque esa práctica dialógica los lleva a ser conscientes de la realidad que viven y, al mismo tiempo, a ser sujetos de la transformación de la misma, teniendo como insumo el saber colectivo que funge, entre otras cosas, como hacedor de un conocimiento nuevo para la movilidad dialéctica que es la rebeldía. En La pedagogía del oprimido (1968), Freire define su concepción pedagógica como aquella que debe ser elaborada con él (con el oprimido) y no para él, en tanto hombres o pueblos en lucha permanente de recuperación de su humanidad. Se trata de una pedagogía que haga de la opresión y sus causas el objeto de reflexión de los oprimidos, de lo que resultará el compromiso necesario para su lucha por la liberación, en la cual esta pedagogía se hará y rehará. (Freire, p. 35-36).
Es precisamente a través del diálogo como la pedagogía política zapatista toma forma. Desde sus orígenes, muchas cosas han pasado en el zapatismo. Sin embargo, el grupo de mujeres y hombres rebeldes que lo conforman, se ha mantenido en una constante praxis revolucionaria, donde la ética y el deber cumplido han sido su principal aliado. Esa praxis rebelde, los ha llevado a manifestar la no neutralidad de los discursos de los políticos profesionales en la democracia formal, y en el discurso de la burguesía misma. Al mismo tiempo, los ha enseñado a identificar a sus iguales, haciéndose y rehaciéndose como sujetos históricos con el mundo y no sobre él. Por eso, Freire afirma: “La naturaleza de la práctica educativa, su necesaria directividad, los objetivos, los sueños que se persiguen en la práctica no permiten que sea neutra, sino siempre política. Es a esto a lo que yo llamo politicidad de la educación, esto es, la cualidad que tiene la educación de ser política. La discusión que se propone es saber qué política es ésa, a favor de qué y de quién, contra qué y contra quién se realiza”. (Freire, 2005, p. 33).
La educación, cualquiera que sea el nivel en que se dé, se hará tanto más verdadera cuanto más estimule el desarrollo de esa necesidad radical de los seres humanos, la de la expresividad del otro. (Freire, 2006, p. 54). Y es precisamente en ese desarrollo de la expresividad del otro, donde se encuentra un pilar más de la pedagogía zapatista. Esa expresividad del otro se manifiesta con gran fuerza en un principio y práctica de lucha; el mandar obedeciendo. Principio y práctica que rescata la representatividad popular expuesta por la democracia formal, pero que tiene como acción particular que este mandar obedeciendo se nutre de un mandar producto de la participación y saberse colectivos, y no por la voluntad de un profesional de la política.
En otras palabras, este mandar es producto de un conocimiento general y no particular, pero lo más importante, es que es producto de una práctica pedagógica dialógica y de los de abajo, para los de abajo. A esa práctica, los zapatistas le llaman caminar preguntando, mismo que consiste en tener la palabra como principal arma. Así mismo, consiste en escuchar, preguntar y tratar de entender. Va de la mano del diálogo. Aprender a hablar y escuchar, para juntos avanzar en la búsqueda de propuestas e iniciativas (entre todos sabemos todo). Así lo menciona el Mayor insurgente de infantería Moisés: “La pregunta que surgió entonces, cuando se vio que no vale la pena para nada el gobierno, fue: ¿Qué vamos a hacer si no resuelve el gobierno, si ya vimos que con ellos no se puede?”

Pero el dialogo sí sirvió con el pueblo, porque nos encontramos los explotados, los pobres de muchas partes, nos conocimos entre nosotros. Y es ahí donde nosotros empezamos a aprender de ellos, de sus luchas y pues también les explicamos cómo luchamos nosotros. (Muñoz 2003, 59).

Son las condiciones de miseria las que los llevan a encontrarse, a realizar un análisis de la situación en la que viven, a apropiarse del mundo, a preguntar y preguntarse qué pasa, por qué pasa, y es el mismo diálogo el que los lleva a dar respuesta a esas preguntas y da forma al mismo tiempo a su andar, a su práctica rebelde. En otras palabras, la lectura consciente de la realidad en la que viven mediante una praxis pedagógica-dialógica, los llevó a la búsqueda de alternativas para dejar de ser objetos de la historia, y ser sujetos de la misma. Esto se logra mediante un pensamiento acertado de la realidad, entendiendo como un pensamiento acertado lo siguiente: pensar acertadamente implica la existencia de sujetos que piensan mediados por el objeto u objetos en que incide el propio pensar de los sujetos. “Pensar acertadamente no es el quehacer de quien se aísla, de quien se a sí mismo en la soledad, sino un acto comunicante. Por eso mismo no hay que pensar sin entendimiento; desde el punto de vista del pensar acertadamente, no es algo transferido sino coparticipado”. (Freire 2006, p. 38).
La labor más importante y necesaria de una práctica pedagógica debiera ser ayudar en la conformación de un mundo mejor y más justo. Porque de otro modo, la educación no tendría un mayor sentido que el de llevarnos a la deriva en las fauces de la mediatización y del mecanicismo inhumano burgués. Una de las características de la pedagogía zapatista que ahora llamaré de la rebeldía —a la cual despojo de su connotación de política porque hemos visto que la pedagogía es política en sí misma—, es su carácter internacionalista. La influencia de la realidad concreta a la luz de un mundo global, generó al unísono una rebeldía global y un aprendizaje en función del reconocimiento e integración del otro, pero no solo del otro, sino del mundo mismo. Como afirma el Subcomandante Marcos: “…los compañeros de más edad, los mayores, decimos nosotros, empezaron a hacer valoraciones de que tal vez estaba pasando así en otros lados. Y en palabras de ellos decían: ” (Castellanos, p. 56).
Ahora bien, no quisiera dejar de fundamentar por qué denomino a la pedagogía zapatista como pedagogía de la rebeldía o de la resistencia. Pues bien, un pueblo que ha sido objeto de vejaciones a lo largo de más de 500 años, y que aún lo vive, es porque lleva inmerso dentro de sí, una movilidad, una resistencia. En otras palabras, ese pueblo se niega a morir, a dejar de ser, y busca estrategias para no morir, para seguir existiendo como pueblo, como sujeto, se fundamenta y se asume como producto y hacedor de historia, pero también se asume como uno más dentro de esta guerra contra la humanidad, se asume como un espejo, como un referente y a partir de su realidad misma asume la rebeldía como posibilidad de cambio. En palabras de Freire, la rebelión como un síntoma de ascensión, como introducción a la plenitud (1974, p. 87), y la resistencia como arma de subsistencia.
En ese sentido, rebeldía y resistencia se conjugan para crear las condiciones conjuntas de una posibilidad de cambio en el mundo, pues dichas prácticas no son exclusivas de los zapatistas, pero sí les han funcionado. Así menciona Gerardo, un compañero de las comunidades bases de apoyo zapatista, lo siguiente: “En mi pueblo no había escuelas antes, no había nada, pero ahorita los muchachos ya están tomando cursos de promotores de educación, y nosotros en el pueblo estamos construyendo la escuela, porque de por sí nos tocan diferentes trabajos. La resistencia quiere decir que tenemos que esforzarnos para estar bien. La gente no está pensando en migajas y come lo que la da su propio sudor. No vamos a dejar la resistencia, eso es lo que tenemos. La lucha es larga y es difícil, prolongada. A veces estamos contentos, estamos echando baile; y otros tiempos es de trabajo y tenemos que entrarle. Ahí vamos, estamos animados”. (Muñoz, p. 76).
La práctica pedagógica rebelde como práctica de transformación y para la liberación resalta la actitud crítica de quienes la llevan a cabo, pero, sobre todo, mantiene viva su esperanza, la posibilidad de ser y hacer de este mundo algo nuevo y mejor para que todos podamos caminar el mismo sendero. Podemos afirmar, siguiendo a Freire, que la pedagogía zapatista es una pedagogía humana, para lograr en el mundo libertad, justicia y paz.
Dice Freire (1974) que “una de las preocupaciones fundamentales, a nuestro juicio, de una educación para el desarrollo y la democracia debe ser proveer al educando los instrumentos necesarios para resistir los poderes del desarraigo frente a una civilización industrial que se encuentra ampliamente armada como para provocarlo” (p. 84). Creemos que esa siguiente preocupación del pedagogo brasileño ha sido superada ya por la pedagogía zapatista o de la rebeldía.

Referencias:

Anzaldo, Juan Comp. (1998) ¡Nunca más un México sin nosotros! El camino del –Congreso Nacional Indígena Vol. 1. Ce-Acatl. México.
Castellanos, Laura (2008) Corte de Caja. “Entrevista al Subcomandante Marcos”. Alterno Editores. México.
De la Grange, Bertrand. Rico, Maite (1997) Marcos, la genial impostura. Aguilar. México.
EZLN (1996) Crónicas Intergalácticas. “1er Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo”. Ediciones del FZLN. Chiapas, México.
Freire, Paulo (1974). La Educación como Práctica de la libertad. 14ª. Edición. S. XXI. México.
—– (2002). Pedagogía del Oprimido. 54ª. Edición. S. XXI. México.
—– (2006). La importancia de Leer y el proceso de liberación. 18ª. Edición. S. XXI. México.
—– (2006). Pedagogía de la Autonomía. “Saberes necesarios para la práctica educativa”. 11ª. Edición. S. XXI. México.
—– (2005). La educación en la Ciudad. 3ª. Edición. S. XXI. México.
MacLaren, Peter (2001) El Che Guevara, Paulo Freire y la pedagogía de la revolución. S. XXI. México.
Marx, Carlos y Engels, F. (1972). Obras escogidas. Ed. Progreso. Moscú.
Muñoz, Gloria (2003) 20 y 10 el fuego y la palabra. Rebeldía / La Jornada. México.

Ensayo publicado en TROPO 25, Nueva Época, 2 de octubre 2020.
PHP Code Snippets Powered By : XYZScripts.com