Eduardo Huchín Sosa
“No he visto un solo ser humano
que no esté preocupado por el sexo”.
Aldous Huxley
LA DISNEYLANDIA DE EROS
Si Mickey Mouse, el Pato Donald y el resto de personajes solitarios, enguantados y cabezones que la industria Disney puso a nuestra disposición representan la posibilidad de una felicidad global, la pornografía apunta a una felicidad personal y a un placer sin riesgos. Dice Guillermo Cabrera Infante que todo concurso de belleza es un harén rápido; habría que añadir que una colección pornográfica es (a condición de volvernos eunucos) un harén efectivo. El éxito de las publicaciones del erotismo gráfico radica también en la idea no siempre consciente de que es posible establecerse en un mundo donde el sexo nos redima. Páginas y páginas hiladas bajo el argumento de que el único requisito para sostener relaciones coitales es dar los buenos días, nos hablan de cierto aislamiento de la realidad. Pero, además, la pornografía vende la probabilidad de que la simpleza de ese sistema (buenos días>lleva a>sexo) sea una cara no reconocida de esta realidad.
El pornoaficionado consume el absurdo sexual de la misma manera que el televidente contempla el ridículo humano de las telenovelas: para concebir la vida desde la comodidad. La tan atacada cosificación de la mujer conviene en tanto deja sin complicaciones el acercamiento al otro(a). Cuando se afirma que el único sexo cien por ciento seguro es la masturbación también estamos aceptando que el otro(a) es inaccesible, que la parte más difícil del sexo es su esencia: la incursión en el otro(a). Por eso la pornografía abre los caminos del instinto, pero abrevia los espacios del erotismo y del amor.
“PARA QUE LA PORN STAR SEA EXCITANTE DEBE PARECERSE, AL MENOS, A UNA DE TUS VECINAS”
Cabrera Infante titula a unos de sus textos “Ojo que toca”, definición que me parece perfecta para ese acto de consumo visual llamado pornografía. Como una especie de voyerismo permisible (y compartido) el porno vidente explora las acciones ajenas, pero se proyecta como protagonista, como el superhombre que puede disponer de un número notable de mujeres a su alcance. La pornografía es la posesión de la mujer como cuerpo y género (el rostro múltiple y la variabilidad del nombre), pero también es la reverencia a la mujer inalcanzable. La adoración de imágenes (porn stars) produce un singular mercado de lo inasible: Chasey Lain, Sylvia Saint, Jenna Jameson, Asia Carrera, Dyanna Lauren, Chloe Jones, Nikki Tyler y otras actrices, son idolatradas si sólo pueden llegar a nosotros a través de ese “ojo que toca”.
Estas estrellas del exhibicionismo industrializado son personalidades de culto en las webs sites de Internet: espacios dedicados sólo a ellas inundan la red (sus fans clubs ofertan escenas inéditas, películas inconseguibles, fotografías exclusivas, entrevistas conmovedoras), sus nombres se pelean por ocupar el Olimpo del mercado libidinal. Desde que Linda Lovelace (con el film Deep Throat de 1972) y Marilyn Chambers (con Behind the green door, del mismo año) alcanzaron la celebridad absoluta, la promoción del culto a la diva ha mostrado sus ventajas económicas[1]. La veneración de la superstar es, como todo en la pornografía, también una forma de masoquismo.
SICALÍPTICOS E INTEGRADOS
Ante la monotonía sexual (que es el enemigo principal del género erótico) la industria del entretenimiento para adultos necesita de variantes (paródicas, mediáticas, detallistas) para sobrevivir.
1. Variantes paródicas: El humor (ya sea vulgar o involuntario, trasgresor o ingenioso) es un antídoto suficientemente atractivo contra la uniformidad del sexo. Basándose en el sobreentendido de que el cine pornográfico es una imitación risible (por su argumento, por su dirección, por su actuación) del cine convencional, los productores sexualizan las historias hollywoodenses y los rumores de farándula. Películas como El silencio de los indecentes, Licencia para coger y esa joya llamada Frankespenis (con John Bobbit, il castrato, en el papel estelar) no escatiman esfuerzos en llegar a la broma erótica. La industria llega a su chiste cúspide con la entrega de los Adult Video Awards, los óscares del cine porno, con su glamour sui géneris y esos inconcebibles reconocimientos a la trayectoria de sus estrellas: categorías extraordinarias que van de la Mejor escena de chicas solas a la Mejor escena de sexo en grupo, chismes tras bambalinas publicados en las revistas, etc. Algunas pornoactrices no resisten la tentación (¿existirá alguna tentación a la que se resistan?) de copiar nombres célebres para sí mismas: Demi Moore se vuelve de repente Demia Moor, Drew Barrymore es Dru Berrymore y en ese tono la imitación alcanza tintes hilarantes.
Si el cine para adultos es la parodia del cine convencional, la sexycomedia mexicana (que bien podría ser un título para José Agustín) resulta una parodia de la parodia. Con la intención estética de explicitar las fantasías sexuales del macho mexicano, crea un subgénero (el cine de “arrabal” cuyo antecedente son las cintas sobre “ficheras”) que representa por sí solo la decadencia de la cinematografía nacional. En esas cintas, el máximo logro además de la seducción de las “bellas” es el triunfo en la batalla de los albures. El protagonista, entonces, se impone ante las mujeres con la supremacía casanova (es feo pero irresistible) y ante los hombres con la dominación verbal. La funcionalidad de la mujer es la de ser atractiva (que no bonita sino “buena”) y el hombre, que no puede ser atrayente físicamente (su papel de feo no admite tampoco eso de ser fuerte y formal) tiene que representar al Gran Simpático. Si el personaje principal del cine eroticómico es una sexualización de Gordolfo Gelatino, la muerte protagónica de los guapos representa el verdadero milagro mexicano.
2. Variantes mediáticas: a) La insuficiencia de las imágenes impresas (aunque valgan más que mil palabras) desarrolló otras formas de difusión. Incluso la vuelta a una literatura pornográfica sin imágenes replantea el uso de la imaginación para sufragar las limitantes de la fotografía. La estética de las revistas llega a puntos notables con el tratamiento fotográfico (la publicación Private se exhibe a sí misma como “The best erotography”): acercamientos explícitos, escenografías lujosas, combinaciones de luz y sombra, etc. Los “diálogos” son una maravilla del sinsentido: la complementariedad de una provocación ilustrada.
b) Las sex lines nutrieron nuestra lubricidad de otro modo: a través del oído. El escritor Óscar de la Borbolla narra su decepción con las encargadas de brindar placer auditivo. Se las imagina poseedoras de un talento comparable al de Sherezade, pero al oír únicamente una serie disparatada de jadeos termina enojado de perder su tiempo y su dinero en estupideces. Lo realmente impresionante de las sex lines es su capacidad para inventar variantes memorizables de números telefónicos (después del 1-800 el resto es imaginación pura) y unos anuncios en las revistas que hacen por demás ofrecimientos verdaderamente espectaculares.
c) La película Boogie Nights cuenta, entre otras cosas, la transición del cine porno exclusivo para salas a la reveladora incursión del género en los videotapes. La nueva industria ha sobrevivido junto al nacimiento (e inmediata explotación) del DVD y ha aprovechado la Internet para difundir sus “bondades”. Y si Disney tiene su propio canal para contagiar su visión de un mundo sin preocupaciones, el Playboy Channel y el Cun-TV hacen lo propio para implantar la ilusión de que el sexo puede constituir un universo no problem, digno de contar con nuestro visto bueno.
3. Variantes detallistas: Una matemática combinatoria para el cine adulto nos diría que existe un número limitado de posiciones sexuales, de perspectivas de filmación, de rostros para grabar. La industria del video xxx, sin embargo, se ha empeñado en demostrar abiertamente lo contrario. Si el sexo convencional deja de ser vendible, se recurre entonces a una amplia galería de perversiones que compensen esa deficiencia. Sade propone (Los 120 días de Sodoma, por ejemplo) y los pornógrafos disponen. Desde las confusiones entre dolor y placer hasta los desnudos falsos de celebridades, desde las gangbangers (variaciones al tema de la orgía) hasta las caricaturas manga, de chicas vestidas como “cheerleaders” a lesbianismos fingidos, de jóvenes asiáticas a fotografías amateurs[2], de senos grandes a mujeres fornidas; el comercio de la especialización de la lujuria hace posible detallar las perversiones hasta los límites que sólo el hartazgo impone. El consumo del sexo inusual comprueba lo dicho: un rostro aburrido es el enemigo a vencer para toda industria del entretenimiento.
La última tendencia que ha adoptado al parecer la pornografía es la circense: disfrazar el freak show de sex shopping. La alternativa que inspirara al empresario Barnum hace siglo y medio en su espectáculo de fenómenos nos alcanza y sobrepasa en la difusión no ya del sexo inverosímil (que siempre ha existido) sino en la explotación de la “pecaminosidad anómala[3]”. Y aunque la excitación se anula con la sorpresa, los productores se han preocupado mucho en explorar la lubricidad de quien va a la feria para ver a “la mujer de dos cabezas”. Es decir: no importa en la actualidad que las chicas lleven a la práctica nuestras más íntimas perversiones, sino que ejerciten el viejo oficio de tragaespadas (ideepthroat.com). No importa que seduzcan con la mirada, sino que realicen actos acrobáticos en el tubo de los table dances. Uno no sabe si está frente al Private o al Semanario de lo Insólito. En todo caso, que una mujer haya sostenido una relación coital con 620 hombres (la porn star Houston tiene ese récord) es tan admirable que a nadie se le ocurriría faltarle ya al respeto.
DONDE DICE “LUJURIOSO” DEBE DECIR “LUJOSO”
Tommy Lee y Pamela Anderson en plena cópula rondando por Internet representan nuestro sentido voyerista del escándalo. El singular caso de Lorena Bobbit (elevado a la categoría de símbolo) taja, además de un órgano sexual, todo intento de intimidad. Hasta Rubén Olivares “el Púas” anuncia con bombo y platillo su ingreso al celuloide pornográfico. ¿A quién más podíamos añadir sino al expresidente Clinton reflexionando sobre si las felaciones son o no un acto sexual?
Culpar a la pornografía de hacer reduccionismos con la idea del sexo es casi tan inútil como denunciar que Sanrio Smiles comercia con la imagen de la ternura (entre Sylvia Saint y Pochacco, nos quedamos con Sylvia Saint[4]. Lo interesante, en todo caso, es revisar los alcances de las concepciones pornográficas en la percepción de la realidad. Que la porn star italiana Cicciolina haya alcanzado como candidata por el Partido del Amor un puesto de elección popular es casi tan sintomático como que Irma Serrano “La Tigresa” haya llegado a la Cámara. La incursión de Jenna Jameson en la película comercial Private Parts de Howard Stern, la renuncia de Traci Lords a su trabajo de pornoactriz para irrumpir en el medio musical o la difusión de la canción “The ballad of Chasey Lain” del grupo estadounidense Bloodhound Gang demuestran los espacios ganados por el mundo porno[5].
La penetración de la industria se trasluce, además, en la implantación de sus curiosas perspectivas y en la creación de un mundo con leyes y sistemas propios. Pero no todos son puntos negros: quiérase o no, la pornografía ha sembrado la idea acertada de que el sexo también es un acto de imaginación y no sólo un elemento más de la mecánica reproductiva. Observación paradójica si tomamos en cuenta que la pornografía expende simulacros, pero importante si devuelve al medio erótico la existencia de un espectador creativo.
Incluso aceptando aquella apreciación que define al erotismo como música y a la pornografía como ruido, resultaría ingrato desconocer las aportaciones que en los últimos tiempos ha hecho el ruido a la música vanguardista.
Dicen que la inocencia (digna de protección) sucumbe a los dieciocho, que el mundo es otro a partir de los dieciocho; que nadie debe engrosar la voz para disimular su pubertad en el puesto de revistas, que nadie debe comer del fruto private.com en el paraíso de la Internet. Que si la pornografía es uno de los vicios permisibles o si es unas de las concesiones de la mayoría de edad, qué importa: el Sólo para adultos es una recomendación tan vaga que nunca se obedece.
APÉNDICE:
PRINCIPALES ESTRELLAS INVITADAS (POR ORDEN DE APARICIÓN)
GUILLERMO CABRERA INFANTE: Escritor cubano, autor de la novela Tres tristes tigres. El ensayo “Ojo que toca” proviene de su libro O, donde también aparece el texto “Corín Tellado, una inocente pornógrafa”.
CHASEY LAIN: Actriz porno. Ha aparecido en The Original Wicked Woman. Dentro de sus incursiones comerciales está un episodio de “Tales from the crypt” y un filme de Spike Lee (“He got game”). La canción “The ballad of Chasey Lain” de Bloodhound Gang, se encuentra en el disco “Hooray for the bubbies”.
SYLVIA SAINT: Nació en Kyjov (República Checa) en 1976. Su verdadero nombre es Silvia Tomcalova. Ha actuado en Irresistible Silvie, Extreme Desires y Call girl, entre otras. Su libro favorito es La insoportable levedad del Ser de su compatriota Milan Kundera. Vive actualmente entre Los Ángeles y la ciudad checa de Brno. Protagonizó The Uranus Experiment (dirigida por John Millerman), cuya segunda parte fue nominada, junto a The Matrix, al premio de ciencia ficción “Nebula 1999” en la categoría de mejor guion.
JENNA JAMESON: Nació en Las Vegas en 1974. Es una de las estrellas más populares del género. Ha atravesado las publicaciones eróticas para aparecer incluso en Glamour, Cosmopolitan, Esquire, Allure, Jane y FHM (donde fue nombrada una de las 100 mujeres más atractivas del mundo). En televisión ha sido presentada en el E! Channel, Comedy Central’s, The Man show, Nash Bridges, Entertainment Tonight, Extra y HBO.
ASIA CARRERA: Actriz asiamericana nacida en 1973. Sin duda, una de las mujeres más inteligentes de la industria XXX. Cuando tenía 15 años dio conciertos de piano clásico en el Carnegie Hall y a los 16 enseñó inglés coloquial en la Universidad de Tsuruga (Japón); cursó su secundaria en artes (con énfasis en Música y Artes Visuales) y fue ganadora de una beca para estudiar en la Universidad de Rutgens (una doble especialidad en Empresas y Japonés). Actualmente es miembro de la Organización MENSA (que admite únicamente a personas con elevado coeficiente intelectual).
LINDA LOVELACE (o LOVELANCE): Nació en 1949 y murió en un accidente automovilístico el 22 de abril del presente año. Dirigida por Gerard Damiano (postulado alguna vez al Oscar por Memories within Miss Angie), protagonizó la célebre cinta Deep Throat en 1972. Aunque su producción sólo necesitó de 24 000 dólares, el filme logró recaudar 600 millones. Su impacto social ha sido de tal magnitud que el escritor Ernesto Sabato incluyó una breve intervención de la felactriz en su novela Abaddón el exterminador.
MARILYN CHAMBERS: Diva porno de los 70’s y 80’s. Después de hacer comerciales para el talco Ivory Snow (que la contrató porque transmitía una imagen de pureza e ingenuidad), fue llevada a la fama por los hermanos Jim y Art Mitchell con su película Behind the green door (1972).
JOHN BOBBIT: Ciudadano norteamericano que se volvió célebre cuando su esposa Lorena Bobbit le cortó el pene. Las mujeres vieron en ese acto una rebelión contra la dominación masculina. Los médicos pudieron reimplantar el órgano. Incluso, el cantautor Ricardo Arjona lo menciona en su tema “Si el norte fuera el sur”.
RUBÉN OLIVARES “EL PÚAS”: Boxeador mexicano. El escritor Ricardo Garibay lo retrata magistralmente en Las glorias del gran Púas. Sus excesos fueron tan famosos que hasta “Los Polivoces” hicieron una parodia suya basada en los desmanes que provocaba.
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[1] Es común en las imágenes pornográficas hacer visible el rostro femenino y ocultar la cara masculina. El hombre es sólo válido de la cintura para abajo y la mujer es la única que tiene la capacidad para aspirar al superestrellato (salvo en casos excepcionales y legendarios como John Holmes, “Mr. 35 cms.”). Por cierto, que Chambers y Holmes actuaron juntos en la cinta de Godfrey Daniels, Insatiable (1980).
[2] La girl next door (la chica que promueve sus propios desnudos no profesionales en las revistas) juega con la lúbrica ilusión de que posiblemente nuestra vecina sea una exhibicionista no reconocida o de que aquella muchacha cruzando la acera sea una modelo Gallery en potencia.
[3] Un peculiar antecedente me parece el poeta francés Théophile Gautier, quien en su Carta a la Presidenta (1850) asumía como “ensoñadora quimera” sexual, encontrar a la mujer de “tres tetas”.
[4] La comparación pudo haber sido entre la gatita Kitty y la actriz erótica también llamada Kitty.
[5] Sobra agregar las cintas Boogie Nights (nominada al Oscar) y The people vs Larry Flint (de Milos Forman).
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Imagen de Alvin Silvrants. Tomada del sitio Catawiki (www.catawiki.es)
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ENSAYO PUBLICADO EN TROPO 31, PRIMERA ÉPOCA, 2003.