Nymphomaniac: ni erótica ni pornográfica

Svetlana Larrocha

“Tal vez lo que me diferencia de las demás personas
es que siempre demandé más de la puesta de sol. Más colores espectaculares
cuando el sol golpea al horizonte. Ése es tal vez mi único pecado.”

Joe en Nymphomaniac

Para muchos cinéfilos, Lars Von Trier es un ícono de la cinematografía realizada desde los años 90 del siglo pasado. Además de co-fundar el movimiento fílmico Dogma 95, el director nacido en Copenhague en 1956 ha realizado la Trilogía Estados Unidos, tierra de oportunidades: Dogville, Manderlay (aunque está pendiente la tercera parte: Washington), y la Trilogía de la Depresión: Antichrist, Melancholia y Nymphomaniac.

De la primera trilogía, considero que antes de Dogville —que le valió el premio al Mejor Film de la Unión Europea— nadie se había atrevido a retratar tan certeramente y sin temores a la sociedad estadounidense en toda su hipocresía moral, religiosa y social. Esta película es excelente en su propuesta fílmica y contenido ideológico.

Por eso, desde que se anunció su estreno en 2013, Nymphomaniac comenzó a causar revuelo por tratarse de un filme sexualmente explícito: los adoradores del erotismo y/o de la pornografía en el cine, comenzaron a especular acerca de las posibilidades del trabajo del europeo. Los de Lars Von Trier, acerca de cómo abordaría ese tema que pocos directores saben llevar magistralmente a la hora de narrar.

La publicidad, por supuesto, también se encargó de despertar el interés, incluso de quienes nada saben del autor de Dancer in the dark (Bailando en la oscuridad, 2000). Cada mes, se publicaba en algún medio mundial avances, que consistían en algún clip de video o afiches promocionales mostrando a los diversos actores con expresiones orgásmicas.

Pero más a allá de las escenas sexuales, la conocida forma de dirigir de Von Trier prometía ser mucho más de lo que resultó en las más de cinco horas y media del filme —que luego de la censura se redujo a una hora 57 minutos el Volumen I; y a dos horas cuatro minutos el Volumen II. Sólo en la Berlinale se proyectó completo—. Así, Nymphomaniac se convirtió en un bloque de escena tras escena, en ocasiones monótono, a veces repetitivo. Y esto no precisamente debido a su extensión.

Controversial, transgresor, irreverente, el danés —quien en Cannes afirmó: “¿Qué puedo decir? Entiendo a Hitler”, y que por esta frase fue declarado persona non grata— le apostó demasiado al elegir crudeza en las escenas físicas. Desafortunadamente, el resultado no fue el esperado.

Stellan Skarsgård, el coprotagonista, incluso ha dicho: “La pornografía sólo tiene un propósito, que es excitarte para que te masturbes. Pero si ves Nymphomaniac, es una peli porno mala. Después de verla un rato, apenas reaccionas a las escenas de sexo explícito. Se vuelven tan naturales como un bol de cereales”.

Filmada en 2012, en Alemania y Bélgica, las escenas de sexo de Nymphomaniac en realidad fueron digitalmente compuestas a través de CGI (Computer Generated Imagery): genitales de actores porno en los cuerpos de los actores de la película.

Dividida en dos volúmenes y ocho episodios, está protagonizada por Charlotte Gainsbourg, Stacy Martin, Stellan Skarsgård, Shia LaBeouf, Jamie Bell, Christian Slater, Uma Thurman, Willem Dafoe y Connie Nielsen.

La historia comienza cuando Joe (Charlotte Gainsbourg) —en el Volumen I, interpretada por Stacy Martin; y en el Volumen II, por Charlotte Gainsbourg—, una mujer cincuentona, es golpeada una noche en un callejón. Un hombre, Seligman (Stellan Skarsgård), la encuentra y lleva a su departamento, cura sus heridas, la cuida y le pregunta acerca su vida. Él la escucha atentamente mientras Joe narra sus vivencias sexuales.

Joe se ha autodiagnosticado: es una ninfómana; su deseo sexual desde la adolescencia es irrefrenable. Se autocensura igualmente por ello: “Soy sólo un mal ser humano”, dice, y comienza a contarle a Seligman sus secretos más íntimos, oscuros, los más prohibidos socialmente. Pero, ¿qué es la sexualidad sin el trasfondo de la sicología?

Sin embargo, el argumento de Nymphomaniac no es original. El cine contemporáneo está lleno de películas donde la insatisfacción humana lleva a los personajes a manifestarse en conductas socialmente “incorrectas”, donde, la sexual, sobre todas, es el pivote para expulsar los demonios que nos conforman.

Un buen ejemplo de lo anterior es la película Romance (Romance X, 1999), escrita y dirigida por la francesa Catherine Breillat, protagonizada por Caroline Ducey y el actor porno italiano Rocco Siffredi. Romance X aborda la insatisfacción emocional del personaje femenino —a causa de la indiferencia y desamor de su pareja—, sentimiento que la lleva a buscar la compensación en escarceos físicos hasta encontrar en la maternidad una razón de nuevo para escapar.

En el mismo rubro se inscribe Anatomie de l’enfer (Anatomía del infierno, 2004), de la misma directora Breillat. En esa ocasión, la insatisfacción, igualmente emocional —pero ahora causada por cómo es vista por los hombres existentes a lo largo de su vida—, lleva a una mujer (interpretada por Amira Casar), al borde del suicidio, a relacionarse con un desconocido (de nuevo Rocco Siffredi), prostituto homosexual/bisexual, quien, durante cuatro días, a través de los ojos —y del sexo, claro— la ayudará a confrontar la esencia de su infelicidad hasta, como siempre, escapar de ese estado.

Interesante la similitud de Nymphomania y Anatomie…: en ambas, un hombre es el confesor y el medio para que el espectador sea también el medio de la catarsis.
Considero que ambas películas francesas son un parteaguas para Nymphomaniac, y ambas son, de muchas maneras, mejores…

Un filme, por ejemplo, joya del erotismo, es Bitter Moon (Luna amarga, 1992), de Roman Polanski, basado en la novela Lunes de Fiel (1981), del francés Pascal Brückner, donde la abundancia de piel es la excusa de la filosofía de la historia.

Y es que no toda película donde el sexo es obvio puede clasificarse como pornográfica… mucho menos erótica, aunque sea dirigida por Lars Von Trier. Recordemos los filmes de culto Baise-moi (Viólame, 2000) … ¿qué de erótico puede tener este violento trabajo de las francesas Virginie Despentes y Coralie Trinh Thi? Y ¿qué decir de Irréversible (Irreversible, 2002), película también francesa dirigida por el argentino Gaspar Noé?

No comprendo por qué el escandinavo eligió a actores como Christian Slater o Shia LaBeouf: calidad desigual, junto a una Uma Thurman personificando a “Mrs. H”, destacadísima en su humor negro.

En cambio, buena elección que en la banda sonora aparezca el grupo alemán Rammstein, con la canción “Führe Mich” (“Guíame”), y, por supuesto, el cover de Jimi Hendrix que realiza la misma Charlotte Gainsbourg con la canción “Hey, Joe”.

Algo que puedo decir muy a favor de Nymphomaniac es lo que hay detrás de sus diálogos, reflejo de su escritor y director: inteligentes, intensos, duros, corrosivos, desafiantes, certeros, y, claro, polémicos. He elegido unos ejemplos, en su traducción, lo más cercanos al lenguaje original:

“Las cualidades humanas pueden ser expresadas en una sola palabra: hipocresía. Alabamos a aquellos que dicen lo correcto, pero no lo sienten, y nos burlamos de aquellos que no dicen lo correcto, pero tienen buenas intenciones.”

“No soy como ustedes. Soy una ninfómana y me amo a mí misma por ser una. Pero por encima de todo, amo mi vagina y mi sucia, obscena, lujuria.”

“Seligman: No importa lo mucho que trate, no encuentro nada de meritorio en la pedofilia.

Joe: Eso es porque piensas, tal vez, en el cinco por ciento que en realidad sí lastima a los niños. El restante noventa y cinco por ciento nunca materializa sus fantasías. Piensa en su sufrimiento. La sexualidad es la fuerza más grande en los seres humanos. Nacer con una sexualidad prohibida debe ser agonizante. El pedófilo —quien se las ingenia para vivir con la vergüenza de su deseo mientras nunca llega a realizarlo— merece una maldita medalla.”

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Reseña publicada en TROPO 5, Nueva Época, 2002.

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