Taibo II: “un escritor sin autocrítica es un cadáver que camina”

Miguel Miranda

En octubre de 2013 —en el marco de su visita a Cancún para promover un programa de lectura en las corporaciones policiacas—, el escritor Paco Ignacio Taibo II concedió una breve entrevista a Radio Anáhuac Cancún —emisora creada por los jóvenes de la carrera de Comunicación de esa institución—. El siguiente texto es la transcripción de esa charla, donde Miguel Miranda hace una puntual crónica del momento y recoge vivazmente la frescura, la irreverencia y el humor del creador de Belascoarán, el detective privado mexicano que aparece en las diecisiete novelas policíacas de Taibo, asimismo autor de Ernesto Guevara de la Serna, también conocido como el Che y Pancho Villa, una biografía narrativa.

Aquella mañana llegué al Club Casablanca con mi pequeña grabadora y la misión de entrevistar a Paco Ignacio Taibo II. No sabía cómo lo lograría, pero sí que así debía ser. El día anterior, Mildred me había llamado por teléfono:

—¿Has leído a Paco Ignacio Taibo II?

—Sí, claro —contesté, sin esperar lo que vendría.

—¡Qué bien! Mañana lo entrevistas para tu programa de radio y aprovechas para presentar la entrevista en el aniversario de Radio Anáhuac Cancún.

Era octubre del 2012 y hacía calor como si fuese mayo. El autor de Días de combate y Algunas nubes estaba en una mesa en la terraza del restaurante, rodeado de quienes hacían el programa de radio “Desde el café”, donde él y sus cigarrillos eran los protagonistas de la charla.

Paco Ignacio Taibo II estaba en Cancún para dar una conferencia en la Universidad del Caribe y promover la lectura entre los jóvenes, entre otras actividades. El escritor de novela policíaca —creador del primer investigador privado mexicano (el mítico personaje Héctor Belascoarán Shayne)—, y autor del libro Temporada de zopilotes y de las biografías Ernesto Guevara de la Serna, también conocido como el Che y Pancho Villa, una biografía narrativa, fumaba, como siempre, un cigarrillo tras otro.

Cuando el autor se levantó de la mesa y se apresuraba para llegar a tiempo a su conferencia, lo intercepté. Al salir de la terraza, me vio y tuvo que apagar su cigarrillo empezado.

—¿Cuántos de esos te fumas al día?

—Tres cajetillas y media.

—¿Me dejas hacerte una entrevista rápida?

—Sólo que me acompañes en el camino a mi conferencia y ahí platicamos.

Calculé rápidamente. Eran las diez cincuenta de la mañana. Por la avenida Bonampak no había tráfico y no nos tomaría más de doce minutos llegar a la Universidad del Caribe.

—Paco, soy Miguel Miranda, profesor de la Universidad Anáhuac de Cancún, en la Escuela de Comunicación y Diseño Gráfico. Comencé a leer tu obra cuando era muy joven y estaba saliendo de la universidad, y mi amigo Cuauhtémoc Gama, que estudiaba conmigo, me dijo “léete esto, que te va a gustar”, y fue mi primer encuentro con la novela policíaca. Empecé entonces a leer a Belascoarán Shayne, lo cual fue muy grato para mí, pues además marcó parte de mi vida debido a las aventuras del personaje y por mi encuentro personal con la novela policíaca. ¿Qué podrías decirles a los jóvenes estudiantes acerca de la novela policíaca y de cómo empezaste como escritor?

—Llegué a la novela policiaca con una idea más o menos confusa. Tenía veinte años y la sensación de que había que escribir lo que a uno le gustaría leer. Y en México no se estaba produciendo novela policíaca, y yo era un gran lector de literatura policíaca. Pensaba que el mundo de la literatura policíaca te permitía no solo una novela con mucho gancho anecdótico y muy sabrosa, de obligarte a leer sentado al borde del asiento, repleta de tensión y de imaginación, sino que además podías hacer una reflexión sobre la sociedad en la que vivías a partir del hecho del crimen.

Y entonces a lo largo de los años fui profundizando en esa idea y dándome cuenta de que la novela policíaca es un instrumento maravilloso para contar el país en dónde vives; es el hecho criminal que te muestra el México real, que se esconde y se disfraza tras las declaraciones de los altos funcionarios y la reflexión hueca y vacía del doble lenguaje del poder. Desde abajo las cosas no mienten. Entonces fui haciéndome un fan de la novela policíaca al mismo tiempo que me volví escritor.

¿Por qué funciona extraordinariamente para un lector joven? Yo diría porque combina estas dos cosas: la reflexión sobre el estado de la sociedad y, paralelamente, una novela con un enorme gancho dramático: ¿dónde fue?, ¿quién fue?, ¿cómo fue?, ¿qué pasó?, ¿y ahora qué sigue? Y esta sorpresa y esta otra sorpresa te van conduciendo a lo largo de la novela a una vorágine de lo anecdótico que hace que sea muy difícil que te la desprendas y la tires. No debemos olvidar que la literatura tiene que producir en el lector un doble efecto: una reflexión y, simultáneamente, una atracción. La novela policíaca tiene estas virtudes ¿no?

—¿Con la novela policíaca empezó realmente tu vida como escritor?

—Sí, mi primer libro publicado fue Días de combate, la primera novela de la serie de Belascoarán.

—Escribes muchísimo, a veces tres o cuatro libros por año. ¿Cómo haces para escribir?

—Pues porque soy un escritor profesional. Lo que ocurre es que en mi generación había muchos escritores profesionales que no eran profesionales; vivían en cocteles, emborrachándose y ligándose a las novias de sus compañeros. Entonces les quedaba poco tiempo para escribir. Al revés: yo gozo escribiendo. Hace mucho que no publico más de dos libros por año y hay años que no he publicado nada. El Ché o Pancho Villa son libros que me tomaron muchísimo tiempo de elaboración, pero trabajo muy rápido además, porque lo hago muy concentrado. Y es curioso, llevando una vida tan agitada, de aquí para allá, con presentaciones y una vida política muy intensa con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). A pesar de eso, encuentro siempre horas, y las encuentro porque me divierte mucho escribir.

—Un día normal para un escritor como tú, un día escribiendo ¿cómo es?

—No existen los días normales en mi vida: hoy estoy dando una conferencia en la Feria del Libro de Turín y mañana estoy con un grupo militante en la Huasteca dando una conferencia sobre historia de México, y en medio, pues estoy en un avión donde tomo algunas notas sobre el libro que estoy trabajando. Hace mucho que no tengo vida normal.

—¿Tiempo para escribir? Es decir, que te sientes a escribir de corrido cinco horas, ¿lo haces?

—Sí, y catorce horas cuando tengo el chance, básicamente porque trabajo de noche. Descubrí que en la noche no suena el teléfono ni nadie me busca y no hay acoso por parte de amigos, compañeros, lectores, organizaciones, gente que quiere que des un curso; entonces suelo refugiarme en las horas de la noche, de doce de la noche a cuatro, cinco de la madrugada.

—¿Pero el gusto por la escritura sigue siendo el mismo? ¿Sigue siendo el mismo placer? ¿Cómo ha evolucionado ese placer?

—Últimamente me pido más, y eso es sano; un escritor que no tiene autocrítica es un cadáver que camina… Y últimamente me preocupan más los problemas formales dando una batalla endiablada sobre cómo contar historia de México en la que se combine al mismo tiempo el máximo rigor posible en la investigación, con la manera más amena de contarla.

—Un escritor se nutre de otros escritores, ¿tú a quién lees?

—Leo cuatro o cinco temas con regularidad y luego leo de una manera muy errática. Leo algo de poesía todos los días porque puse el librero de poesía de camino al baño y yo meo sentado (descubrí que las mujeres son más inteligentes que los hombres y por eso mean sentadas); pero entonces, leo poesía casi todos los días, un fragmento de un poema largo, un soneto, luego leo mucho material sobre temas que me inquietan y me preocupan. Y, además, siempre le hago caso a mis obsesiones. Cuando tengo una obsesión, voy tras ella. Estoy leyendo una novela en estos momentos sobre Bizancio y no encuentro las referencias históricas. Entonces, ahora que regrese a la Ciudad de México, lo primero que voy a hacer es meterme en mi biblioteca, que ya a estas alturas es muy buena, para encontrar las referencias históricas que estoy leyendo. Entonces me voy a pasar tres días leyendo sobre Bizancio. Simultáneamente, casi todos los trabajos que hago tienen una parte fuerte de investigación, tanto si son libros de historia como si son novelas o cuentos. Entonces leo en torno a esto. Y luego las horas de libertad para leer en aviones, en camiones. No manejo. Entonces en la Ciudad de México me muevo en transporte público aprovechando las horas del transporte público para leer. Suelo leer novela policíaca, ciencia ficción, novela histórica y libros de reportaje.

—¿El personaje de Belascoarán Shayne juega una parte de tu actitud personal ante la vida?

—Traté de que nos diferenciáramos. Yo no soy un detective privado, soy novelista. Beslacoarán heredó algunos de mis gustos y de mis lecturas. Heredó el amor por los departamentos de carnes frías de los supermercados y heredó el amor por las fachadas y los aparadores de las agencias de viajes que hacen ofertas. Fuera de eso, él es él y yo soy yo.

—¿El gusto por (Joaquín) Sabina?

—El gusto por Sabina, sí. El otro día Sabina estaba muy contento, porque descubrió que en una de las novelas, Belascoarán anda persiguiendo una canción de él…

—¿En Adiós Madrid?

—En Adiós Madrid, y estuve con Joaquín el otro día y me dedicó una canción en la que dice “ya salió el último libro de Taibo, vámonos a Maracaibo” porque descubrió que la única rima posible era Taibo con Maracaibo, y le dije “ya ni chingas ¿no encontraste una rima mejor, mano?”.

—¿Belascoarán regresará algún día?

—Hay una novela empezada sobre Belascoarán, pero creo que es una novela equivocada y por eso no sale, por eso no avanzo. Y el otro día, en una conferencia, se presentó en Monterrey la nueva colección de Joaquín Mortiz que se llama “La negra” (con los diecisiete libros de novela policíaca que he escrito en mi vida, en una sola colección). Entonces, se armó una discusión muy sabrosa con el público sobre novela policíaca, mi novela policíaca. Y alguien me dijo: “a lo mejor estás en el error, Paco, y lo que quieres es hacer una novela con Belascoarán hoy. ¿Por qué no haces una novela con Belascoarán antes, o sea, una que entre en mitad de los anteriores ciclos?” Y le dije al lector que dijo esto: “tiene usted razón, si la hago se la dedico, deme su nombre”. Y es muy probable que si reescribo una novela sobre Belascoarán, no sea sobre Belascoarán en nuestros días, sino que sea de Belascoarán hace veinte años, ¿no? Entonces a lo mejor le doy una variante y vuelvo sobre Belascoarán.

Tenía una historia pero no me acabó de salir, y la he empezado a escribir muchas veces y no acaba de salir, que se llama –se llamaba– “Paraíso”, es una historia que sucede en Paraíso, Tabasco, pero no cuadraba. Cuando un libro no se deja escribir mételo en un cajón y algún día saldrá, o no saldrá. No te pelees con él a lo tonto; por algún motivo no sale, que no has descubierto.

—Por último (ya estamos llegando, se nos está acabando el tiempo, desafortunadamente), ¿qué les puedes decir a los jóvenes para que lean más y hagan suyo el hábito de la lectura?

—Mira, básicamente que no acepten ninguna obligación. El gran enemigo de la lectura es cuando se vuelve obligatoria y está asociada a la educación formal; esta idea de “lee esto porque así vas a ser más apto, más inteligente, vas a ganar más dinero” no funciona; que abandonen este concepto y se acerquen a la literatura por dos razones: porque la literatura es placer y porque la literatura es subversión. (Enciende otro cigarro).

—Eso es maravilloso. Paco Ignacio, muchísimas gracias por esta entrevista y tu tiempo, hoy es el IV Aniversario de Radio Anáhuac Cancún que es una emisora creada por los jóvenes de la carrera de Comunicación ¿les puedes decir algunas palabras?

—La única clave: persistir es vencer.

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Entrevista publicada en TROPO 6, Nueva Época, 2014.

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