Svetlana Larrocha
Conocí a Agustín Cadena en Aguascalientes, México, en un encuentro de becarios (Jóvenes Creadores) del FONCA-Conaculta, en 1998. En ese tiempo, yo todavía no había leído nada de él. Después de nuestras primeras pláticas —fuera de los encuentros—, él me regaló un libro suyo, Geometría de la soledad (Editorial Praxis).
Desde ese momento me atrapó su forma de escribir: la soltura y a la vez la intensidad de sus textos, la ironía —sutil a veces, mordaz en otras— del lenguaje, la perfecta delineación de los personajes y, especialmente, la forma de abordar la conducta y psicología femeninas desde diversos ángulos: parece que Agustín sabe exactamente todos los recovecos del universo de las mujeres.
En esos años —cuando mi trabajo era exclusivamente periodístico— publiqué en medios de Yucatán y de la Península, varios textos suyos, de los que recibí excelentes comentarios.
Agustín cultiva la novela y el cuento, el ensayo y la poesía. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano y al húngaro, y adaptada para teatro, radio, televisión, así como medios alternativos.
Un libro especialmente controversial es Tan oscura (Joaquín Mortiz), novela en donde el erotismo conduce a tres personajes urbanos —un triángulo amoroso— por laberintos cuyo centro, a fin de cuentas, se traduce en vida o muerte, en Paraíso o en Infierno, según cada lector. Esta obra ha tenido, en palabras del mismo Agustín, un destino muy “extraño”. Se dice que algunas personas la catalogaron hasta de pornográfica; otras, muchas, han sabido valorar el carácter poético inherente de la narración.
En charla con Tropo a la uña, Agustín Cadena nos habla de sí, desde su exilio en tierras europeas; elegido, sí, pero exilio a fin de cuentas.
—¿Cuántos años ya fuera de México? ¿Extrañas alguna parte de esa patria que todos, en menor o mayor grado tenemos? Y, ¿regresarías?
—Llevo once años en Hungría. Pero antes viví por períodos menos largos en otros países. No soy de las personas que extrañan. Me fui de casa a los catorce años. Me acostumbré a partir y a regresar. Eso es lo mío. ¿Regresar? Tal vez, pero no por mucho tiempo. Nuestra verdadera patria no está en la tierra.
—¿Por qué te fuiste? ¿Tan mal estaba el entorno?
—En México no había oportunidades de hacer mucho. Es un país donde en los medios literario y académico no hay tolerancia para la disidencia. Aquellos que sostienen la intolerancia comenzaron a cerrarme las puertas. Sólo había de dos: o darse por vencido y bajar la cabeza, o irse y mantener la lucha en el exilio. Opté por esto último.
—Pero tu literatura continúa en este exilio. A través de la lejanía, ¿cómo piensas que tus escritos se han transformado?
—Siempre he escrito sobre lo que veo, lo que es parte de mi cotidianidad, mi barrio. Mis escritos cambian en la manera en que mi paisaje cambia.
—Hay algo en tus relatos, entre otras cosas, que, personalmente, me encanta: lo gótico. Ya sea en las historias, ya sea en los personajes, o en ambos, hay una dosis de oscuridad, a veces inquietante, incluso terrorífica, ante la cual, sin embargo, es imposible no adentrase. Como cuando seduce una mujer perversa… sabemos que la cosa no terminará bien, pero nada impide caer en ese pozo sórdido del cual quizá nunca se salga. ¿De dónde supones que te viene esta característica?
—De mis primeras lecturas. Crecí con Frankenstein, el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Drácula, Edgar Allan Poe, Lovecraft… Eso marcó el desarrollo de mi imaginación en la infancia y en la adolescencia. Y eso sigue nutriendo mi mundo interior.
Ejemplo de lo anterior es un cuento verdaderamente fascinante (incluido en Geometría…) llamado “Otro de la pequeña Lulú”, donde los personajes de la famosa historieta se desarrollan en una atmósfera pavorosa y le dan a la historia un giro espeluznante, propio del universo cadeniano.
—Una parte fundamental en tu obra son los personajes femeninos. Se ve un exacto conocimiento de la mujer… Hasta en los aspectos más superficiales, que, por cierto, toda mujer tiene, es palpable ese análisis de la psicología femenina… ¿qué parte de esa psicología te atrae más?
—Nunca me ha parecido que la psicología tenga partes. Tal vez sí. Yo no la percibo así. Para mí es un todo y me interesa todo. He pensado mucho en eso. En la historia literaria ha habido escritores que han llegado a conocer profundamente a las mujeres, a decir de ellas mismas. Yo creo que buscamos conocerlas para poder dominarlas. Es un juego de poder, como todos los juegos que forman el juego de las relaciones amorosas. El conocimiento de algo o alguien te da poder sobre ello. Una vez, una amiga lectora me dijo después de leer una novela mía: “Como mujer, después de leerte me pondría a salvo de ti”. Ella entendió de qué se trataba y me ayudó a entenderlo.
—¿Qué consideras que continúa marcando tu estilo desde tus inicios como escritor y hasta ahora?
—¿Mi estilo? Yo creo que no tengo un estilo. No quiero tenerlo: prefiero seguir buscando.
Traductor de C. M. Mayo, Charles Bukowsky, Wendolyn Brooks, Amy Lowell, Langston Hughes y Maureen Freely, Cadena afirma que la vida cultural en Europa es similar a México.
—Como en todas partes, aunque en mi percepción, la vida cultural en México es más sofocante. Tienes que ubicar los grupos de poder y alinearte con alguno; si no, no sobrevives. Es como el sistema de pandillas que había en Tacubaya o en Ciudad Neza en los años 70 y 80: si crees que quedarte solo es una opción, ellos se encargan de que veas que no es así. Ahora estoy solo y estoy lejos, que es la única manera posible de estar solo.
—En Hungría, Agustín, impartes talleres de narrativa y perteneces a un círculo internacional de escritores…
—Los talleres son ciertamente similares. Pero la vida social con escritores es muy diferente: ya no está basada en alianzas ni en deudas sobreentendidas, sino en una actitud de solidaridad y en el puro gusto de compartir intereses y un estilo de vida.
Como tutor de becarios, Agustín siempre fue muy serio, disciplinado, a veces duro, pero justo. No eran frecuentes nuestras mismas opiniones. Pero en algo siempre estuvimos de acuerdo: en el respeto a la creación literaria y a la promoción de la misma. Agustín Cadena es enemigo de escribir solamente para ser publicado y “admirado”, para ser llamado “escritor” o “poeta”; de quienes prostituyen a la literatura buscando becas a cualquier precio, así tengan que “ningunear” o pisotear a otros escritores, o hacer reverencias de cualquier tipo a funcionarios en turno.
—¿Qué autores húngaros son tus favoritos?
—Szerb Antal, Géza Csáth, Géza Gardonyi, Magda Szabó, Sándor Márai… Entre los poetas, József Attila, János Pilinszki, Endre Ady.
—Entonces, no extrañas nada de México… ¿nada?
—Extraño muchas cosas de los distintos países donde he vivido: cosas de comer, paisajes, atmósferas, sobre todo personas. Tropo
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Entrevista publicada en TROPO 7, nueva época, 2013.